Mariana siempre fue una joven independiente, determinada y llena de sueños. Trabajaba en una cafetería durante el día y estudiaba arquitectura por las noches, y se las arreglaba sola en una rutina dura, viviendo con sus tíos desde que sus padres se mudaron al extranjero.
Sin embargo, su mundo se derrumba cuando decide revelar un secreto que había guardado por años: los constantes abusos que sufría por parte de su propio tío. Al intentar protegerse, es expulsada de la casa y, ese mismo día, pierde su trabajo al reaccionar ante un acoso.
Sola, hambrienta y desesperada por las calles de Río de Janeiro, se desmaya en los brazos de Gabriel Ferraz, un millonario reservado que, por un capricho del destino, estaba buscando una madre subrogada. Al ver en Mariana a la mujer perfecta para ese papel —y notar la desesperación en sus ojos—, le hace una propuesta audaz.
Sin hogar, sin trabajo y sin salida, Mariana acepta… sin imaginar que, al decir “sí”, estaba a punto de cambiar para siempre su propia vida —y la de él también.
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Capítulo 18
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Capítulo 18 – Al Ritmo de la Tentación
Cayó la noche, y con ella el sonido de las olas se mezclaba con el ruido del cierre siendo subido. Mariana estaba en el vestidor, probándose el vestido que Luísa había elegido para ella más temprano. Un modelo negro ajustado, con abertura lateral y un escote osado en forma de corazón que realzaba cada rasgo de su cuerpo. Se puso un labial rojo, sujetó parte de su cabello y se calzó unos tacones altos que hacían que cada paso sonara como poder.
Cuando salió de la habitación, Gabriel estaba en el sofá, mirando el celular distraído. Al levantar los ojos… se detuvo. Literalmente.
—¿Vas a salir así? — su voz salió ronca, casi fallando.
—¿Así cómo? — ella fingió inocencia, colocándose un pendiente.
—Mariana… — él se levantó despacio. — Ese vestido es… — se acercó, los ojos recorriendo cada curva. — Criminal.
Ella rió, pero se sonrojó levemente.
—Fue Luísa quien lo eligió.
—Obvio. Solo podía ser ella para ponerte algo que me va a dejar loco toda la noche.
Él sujetó su cintura y acercó los labios a su oreja.
—Pero estás… hermosa. Peligrosa. Solo mía.
Ella sonrió y respondió bajito:
—Solo tuya.
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La discoteca estaba llena, luces parpadeando, música alta, y un ambiente refinado de gente guapa y bien vestida. Fueron directo al palco reservado. Luísa ya se adelantaba, y Gustavo reía alto con dos tragos en las manos. Gabriel mantenía a Mariana cerca, con la mano firme en su cintura, como si quisiera marcar territorio.
Fue entonces que, entre las luces coloridas y los flashes de celulares, un hombre se acercó a Gabriel.
—¡Gabriel Ferraz! — dijo con una sonrisa amplia. — ¡Cuánto tiempo!
—¿Davi? — Gabriel respondió sorprendido, estrechando la mano del amigo. — ¡Pensé que estabas en Nueva York!
—Volví ayer. Vine a despejarme un poco. — Y luego, los ojos de Davi encontraron a Luísa.
Ella bajó los ojos al instante, y Mariana lo notó.
Davi
—¿Lo conoces? — preguntó Mariana, acercándose a ella.
Luísa intentó disimular el nerviosismo, pero su rostro sonrojado la delataba.
—Es Davi. Amigo de Gabriel desde la infancia… me gusta desde que tenía doce años.
—¿Y él lo sabe?
—¡Claro que no! — rió, nerviosa. — Siempre me vio como una mocosa. Pero hoy…
Mariana sonrió.
—Hoy estás deslumbrante. Ve y baila con él.
—¿Crees?
—Estoy segura.
Luísa respiró hondo, se acomodó el vestido pegado al cuerpo y fue hacia Davi, tirando de él de la mano con una sonrisa tímida. Mariana la observó con orgullo.
Ropa de Luísa
Fue cuando sintió una mirada ardiendo sobre sí.
Al girar, vio a Gabriel observando a cada hombre que pasaba cerca de ella. Y vio también sus ojos oscureciéndose cuando un grupo al lado la señaló y cuchicheó.
Y entonces… la sorpresa.
—¿Mari? — una voz llamó.
Ella giró y vio a Maya y Lucas acercándose.
—¿Qué hacen aquí? — ella sonrió.
—¡Vinimos a bailar! ¡Este lugar es increíble! — Maya respondió animada.
Lucas, por su parte, la observaba de arriba abajo, visiblemente encantado.
—Estás maravillosa hoy, Mari.
Gabriel vio todo.
Y aunque su rostro no lo demostrara, por dentro era un huracán de celos.
Fueron todos a la misma mesa, ahora un grupo mezclado de amigos y tensión mal resuelta. Gabriel se sentó al lado de Mariana, tirando gentilmente de ella para acercarla. Colocó la mano en su muslo, subió hasta su cintura, susurró en su oído:
—Está mirando mucho. Y no me gusta eso.
—Gabriel… — ella susurró, sin saber si reír o ponerse tensa.
Él entonces giró su rostro y la besó.
Un beso lento, caliente, posesivo. Frente a todos.
Lucas desvió los ojos, claramente incómodo. Maya fingía no notarlo, pero Luísa, que volvía de la pista con Davi, lo percibió todo y casi soltó una carcajada.
—Hermanito celoso, murmuró ella al pasar por Gabriel.
Él sonrió de lado, pero no quitó los ojos de Mariana.
La música continuaba, pero algo estaba cambiando entre ellos. El contrato aún existía. Pero ahora, el deseo ya no era solo físico. La posesión no era solo de fachada.
A los ojos de todos en aquella discoteca… ella ya era suya.