5 familias, un amor inesperado y la traición present, hacen de este amor una tragedia.
ahora Melinda no sabe que hacer, el misterioso hombre con el que estuvo una noche está frente a ella, pidiéndole saber el nombre de sus hijos.
2 familias poderosas tendrán que unirse para mantener el orden la paz de una traición, un amor en la tragedia va surgir, el recuentro de un padre con sus hijos, los secretos salen a la luz y la tragedia se hace present.
te animas a leerla, el destino siempre hace de las suyas y nada lo hace fácil.
te invito a conocer la historia de amor de Melinda, en un mundo alterno.
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CAPITULO 08 la muerte de Sara
Melinda, intranquila y débil, le dice. – gracias Bael.
Sin decir más, sus ojos se fueron cerrando, quedando profundamente dormida. Cuando abrió los ojos, mira a una mujer a su lado que le dice. – señorita, ¿cómo se siente? ¿Me escucha? ¿Quiere sentarse?
Melinda la mira, se sentía confundida, trata de incorporarse, la mujer a su lado la ayuda; Melinda empieza a recordar todo y la ansiedad la invade, desesperada le dice. - ¿Dónde estoy? ¿Quién me trajo?
La mujer tranquila le dice. – tranquila señorita, está en el hospital, el Maestro Bael la trajo, está afuera esperando a que usted despierte.
Melinda desesperada le dice. - La señora Sara, ¿cómo está?
La mujer amablemente le dice. – la señora Sara ya está mejor y deseosa de verla.
Melinda, muy intranquila y exigente, le dice. – quiero ir a verla.
Trata de levantarse, la mujer la detiene, le dice que espere, sale del cuarto, regresa con una silla de ruedas, la ayuda a sentarse en ella.
Al salir del cuarto lo primero que mira es a Bael, levanta la mano haciendo una señal a la enfermera para que se retire, él se acerca y empieza a empujar la silla hasta llegar a donde estaba Sara, se detiene un poco, Melinda escucha como suspira antes de entrar.
Al entrar, mira a Sara en una cama con la cabeza vendada y dos enfermeras a su lado, cuidándola, que al verlos se apresuraron a salir, cerrando la puerta, dejándolos solos.
Sara mira a Melinda, entrecierra los ojos; con una voz que Melinda nunca le había escuchado, llena de coraje y maldiciendo dice. - ¿Qué fue lo que te dije?, si mi muchachita me la regresabas con un solo golpe, tú me lo pagarías 100 veces cada golpe, espero y estés preparado.
Acaso ¿No puedes hacer nada bien? Cómo mi hijo eres un fracaso, no mereces ser mi hijo, de qué me sirve que tomaras el puesto del bastardo de tu padre, si no puedes llegar a tiempo para salvar lo que más quiero.
Bael le dice suplicante. – Madre, por favor, no me digas eso, traté de hacer las cosas, pero fue difícil encontrarlos, además tenía que traerte primero al hospital.
Madre, no me culpes, dejaré que me golpees, pero mira aquí la tienes viva y no le hicieron nada más que unos golpes.
Sara, con ironía y molesta, le dice. – solo unos golpes, solo unos golpes, ja, ja, ja, peor sería para ti si le hubieran hecho algo más. ¿Por qué crees que aún sigues de pie frente a mi mal hijo?
Melinda empezó a sentirse incómoda, no entendía por qué le decía todo eso si la había salvado, lo que más la confundió era que la señora Sara tenía un hijo.
Siempre había pensado que era una señora sola, sin familia; ella, tratando de tranquilizarla, le dice. – Señora Sara, por favor, ya no lo regañe, míreme, estoy bien y él llegó a tiempo. Además, Bael ha sido muy bueno con…
Sara aún más enfurecida – ¿Bael? Esto colma mi paciencia. Tú realmente eres un hijo desagradecido, hasta tu nombre cambiaste ya; estoy bien y Melinda también, ahora lárgate, ya no deseo verte y no quiero volver a tenerte cerca.
Bael de manera suplicante le dice. – Madre, por favor, entiéndeme, no puedo dar mi nombre, eso la pondría en peligro; si me alejé de ti fue para que tú tuvieras la vida que deseabas, tranquila, sin preocupaciones.
Sabes lo que este alejamiento me ha dolido, cuanta falta me has hecho, ni siquiera has querido ver a tus nietas, a mi esposa; madre, tampoco es justo para mí, sabes lo que pasó y por qué tuve que tomar este maldito lugar.
Melinda con dulzura les dice. – por favor cálmense, no discutan. Señora Sara, estamos bien, su hijo le cumplió, estoy aquí y usted está bien, todo va a estar bien. Por favor, se lo pido yo.
Sara suspira, más tranquila, dice. – Tienes razón, mi muchachita. Vladímir, porque yo no te llamaré por ese ridículo apodo, gracias por traerme a mi muchachita, quiero pedirte que la mires como tu hermana pequeña, que siempre la cuides y la protejas con tu propia vida, porque esta muchachita ha sido mi alegría, mi luz de vida y eso tienes que agradecerlo, ¿Entiendes?
Bael desesperado le dice. - ¡Madre! Solo no me llames por mi nombre delante de los demás y todo estará bien.
Te prometo que siempre miraré a Melinda como mi pequeña hermanita y la protegeré siempre.
Sara, con dulzura, le dice. – Bien, a hora ven aquí, mi pequeño, déjame abrazarte, sentir a mi pequeño en mis brazos.
Bael se acercó a Sara, la abraza fuerte después de tantos años separados, por fin podía estar con su madre.
Melinda los observa feliz de ver a Sara tan feliz, cuando de repente ella fue cerrando los ojos, lentamente perdiendo la vida, por un derrame cerebral, muriendo en los brazos de su hijo, que nunca creyó volver a ver.
El médico le explicó que ella no quiso ser atendida hasta que él llegara con Melinda, por más que le rogaron porque se dejara checar y hacer los estudios, ella no quiso.
Los estudios de la autopsia dieron que el golpe en la cabeza fue más grave de lo que se pudieron imaginar, que el trauma craneoencefálico fue mortal para ella.
Bael estaba furioso, quería matar al doctor, Melinda lo detuvo recordándole que Sara no era una persona, que se pudiera convencer o hacer cambiar de opinión.
Bael y Melinda enterraron a Sara, con tantas flores y comida para los que asistieron a su velorio, música como ella lo deseaba.
Melinda estaba llena de dolor, aparte de sus padres, solo la tenía a ella y ahora ella se había ido, sentía que otra vez estaba sola.
Estaban en el panteón, una vez que terminó el entierro Melinda se quedó frente a la tumba de Sara.
Bael se le acercó, le puso la mano en el hombro y le dice. – ¡Melinda! Gracias por darle alegría a mi madre, quiero que sepas que en el momento que mi madre dijo que eres mi hermana, que tenía que cuidarte y protegerte, en ese momento tú te has convertido en mi pequeña hermanita.
Yo voy a cuidar de ti, así tú no lo quieras; por favor, vamos a casa y hablemos un poco, tengo algo que decirte.
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