 
                            Ella necesita dinero desesperadamente. Él necesita una esposa falsa para cerrar un trato millonario.
El contrato es claro: sin sentimientos, sin preguntas, sin tocarse fuera de cámaras.
Pero cuando las cámaras se apagan, las reglas empiezan a romperse.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Silencios inoportunos
...CAPÍTULO 21...
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...EMMA RÍOS...
El resto del día transcurrió más rápido de lo que esperaba.
Después de esa desagradable charla con mi madre, necesitaba distraerme, así que decidí ir directo a la universidad para entregar unas cosas pendientes.
La entrada del campus me recibió con miradas curiosas y cuchicheos.
Era normal ya. Desde que mi boda salió en portales de sociedad, no había día en que no sintiera los ojos ajenos en mi espalda.
Algunos fingían admiración, otros pura envidia.
Caminé con paso firme hasta el edificio de diseño. Llevaba los bocetos de mi nuevo proyecto y algunos documentos. Mis profesores se mostraron amables, incluso serviciales, y eso siempre me resultaba sospechoso.
—Señora Blake, me encantaría que revisara esta propuesta —me dijo uno de ellos, mostrándome una carpeta—. Sé que su esposo tiene inversiones en el área textil… quizá le interese este modelo de negocio.
Sonreí con educación.
—Lo tendré en cuenta, profesor. Pero recuerde que lo que me trajo aquí fue estudiar, no hacer conexiones.
Él rió incómodo, y yo salí del aula antes de escuchar más halagos disfrazados de interés.
Afuera, Abel me esperaba apoyado en una columna, con las gafas de sol puestas y ese aire relajado que parecía atraer a más de una estudiante.
—¿Lista, jefa? —preguntó con su tono amigable.
—Te he dicho que no me llames así.
—Está bien, “señora elegante que compra medio centro comercial”.
—Abel… —lo fulminé con la mirada.
Él sonrió, levantando las manos en señal de rendición.
—Solo trato de aliviar el ambiente. Pareces tensa.
—Lo estoy —admití.
Subimos a la camioneta y nos dirigimos al hospital.
A medida que nos acercábamos, el nudo en mi pecho se apretaba.
Sofía estaba mejor, sí, pero cada vez que la veía en el hospita, junto a esos aparatos me recordaba por qué había aceptado casarme con Leonardo.
Por ella.
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En la habitación, Sofía estaba recostada, mirando una película en el televisor.
Cuando me vio, sus ojos brillaron.
—¡Hermana! —exclamó con una sonrisa.
—Hey, Sofí —le dije, dejando las bolsas en una silla—. Te traje algunas cosas.
—¿Qué cosas? —preguntó, incorporándose un poco.
—Ya sabes…cosas que se que te gustan. —Fingí misterio mientras sacaba los regalos: un peluche gigante, ya que le encanta coleccionarlos, un kit completo de maquillaje, skin care, ropa y un abrigo costoso color lavanda de la marca “KST”, que ella había visto y lo deseaba con ansias.
Sofía soltó un chillido de emoción.
—Me encantan. ¡Gracias!
—Sabes que haría lo que fuera por verte sonreír.
Ella me miró con ternura, pero también con algo de tristeza.
—Has estado muy ocupada, me imagino…
—Lo sé, perdón. —Le acaricié el cabello—. Pero prometo que estaré aquí cuando te den el alta.
—Lo sé. —Su voz se quebró un poco—. Emma, gracias por todo.
—No tienes que agradecerme nada. Eres mi hermana.
Nos abrazamos un rato.
Era tan fuerte y a la vez tan frágil, todo lo que tuvo y tiene que pasar, sin contar lo desagradable que fue para ella el abandono de nuestra madre y aun así, ella siempre tenia una sonrisa en sus labios.
Cuando salí de la habitación, alguien estaba apoyado en el marco de la puerta de al lado, con las manos en los bolsillos.
Leonardo.
—No esperaba verte aquí —dije, sorprendida.
—Vine a ver cómo seguía Sofía. Susan me informó que había tenido algunos mareos.
—Ya está mejor.
Él asintió.
El silencio que siguió fue… incómodo.
Había algo distinto en su forma de mirarme. No era frialdad, pero tampoco cariño. Una mezcla rara, como si quisiera decirme algo y no supiera cómo.
—Te ves cansada —murmuró finalmente.
—Tengo mucho en la cabeza, últimamente.
—Por el tema de tu padre y ahora el encuentro con tu madre…me imagino.
Lo miré, dolida.
—Así que Maxwell también te contó eso.
—Estás en lo cierto—respondió, serio—. Sabes…yo también me preocupo por ti, Emma.
Hubo un segundo, solo uno, en el que el silencio nos envolvió y solo pude ver la honestidad en sus ojos.
Quise pensar que de verdad le importaba.
Pero justo cuando iba a responder, su teléfono sonó.
Miró la pantalla y su expresión cambió al instante.
—Tengo que atender esto. Es urgente.
—Claro —dije con una sonrisa que no llegaba a mis ojos—. Dale, no hay problema.
Él se alejó unos pasos, hablando en voz baja.
Y yo, sin pensarlo demasiado, seguí mi camino.
Abel me esperaba en el pasillo, con una bolsa de café en la mano.
—¿Todo bien? —preguntó, ofreciéndome un vaso.
—Sí… —Mentí otra vez—. Vámonos a casa.
Él asintió, caminamos hacia el auto y me abrió la puerta de este.
Desde la ventana, vi a Leonardo salir del hospital aún con el teléfono en la oreja.
No sé si era mi imaginación, pero juraría que su mirada se cruzó con la mía antes de que Abel arrancara el motor.
Mientras el auto se perdía entre las calles, pensé en lo absurdo que era todo.
Casarme por un contrato, dormir en una mansión que no sentía mía, tener un guardaespaldas que me hacía reír más que mi propio marido, y fingir que todo estaba bajo control…cuando en realidad todo en mi vida comenzaba a desmoronarse.
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Esa noche llegamos tarde a la mansión.
El recorrido desde el hospital fue silencioso. Abel trató de animarme con alguna broma sobre cómo me veía más elegante que las modelos de una pasarela, pero solo le sonreí por cortesía.
Mi cabeza era un caos.
Mi madre, mi padre, Sofía, la universidad, Leonardo…
Todo se mezclaba como una maraña imposible de desenredar.
Cuando por fin ya estaba en la mansión, fui hacia al balcón y me quedé ahí por unas horas, sin darme cuenta, Susan, apareció en la entrada de la habitación sacándome de mis pensamientos y me saludó con un gesto rápido.
—El señor Blake está en su despacho. Dijo que te espera para cenar.
—No tengo hambre. —respondí sin detenerme.
Entré al baño, me lavé la cara y me puse una camiseta grande que me llegaba a medio muslo.
El silencio de la habitación era tan denso que podía escucharse mi respiración agitada.
Encendí la lámpara, me metí a la cama y me tapé hasta el cuello, como si las cobijas pudieran protegerme de todo.
Pero, por supuesto, no me dieron ni cinco minutos de paz.
Alguien tocó la puerta.
—No estoy de humor —murmuré.
La puerta se abrió igual.
—Qué bueno que no lo estás, porque tampoco estoy aquí para hacerte reír —dijo esa voz grave y conocida.
Leonardo entró con el ceño fruncido y las mangas de su camisa dobladas hasta los codos. Se veía… agotado. Pero aun así, su presencia llenaba la habitación como si el aire se volviera más pesado.
—¿Qué haces aquí, Blake? —pregunté, cubriéndome un poco más con la sábana.
—Venía a hablar. —Cerró la puerta tras de sí y se sentó en el borde de mi cama—. No me gusta cómo terminamos el día.
—¿De qué hablas? —pregunté sin mirarlo.
—De ti —dijo con esa seriedad que solo él manejaba—. Te vi rara. En el hospital. Parecías… otra.
—Estoy cansada, Leo. Solo eso.
—No. —Su tono bajó, casi como un susurro—. Hay algo más.
Me quedé callada.
Él se pasó una mano por el cabello, frustrado.
—Emma, si algo pasa, necesito saberlo. No solo porque estemos casados —bueno, fingiendo estarlo— sino porque… —hizo una pausa, respiró hondo—, porque te afecta y eso puede afectar todo lo que estamos construyendo.
—No todo tiene que ver con tu empresa. —Le lancé una mirada cansada—. No todo gira a tu alrededor, ¿sabes?
—Lo sé. —Su voz sonó más suave de lo habitual—. Pero cuando te miro y te noto así, me cuesta concentrarme.
Esa frase me descolocó por completo.
¿Leonardo Blake admitiendo que algo lo afectaba?
Eso era nuevo.
—¿Te cuesta concentrarte? —repetí, con una sonrisa incrédula.
—Sí. —Clavó su mirada en la mía, directa, intensa—. No soporto verte así.
El silencio volvió a colarse entre los dos.
Podía escuchar los latidos en mis oídos.
Su mano descansaba a solo unos centímetros de la mía sobre la cama, y por un segundo pensé que iba a tomarla.
—Hoy fue un mal día, Leo. Solo eso. —Finalmente solté el aire—. Hablé con mi madre, y digamos que no fue precisamente una charla amorosa.
Él bajó la mirada.
—Lo imaginé.
—Y luego pensar en todo mi pasado… me deja sin fuerzas.
Asintió, y por primera vez, en lugar de responder con una lección de moral, se limitó a decir:
—Entiendo.
—¿Tú? ¿Entendiendo algo que no se puede medir en números y contratos? —bromeé débilmente.
Eso le sacó una risa pequeña, sincera.
—Parece que no soy tan de piedra como crees.
—Eso está por verse.
Nos quedamos mirándonos, y algo cambió.
Sus ojos tenían ese brillo extraño, como si buscara en mí algo que tampoco entendía.
Me moví un poco en la cama, pero él no se apartó.
—Deberías irte —susurré.
—Podría —respondió, ladeando la cabeza—. Pero no quiero.
—¿Y si te digo que quiero dormir?
—Entonces me quedaré hasta que lo hagas.
—¿Qué parte de “quiero estar sola” no entendiste?
Él suspiró y se recostó sobre la cama, boca arriba, a mi lado, sin tocarme.
—No te toco, no hablo, no molesto. Solo… me quedo. Cómo lo he hecho los demás días. Recuerda que últimamente estamos durmiendo juntos y sé que te gusta.
—Leonardo…
—Shh. —giró apenas el rostro hacia mí—. Solo duerme.
No discutí.
Me giré dándole la espalda, y aun así sentía su calor.
Su respiración era lenta, constante.
Y aunque juré no cerrar los ojos, el cansancio me ganó.
Antes de quedarme dormida, escuché su voz muy bajita, casi un pensamiento escapándose de sus labios:
—No sé qué me pasa contigo, Emma. Pero cada día se me hace más difícil fingir.
A la mañana siguiente, cuando desperté, él ya no estaba.
Solo había una taza de café caliente en la mesita de noche, un plato que estaba cubierto y una nota doblada con su impecable letra:
“No olvides desayunar. Se que te estás saltando comidas y eres muy linda como para que te descuides.
Nos vemos en el almuerzo.
—Tu esposo ;)”
Y aunque no quería admitirlo…
sonreí.
qué bueno ....porque estaba pensando en varias maneras de desaparecer te sin dejar rastros 🤫😎
impotencia, dolor, decepción y amor....tan igual como Emma 🤦🏼♀️
tú gran CEO....te buscas una pendeja que te aguante tus delirios y todos felices
Escrito
😤🤦🏼♀️.... ay.....es que me lleva....
Yazz..... siento que las bilis se me revuelven del coraje !!!!! 😤😤😤😤😤