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La Maldición de mi Esposa

La Maldición de mi Esposa

Status: Terminada
Genre:Traiciones y engaños / Amante arrepentido / Divorcio / Completas
Popularitas:94
Nilai: 5
nombre de autor: Santi Suki

Vandra nunca imaginó que su aventura con Erika sería descubierta por su esposa, Alya.
El dolor que Alya sintió fue tan profundo que pronunció palabras que jamás había dicho antes:
"La oración de quien ha sido agraviado será concedida por Allah en este mundo. Tarde o temprano."
Vandra jamás pensó que las oraciones de Alya para él, antes de su separación, se cumplirían una por una.
¿Pero cuál fue exactamente la oración que Alya pronunció por Vandra?

NovelToon tiene autorización de Santi Suki para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 7

El pasillo del hospital se sentía atestado por el ajetreo de la gente que pasaba. El aroma punzante de las medicinas se mezclaba con el olor a sudor de las personas que esperaban su turno. Erika caminaba rápido, su rostro pálido no por arrepentimiento, sino por la preocupación de cómo la veían los demás.

Al llegar a la sala de emergencias, los ojos de Erika captaron de inmediato la figura de su madre, Bu Karin, que yacía con una manguera de oxígeno pegada a su nariz. El rostro de la mujer de mediana edad se veía débil, con la boca torcida, un lado de su cuerpo rígido. Pak Erwin estaba de pie al lado de la cama, sosteniendo la mano de su esposa con fuerza, su rostro tenso y lleno de ansiedad.

"Mamá". La voz de Erika era suave, pero sus ojos se llenaron de lágrimas por el miedo a perder su apoyo, no por culpa. Rápidamente se acercó y tomó la mano de su madre. "Tranquila, mamá. Erika está aquí. Todo estará bien".

Pak Erwin se giró, sus ojos rojos e hinchados, pero no salió ira. Más bien, había una mirada que parecía suplicar.

"Erika, no hagas que tu madre se ponga más triste. Lo importante ahora es que estés aquí. Eso es suficiente".

Erika soltó un suspiro de alivio. No había palabras de reproche. No había gritos acusándola de ser la causa de todo esto. En su corazón, incluso se sentía en lo cierto. "Sí, merezco ser amada. Si otros no pueden aceptarlo, es su culpa, no la mía".

Varias enfermeras entraban y salían monitoreando la condición de Bu Karin. Uno de los médicos explicó: "El ataque de apoplejía es bastante grave, pero si la familia puede mantener tranquilos los sentimientos del paciente, es muy probable que su condición se estabilice. No dejen que Bu Karin se preocupe demasiado".

Erika asintió rápidamente, como si eso reforzara su posición. "Mira, papá. Mamá no debe estresarse. Así que, nunca más hables de esos chismes delante de mamá. No quiero que mamá se enferme más por las palabras de la gente".

Pak Erwin soltó un largo suspiro. "Sí, hija. A papá tampoco le importan las palabras de la gente. No saben nada. Lo importante ahora es que mamá pueda recuperarse".

Al oír eso, Erika sonrió levemente, sintiéndose apoyada. Una calma se deslizó por su pecho. Ya no pensaba en cómo las noticias virales sobre ella y Vandra avergonzaron a toda la familia. Para ella, eso era solo un ruido que poco a poco desaparecería.

"Mamá, no te preocupes", susurró Erika mientras acariciaba la mano lánguida de Bu Karin. "Ahora tengo a Vandra. Él me ama, mamá. Estaré bien".

Pak Erwin solo guardó silencio. Su rostro envejeció más rápido, como si cargara con un peso que no podía expresar. El hombre de mediana edad no reprendió a su única hija. Para él, mantener la paz en el hogar y salvar la salud de su esposa era mucho más importante que juzgar a Erika.

Erika se sentó tranquilamente en la silla junto a la cama. En su interior, se decía: "Mientras tenga a Vandra, no necesito el reconocimiento de nadie. Mamá y papá también siguen conmigo. Que el mundo odie, mientras tenga a las personas que necesito".

Mientras tanto, Alya ya se sentía algo más tranquila, aunque el dolor aún estaba allí. Al menos podía expresar lo que estaba sintiendo en ese momento.

"Al principio solía negar mi presentimiento sobre su traición. Porque estaba segura de que Mas Vandra no sería capaz de lastimarme", dijo Alya, su voz ronca después de un largo llanto que la agotó. Sus ojos estaban hinchados, sus mejillas llenas de rastros de lágrimas secas, mientras que su cuerpo se sentía débil como si ya no tuviera la fuerza para ponerse de pie.

Desde hacía rato, Maria y Rianti solo podían mirarla en silencio. Sabían que Alya no era del tipo de mujer que le gustaba quejarse, y mucho menos divulgar los trapos sucios de su matrimonio. Así que cuando esas palabras finalmente salieron, ambas pudieron sentir lo pesada que era la herida que cargaba.

"En realidad, Alá ya me había mostrado algunas señales, pero tenía miedo. Pensé que no era buena en mi tarea como esposa y madre, por eso Mas Vandra se veía indiferente y se había vuelto silencioso. Pensé que había cometido un error, así que pedí que me reprendieran y me recordaran si me olvidaba", continuó Alya con un sollozo que volvió a estallar. Cada palabra que pronunciaba era como un trozo de cristal que le laceraba el pecho.

"Al parecer, ya tenía a otra, una sustituta para mí". El tono de voz de Alya era suave, casi como un susurro. Sin embargo, cada letra fue suficiente para hacer que los corazones de Maria y Rianti también se desgarraran.

"¡Uf, rezo para que a Vandra y a esa robamaridos les llegue pronto el karma. Que sus vidas estén llenas de mala suerte!", dijo Maria, sus emociones desbordadas.

Para Maria, Alya era la imagen de una mujer casi perfecta, amable, paciente, obediente y cariñosa. No tenía sentido que una mujer tan buena fuera destruida por una traición.

Rianti giró la cabeza brevemente, con una sonrisa amarga. Su recuerdo se remontó al pasado, a la época en que Maria también había pronunciado oraciones similares para su marido. Y efectivamente, no hubo que esperar mucho para que la mala suerte cayera sobre ese hombre y su amante.

"Alya, ¿qué vas a hacer ahora?", preguntó Rianti, su voz sonaba tranquila pero llena de curiosidad.

Alya enderezó su cuerpo, aunque sus ojos todavía estaban húmedos. Una firmeza comenzó a crecer en su rostro. "Voy a denunciar a Mas Vandra y a Erika a la policía por cargos de adulterio".

"¡Genial!", exclamaron Maria y Rianti casi al mismo tiempo, como si recuperaran el espíritu de lucha en Alya. Ambas le dieron dos pulgares arriba.

"Te apoyo. Si necesitas un abogado, solo dilo. Que mi cuñado te ayude", dijo Maria mientras le daba una palmada en la mano a Alya, tratando de darle fuerzas.

"¿Ya has preparado las pruebas?", preguntó Rianti con un tono serio.

"Sí. Conseguí muchas pruebas del celular de Erika, ayer", respondió Alya suavemente, pero sus ojos ahora reflejaban una luz de determinación.

Maria se inclinó hacia adelante, mirando a Alya con firmeza. "De todas maneras, te vamos a cuidar y proteger. No estás sola. Que Vandra y esa robamaridos sientan el frío de los barrotes".

Rianti asintió. "Si cuando mi marido me engañó hubiera existido una ley así, seguro que lo habría metido en la cárcel a él y a su concubina". El tono de voz de Rianti se elevó, conteniendo una vieja herida que aún permanecía.

"Pero, matar la identidad de tu marido es más aterrador, Rianti. Tu marido figura como una persona muerta", dijo Maria en voz baja. Esa declaración le puso la piel de gallina.

Alya sonrió levemente. Su recuerdo se remontó al día en que Rianti le mostró el certificado de defunción de su marido, como si demostrara que ese hombre realmente había muerto aunque su cuerpo aún estuviera vivo. Rianti incluso llegó a recibir una prestación económica de la oficina de su marido. Todo eso lo hizo en un estado casi de locura debido al estrés.

Rianti soltó una risita amarga. "Esa es la mejor venganza para alguien que ha robado la felicidad de mi familia".

Los ojos de Rianti vagaron a lo lejos, su voz temblaba pero había una satisfacción escondida. Contó otra vez, sobre un pasado amargo. Su marido, un funcionario público con un alto cargo, se casó en secreto y embarazó a otra mujer.

Cuando nació ese niño, Rianti lo arrebató sin piedad. A esa concubina nunca más se le permitió ver a su hijo biológico. Como resultado, la mujer cayó en una depresión hasta que ahora su vida está confusa. Mientras que ese niño creció feliz en los brazos de Rianti.

"Esa es la venganza más apropiada. Porque mi familia no debe ser destruida solo por una lujuria barata", dijo Rianti fríamente. Admitió que se había mantenido firme solo por sus hijas, porque su amor había muerto hacía mucho tiempo.

Alya escuchó esa historia con el pecho agitado. Había una sensación de horror, también una sensación de asombro. Era como si le dieran una imagen real de cómo una herida profunda podía convertirse en fuerza para sobrevivir.

"Alya", la voz de Maria rompió el ensimismamiento, "¿vas a seguir con Vandra o te vas a divorciar de él?".

Esa pregunta golpeó a Alya justo en la boca del estómago. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Bajó la mirada, sus dedos retorcían el hiyab que cubría su pecho. En su corazón, todavía había un amor que se negaba a extinguirse, pero al mismo tiempo también había una herida que ya no podía ignorar.

El pecho de Alya se sentía apretado, como si cada respiración fuera una decisión que debía tomarse de inmediato. Las lágrimas que acababan de secarse, volvieron a caer mojando sus mejillas.

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