Engañada Por Su Novio, Se Casa Con Un Joven Millonario

"¿Hola? Assalamu'alaikum, señora?"

Cahaya justo iba a meter la ropa planchada en el armario del segundo joven amo, cuando sonó el timbre de su teléfono. La chica lo abrió rápidamente y resultó ser una llamada de su madre que estaba en el pueblo.

"Aya, nuestro huerto que está detrás de la casa ha sido confiscado por el banco". Se oía a su madre hablar entre lágrimas.

"¿Confiscado por el banco?", preguntó Cahaya en voz alta por la sorpresa. "¿Cómo puede ser? ¿Acaso no tienes deudas?"

"Perdóname, hija. He cometido un gran error". La voz de la señora Ningsih se hacía más entrecortada, cada respiración suya sonaba dolorosa.

Cahaya respiró hondo. No quería juzgar a su madre. No sabía por lo que estaba pasando la mujer que la había traído al mundo.

"¡Habla despacio, mamá! ¿Qué ha pasado exactamente para que el banco confisque nuestro huerto? ¿Papá y tú buscasteis un préstamo en el banco a espaldas de Aya?"

"No, hija, no es así. En ese momento, Yuda vino a casa, pidió el certificado de nuestro huerto y yo se lo di".

"¿Qué, mamá, Yuda?" El mundo de Aya pareció detenerse. Agarró el auricular con fuerza, intentando asimilar las palabras que acababa de escuchar.

"¿Yuda pidió el certificado del huerto? ¿Para qué, mamá? ¿Cuál fue la razón para que Yuda pidiera el certificado de nuestro huerto? ¿Y por qué se lo diste?"

El llanto de la señora Ningsih se desató. "Hijo Yuda, él pidió dinero extra para tu boda. Amenazó con cancelar todo si yo no le daba ese dinero. Yo... yo quería mucho verte casada. Confié en Yuda. Pero resultó que..." El llanto incontrolable de la señora Ningsih ensordeció a Aya.

Cahaya contuvo las lágrimas, intentando controlar las emociones que se agitaban en su interior. Su pecho subía y bajaba rápidamente, reprimiendo la ira que estaba a punto de estallar.

Eso que ya había intentado perdonar todo. Solo quería vivir en paz sin guardar rencor ni odio. Sin embargo, resultó que la tormenta no había pasado del todo. Lo que acababa de decir su madre, derrumbó su frágil fortaleza.

"¿Entonces, Yuda empeñó nuestro huerto?" Sus manos se apretaron con fuerza.

"Yuda sacó un préstamo grande en el banco usando como garantía ese certificado. Y ahora dice que ya ha vencido. El banco reclama el pago y yo no tengo tanto dinero. Así que, lamentablemente, nuestro huerto ha sido confiscado".

La voz de la señora Ningsih sonaba débil y temblorosa, casi inaudible. Cahaya intentó escucharla con paciencia aunque la ira parecía querer hacer explotar su cerebro.

"Habría renunciado al huerto si Yuda realmente se hubiera casado contigo. Pero..." la señora Ningsih hizo una pausa.

"Pero resultó que Yuda usó el certificado de nuestra tierra para casarse con otra chica. Su boda se celebrará la semana que viene". La voz de la señora Ningsih pareció ahogarse en su garganta.

Aya solo pudo escuchar. Tampoco sabía qué responder. Le dolía el pecho, pero parecía que ya no podía llorar. Sus lágrimas parecían haberse secado.

"La boda es muy lujosa. Su casa ya ha empezado a ser decorada. Ahora en su casa están cocinando. Todas las vecinas han sido invitadas a ayudar con los preparativos". Su voz se interrumpió por sollozos contenidos.

Aya se quedó en silencio, congelada en su lugar. Quería responder, pero las palabras se le atragantaron en la garganta, incapaz de formar una frase completa.

"Eso es lo que lamento". La señora Ningsih se lamentó. "Yuda... él... usó el dinero para su lujosa fiesta de bodas".

El silencio se cernió entre ellas, solo lleno por los sollozos desgarradores de la señora Ningsih. Aya sintió un dolor inmenso, mezclado con una ira abrasadora. Se sintió traicionada no solo por Yudha, sino también por su propia madre.

"Mamá..." La voz de Aya sonó débil, aún intentando contener sus emociones. "¿Cómo pudiste confiar tan fácilmente en él? ¿Esa tierra es herencia de la abuela?"

"Soy una tonta, Aya" La señora Ningsih se lamentó. "Confié demasiado. Yo... ni siquiera sabía que Yuda también te pedía dinero siempre".

Aya respiró hondo, intentando calmarse. No solo su madre era tonta, ella misma también era tonta. Ambas eran tontas por confiar demasiado en la boca dulce de Yuda.

"Ya, mamá. No llores más. Ahora tranquilízate. Voy a intentar solucionar este problema. Quizá pueda pedirle dinero prestado a la señora para pagar la deuda a plazos. No quiero perder nuestro huerto".

Aya colgó el teléfono con la mano temblorosa. Las lágrimas finalmente bañaron sus mejillas, fluyendo sin poder evitarlo. Dolor, ira y odio llenaron su corazón.

Sin darse cuenta, alguien detrás de la puerta escuchaba su conversación. Marcel acababa de llegar de la empresa. Se abstuvo de entrar en la habitación al oír la voz de Cahaya hablando por teléfono. Prefirió escucharla hasta el final, luego se alejó de la puerta al ver a Aya secarse las lágrimas y prepararse para salir después de terminar el trabajo.

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Esa noche, Aya no pudo dormir. Sus pensamientos estaban muy confusos. No sabía cómo recuperar ese certificado de tierra, o al menos aliviar la carga de la deuda de su madre.

No es algo fácil. Yuda y su familia son personas astutas y sin moral. ¿Tendrá que rendirse otra vez esta vez?

*

*

*

Mientras tanto, en otro lugar…

Un hombre con rostro astuto estaba acostado sonriendo en su lujosa cama. Lujosa para un aldeano.

Yuda sonrió mirando su teléfono móvil. "Ah, maldita sea. Ahora ya no puedo pedirle dinero", maldijo molesto.

"Por suerte soy inteligente. Si no, quizá ya estaría en la cárcel".

Yuda volvió a mirar el teléfono móvil. El historial de chat que no ha sido borrado hasta ahora. Otro teléfono, un teléfono de repuesto que solo usa para enviar mensajes a Cahaya. Un teléfono diferente con un número diferente al que suele usar para el público.

"¡Qué chica más tonta!", maldijo de nuevo imaginando el rostro lloroso de Cahaya. "Huh, es una lástima. En realidad es guapa. Pero por desgracia, tiene una pierna más larga que la otra", dijo con desprecio.

"¡Chica tonta, su madre también es tonta!", dijo de nuevo con tono burlón. "Pero tengo suerte de que sean tontas. Así puedo aprovechar su estupidez para casarme con una chica guapa y de una familia rica".

Volvió su cuerpo que estaba boca arriba, luego se echó boca abajo abrazando una almohada larga. "Bunga... Me pregunto qué se siente ser virgen".

Yudha no es un hombre recto. Incluso se podría decir que pertenece a la categoría de bandera roja, solo que nadie lo sabe, ni siquiera su familia. El dinero de la matrícula que siempre le pedía a Cahaya, en realidad solo lo usaba para divertirse en la ciudad. Entrar y salir de clubes nocturnos es su afición.

"Hah, debería haber probado a Cahaya antes de tirarla. Se puede dar por hecho que Cahaya todavía es virgen. Maldita sea, soy muy desgraciado".

Todavía boca abajo abrazando una almohada larga, cerrando los ojos con fuerza. De repente, la imagen del rostro de Cahaya pasó por delante de sus ojos. Mejillas sonrojadas, labios carnosos. Realmente tentador para morder.

Cerrando los ojos, aprisionando la almohada larga debajo de él con movimientos de cadera arriba y abajo. Tocando lo suyo...

"Ahhh... Aya..."