Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 9: La Canción de las Sombras
Elías avanzó por el sendero sinuoso que se extendía frente a él. El fragmento de espejo que sostenía en la mano seguía emanando una luz tenue, pulsando suavemente como si tuviera su propio latido. A medida que caminaba, la luz del fragmento parecía resonar con el entorno, iluminando los rincones oscuros del paisaje de Sombravelo, donde sombras inquietantes parecían moverse al compás de una melodía apenas audible.
El camino lo llevó a un valle profundo, donde las colinas se alzaban como gigantes dormidos y la niebla se arremolinaba en remolinos espesos. En el centro del valle, se levantaba una estructura peculiar: un antiguo anfiteatro de piedra negra, cuyos escalones estaban cubiertos de musgo y enredaderas. Desde su interior emanaba una canción melancólica, sus notas flotando en el aire como susurros de almas perdidas.
Elías sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. La música lo atraía, despertando recuerdos dormidos y emociones que no podía nombrar. Sabía que debía entrar; había algo en esa canción que lo llamaba, que lo urgía a descubrir su origen. Descendió los escalones del anfiteatro, adentrándose en su corazón vacío.
En el centro del anfiteatro había una figura que cantaba con voz suave y melancólica, acompañada por un laúd de cuerdas doradas. Era una mujer de piel pálida y cabello largo y negro, cuyas lágrimas parecían brillar como cristales bajo la luz tenue. Sus ojos, sin embargo, eran lo más inquietante: dos abismos oscuros que parecían contener la noche misma.
—"Te he estado esperando, Elías," dijo la mujer, deteniendo su canto y clavando su mirada en él. Su voz resonaba con ecos de tristeza y algo más profundo, como si llevara consigo la carga de mil historias olvidadas. —"Mi nombre es Elaria. Soy la Guardiana de las Sombras, y también la voz de aquellos que han perdido su camino."
Elías sintió que la presencia de Elaria lo envolvía, como una niebla que penetraba su mente. Era imposible desviar la mirada de sus ojos, que parecían escrutar su alma.
—"¿Qué es esta canción?" preguntó él, con un hilo de voz. —"¿Por qué suena tan familiar?"
—"Esta es la Canción de las Sombras," respondió Elaria, volviendo a rasguear su laúd. —"Es la melodía de aquellos que han caído en la oscuridad, de las partes de ti que has olvidado o ignorado. Cada sombra tiene su propia voz, y si escuchas con atención, puedes comprenderlas… o ser consumido por ellas."
Elías apretó el fragmento de espejo con fuerza, sintiendo que su luz titilaba como una vela a punto de apagarse. Había algo en las palabras de Elaria que le hacía temer lo que podría descubrir si escuchaba demasiado tiempo. Sin embargo, también sentía que allí, en esa canción, yacía una verdad que debía enfrentar.
—"Entonces, ¿qué debo hacer?" preguntó, tratando de mantener su voz firme. —"¿Cómo puedo comprender las sombras sin ser devorado por ellas?"
Elaria dejó de tocar el laúd y extendió una mano hacia él. En su palma, apareció una pequeña esfera de luz que flotaba suavemente, proyectando destellos alrededor del anfiteatro.
—"Para comprender las sombras, primero debes enfrentarlas," dijo. —"Cada una guarda un recuerdo que has suprimido, un fragmento de tu pasado que te niegas a aceptar. Debes invocar esas sombras, enfrentarlas con valor y escuchar su historia. Solo así podrás liberarlas… y liberar a ti mismo."
Elías se sintió invadido por una mezcla de temor y determinación. Sabía que este era un momento decisivo. Respiró hondo y asintió, acercándose a la esfera de luz que flotaba en la mano de Elaria. Cuando la tocó, sintió una ráfaga de aire frío, y el anfiteatro se desvaneció a su alrededor, dejándolo en una vasta oscuridad.
En medio de la oscuridad, una sombra comenzó a formarse frente a él. Tomó la forma de un niño pequeño, acurrucado en el suelo, con lágrimas en sus ojos. Elías lo reconoció de inmediato; era una versión de sí mismo, el niño que había sido una vez, solo y asustado.
La sombra levantó la cabeza y miró a Elías con ojos llenos de tristeza.
—"¿Por qué me olvidaste?" preguntó el niño, su voz temblando. —"¿Por qué dejaste que me perdiera en la oscuridad?"
Elías sintió una punzada de dolor en el pecho. Sabía que este recuerdo se remontaba a un momento difícil de su vida, uno que había intentado borrar. Había sido el día en que perdió a su madre, y con ella, la sensación de seguridad que siempre había conocido. En su dolor, había enterrado esos sentimientos, dejando que se convirtieran en sombras.
—"No quería recordarlo," dijo Elías, su voz quebrada. —"Me dolía demasiado."
La sombra del niño se levantó, su figura temblando como una llama vacilante.
—"Pero el dolor no desapareció," respondió. —"Solo se quedó aquí, esperando el momento de salir. Ahora tienes que enfrentarlo."
Elías se acercó lentamente a la sombra, sintiendo cómo el miedo y la tristeza de su pasado volvían a inundar su corazón. Pero esta vez, no los rechazó. Permitió que lo envolvieran, que lo inundaran. Se arrodilló frente a la sombra del niño y lo abrazó con fuerza, como si intentara consolar a la versión más joven de sí mismo.
En ese instante, la sombra comenzó a desvanecerse, y Elías sintió cómo el peso del dolor se aligeraba. El fragmento de espejo que sostenía brilló con más fuerza, y una nueva claridad llenó su mente. Había dado un paso hacia la sanación.
La oscuridad se disipó, y Elías se encontró de nuevo en el anfiteatro. Elaria lo observaba con una leve sonrisa en sus labios.
—"Lo has hecho bien, Elías," dijo ella. —"Has enfrentado tu primera sombra, pero aún quedan más fragmentos que reunir, más verdades que descubrir. Sigue adelante, y la Canción de las Sombras te guiará."
Elías se levantó, sintiéndose más fuerte y decidido que antes. Sabía que el camino aún sería difícil, pero estaba dispuesto a recorrerlo. Guardó el fragmento de espejo en su bolsillo y agradeció a Elaria por su ayuda.
A medida que dejaba el anfiteatro detrás, la canción se desvanecía, pero una nueva melodía comenzaba a surgir en su corazón: la de un niño que aprendía a aceptar sus sombras y transformarlas en luz.