Una heredera perfecta es obligada a casarse con un hombre rudo y desinteresado para satisfacer la ambición de sus padres, solo para descubrir que detrás de su fachada de patán se esconde el único hombre capaz de ver su verdadero yo, y de robarle el corazón contra todo pronóstico.
Damián Vargas hará todo lo posible por romper las cadenas del chantaje y liberarse de su compromiso forzado. El único problema es que ahora que la tiene cerca, no soporta la idea de soltarla.
Valeria Montenegro es la hija ejemplar: elegante, ambiciosa y perfectamente educada. Para ella, casarse con un Vargas significa acceder a un círculo de poder al que ni siquiera su familia puede aspirar alcanzar el estatus . Damián dista mucho de ser el hombre que soñó para su vida, pero el deber familiar pesa más que cualquier anhelo personal. Desear su contacto nunca formó parte del plan… y mucho menos enamorarse de su futuro esposo.
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Capitulo: 7 Damián y La Carpeta
La mansión de los Montenegro se erguía como un mausoleo de mármol blanco, pero su silencio era más ensordecedor que cualquier acusación. Valeria no había mencionado nuestro encuentro en el estudio de su padre, y yo regresaba a Madrid con los nudillos aún pálidos de tanto apretar los puños. Cada kilómetro que me alejaba de esa casa era un recordatorio de la jaula en la que mi hermano me había encerrado.
Matteo Vargas
. Cinco años menor, con un talento innato para convertir problemas pequeños en grandes desastres. Esta vez, había superado todas sus hazañas anteriores.
—¿Era tan urgente? —Matteo se dejó caer en el sillón de cuero frente a mi escritorio, con el pelo desordenado y las marcas de una larga noche bajo los ojos—. Acabo de cruzar medio continente.
—Según tus historias de Instagram, anoche estabas en una fiesta en Mykonos —le respondí, sin apartar la vista de la pantalla de mi ordenador—. El jet privado te trae directamente. No me hables de cansancio.
—Detalles —replicó con un gesto de desdén—. ¿Para qué me necesitas, hermanito? ¿Me echabas de menos?
—Para esto. —Deslicé una carpeta gris sobre el escritorio—. Ábrela.
Matteo soltó un suspiro dramático, pero obedeció. Sus dedos temblaron un poco al abrir la carpeta.
No eran simples fotos. Eran extractos bancarios, transferencias cifradas y un informe de un detective privado que había contratado hace tres meses.
—¿Reconoces esta cuenta? —pregunté, mientras veía cómo el color se desvanecía de su rostro—. Es un número de cuenta suiza, a nombre de una sociedad pantalla registrada en las Islas Caimán. Dos millones de euros. Transferidos desde la cuenta de 'Operaciones Especiales' de la empresa familiar.
Matteo tragó saliva.
—Damián, puedo explicarlo...
—La explicación —interrumpí, levantándome— está en la página siguiente. Ahí se detalla cómo ese dinero terminó en una cuenta controlada por los Mancini. No a la organización en sí, oh no, eso habría sido demasiado obvio. A un negocio de lavado de dinero en Palermo.
Mi hermano se encogió en el sillón. Por primera vez en años, parecía un niño asustado.
—No sabía... Ellos me aseguraron que era una inversión legítima.
—¡Una inversión legítima! —Golpeé el escritorio con tanta fuerza que el portátil tembló—. ¿Eres tan ingenuo, Matteo?
—Debía dinero —confesó en un suspiro, derrotado—. Mucho dinero. Y no era a cualquiera. Era a... personas con métodos de cobro muy persuasivos.
—Personas como Vittorio Mancini —dije—. Que no solo es un mafioso, sino que además es el principal competidor de Armando Montenegro en la licitación del puerto de Barcelona.
Todo encajaba. Montenegro no me había chantajeado con fotos comprometedoras o un escándalo de faldas. Me había mostrado una prueba de que mi hermano había desviado fondos de la empresa familiar para saldar una deuda de juego con la mafia.
—Ellos... me ofrecieron una salida —murmuró Matteo—. Dijeron que si les pasaba información sobre Montenegro, limpiarían mi deuda.
—Y en lugar de venir a mí, decidiste convertirte en un espía industrial —concluí—. Brillante.
—¡No lo entiendes! —gritó, levantándose de un salto—. ¡Iban a lastimarme! ¡Y... y me enamoré de ella!
El silencio que siguió fue tan pesado que casi podía tocarse.
—¿De quién? —pregunté, aunque ya lo sabía.
—De Sofía —susurró—. La hija de Mancini. Ella... ella también quería escapar. Juntos... pensamos que podríamos huir. Empezar de nuevo lejos de todo esto.
—Dios mío —respiré, sintiendo cómo el suelo se movía bajo mis pies—. No solo debes dinero, no solo robaste, no solo espiaste... ¿Encima te enamoraste de la hija del jefe mafioso y pensaste que podrían escapar?
—Era real, Damián —dijo con una luz en los ojos que no le había visto en años—. Lo nuestro era real.
—¡Lo real es que ahora los Mancini te quieren muerto por intentar escaparte con su princesa, y Montenegro nos tiene a los dos por el cuello! —rugí—. ¿No entendías que ella era su posesión más preciada? ¿Su moneda de cambio para futuras alianzas?
Matteo palideció hasta volverse translúcido.
—Pensamos que podríamos...
—¡No pensaron! —lo interrumpí—. Jugaron a ser Romeo y Julieta en el mundo real, donde los finales felices no existen. Don Luciano no perdona una afrenta así. Y Montenegro... Montenegro usa esto para forzarme a casarme con su hija.
—Damián, lo siento...
—Lo sientes —repetí, con un humor amargo—. Guarda tus disculpas. Harás exactamente lo que te diga. Primero: rehab. Esta vez no será un spa de lujo. Segundo: ninguna cuenta personal, ningún acceso a fondos. Y tercero... —Me acerqué, hasta que solo una pulgada nos separaba—. Si vuelves a acercarte a ella, si intentas contactarla de cualquier forma, no me importará lo que te hagan. Porque yo mismo seré el primero en buscarte.
Matteo asintió, con lágrimas de vergüenza y miedo en los ojos
—Y ahora, sal —le dije, dándole la espalda—. Necesito pensar en cómo demonios voy a salir de este lío.
Cuando la puerta se cerró, me dejé caer en el sillón. No se trataba solo de la empresa. No era solo mi reputación. Era la vida de mi hermano, por más tonto que fuera, la que estaba en juego. Y la única manera de salvarlo, al menos por ahora, era hacer el papel del prometido leal de Valeria Montenegro, mientras intentaba evitar que dos familias poderosas nos destruyeran a los dos.
--Necesito un trago y despejar la mente un poco de la ira que me hace cargar este tonto que tengo por hermano.
Me serví un vaso con hielo y abrí la vitrina buscando algo que tomar, conseguí una botella de whisky la cual me habían dado en uno de los últimos eventos que asistí.
Me hizo pensar en recordar que en ese momento mi vida no estaba hecha un caos y mi estúpido hermano solo debía preocuparse de no gastar dinero de la familia, Me serví el vaso de whisky y pensé en salir, debo hablar con Adrián, despejar la mente, me tome el whisky y me monte en mi alfa romeo directo al dojo.