NovelToon NovelToon
LO Difícil De Amar

LO Difícil De Amar

Status: En proceso
Genre:Amor-odio / Diferencia de edad / Mujeriego enamorado
Popularitas:1.5k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Ella tiene 17, él 25.
Ella quiere vivir, él quiere estabilidad.
Ella apenas empieza, él ya está listo para formar una familia.
No tienen nada en común... excepto lo que sienten cuando se miran.

Lía no está buscando enamorarse. Oliver no puede permitirse hacerlo. Pero el destino no siempre pregunta.
Un roce de manos, una conversación a medianoche y el miedo de amar cuando no se debe…
Una historia dulce, intensa y real sobre el amor que llega en el momento menos adecuado… o tal vez, en el más perfecto.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 7

Narrado por Oliver

La oficina es amplia, luminosa, con paredes de vidrio y planos por todos lados. La mayoría de las veces, el sonido del teclado mezclado con las risas de fondo y los golpes de una impresora atorada llenan el ambiente. Llevo apenas tres semanas trabajando en el estudio junto a Elías y ya empiezo a construir una rutina.

Llego temprano. Siempre. Me gusta ver la ciudad a través de los ventanales antes de que todos lleguen. Tomo café solo. Reviso correos. Me pierdo en renders y presupuestos que parecen no acabar nunca. Me repito que estoy enfocado, que tengo metas claras, que esto es lo que quiero.

Pero últimamente…

Me descubro a mitad de una reunión pensando en ella.

Lía.

Maldita sea.

No sé en qué momento se metió en mi cabeza. Apenas la conozco, pero aparece sin permiso, como si su nombre estuviera grabado en algún rincón de mi memoria.

Es la hermana de Elías. Joven, desordenada, divertida. Una chica en pleno descanso de la vida real, pasando vacaciones, saliendo de fiesta como si el mundo se acabara mañana. No tenemos nada en común. Nada que justifique este estúpido interés.

Una chiquilla.

Yo tengo veinticinco. Ya no estoy para andar enredándome con una adolescente que apenas comienza a descubrir el mundo. Y sin embargo…

Desde aquella noche que la llevamos al apartamento, borracha y sin filtro, no dejo de pensar en ella. No de forma romántica, o al menos eso me digo. Solo… en su manera de mirar las cosas, en cómo se ríe sin preocuparse por parecer ridícula.

Me regaño mentalmente todos los días. Esto no debería estar pasando.

—¿Te gusta el diseño del tercer piso o prefieres que cambiemos la iluminación natural? —pregunta Elías desde su escritorio.

—Eh… sí, mejor que entre luz directa. Le da más vida.

Asiente y vuelve a su monitor. Me cuesta mantener la atención. Elías no sospecha nada, y no hay razón para que lo haga. No he hecho nada. No voy a hacer nada.

Solo es su hermana.

Una que sonríe demasiado bonito.

Una que no piensa en mí más allá de un saludo casual cuando hablamos por videollamada. A veces se cuela en el fondo, grita algo sobre comida o le reclama a Elías por no recoger su cuarto. Me río, disimulo, cuelgo, y después me siento idiota por quedarme un rato pensando en lo que dijo.

Es mejor dejarlo así.

Me concentro en mis planos, en los proyectos que vienen. En las cosas que tienen sentido. Pero por las noches, cuando llego al apartamento y todo está en silencio, cuando apago la lámpara del comedor y me estiro en el sofá solo por costumbre… me pasa por la cabeza.

¿Estará bien?

¿Dónde estará ahora?

¿A qué fiesta fue esta semana?

No debería importarme. Pero me importa.

Y no sé por qué.

Quizás porque me hace sentir joven. O libre. O quizás solo me recuerda una parte de mí que olvidé hace tiempo.

No lo sé.

Solo sé que tengo que sacarla de mi cabeza. Porque ella no está pensando en mí. Y eso, curiosamente, me da paz. Porque así puedo seguir engañándome con que esto no significa nada.

Nada en absoluto.

[...]

Pensé que iba a tener el apartamento para mí todo el fin de semana. Elías tenía una salida con su novia y, por primera vez en mucho tiempo, el silencio se apoderó del lugar. Me serví café. Me senté en el sofá con el portátil en las piernas. Todo apuntaba a una tarde tranquila, sin interrupciones, sin responsabilidades urgentes, sin conversaciones incómodas que quisiera evitar.

Y entonces sonó el timbre.

Me levanté sin apuro, pensando que sería algún pedido equivocado o un vecino confundido.

Pero era ella.

Lía.

Parada en la puerta con una bolsa de tela colgando del brazo, el cabello recogido en un moño desordenado, una sudadera demasiado grande y esa expresión suya de “no vine por ti, tranquilo”.

—Mi mamá mandó comida para Elías —dijo alzando un poco la bolsa—. Le dio ataque maternal y cocinó como si fueran veinte.

Asentí, haciéndome a un lado.

—Él no está. Salió con Clara.

—Ya lo sé. Me llamó. Pero mamá insistió y bueno... ya estaba de camino.

Entró con toda la naturalidad del mundo, como si este fuera también su espacio. Y en parte lo es. Puso los tuppers sobre la encimera y se giró para mirarme.

—¿Te molesta si me quedo un ratito? Está lloviendo horrible afuera y me da flojera manejar así.

—No, claro que no. Quédate.

Se quitó los zapatos y caminó descalza hasta el sofá. Se dejó caer con un suspiro largo, como si acabara de dejar una carga invisible. Me senté al otro lado, guardando esa distancia neutral que no significaba nada pero lo decía todo.

—¿Y tú qué haces solo? —preguntó sin mirarme, entretenida con una de las costuras del cojín.

—Trabajando. O tratando. Hoy no estoy muy concentrado.

—¿Te distrae la lluvia o la vida? —bromeó.

Me reí por lo bajo. Tenía esa forma de leer más allá, sin que pareciera que lo hacía a propósito.

—Las dos cosas, creo.

—A mí me pasa. Cuando llueve solo quiero dormir o ver películas viejas. Hoy vi “Mujer bonita” por cuarta vez.

—¿Te gusta ese tipo de finales?

—No lo sé… supongo que sí. Aunque en la vida real nadie te sube en una limusina y te dice que vas a ser su princesa.

—Tal vez porque no es tan simple.

—O tal vez porque la vida real tiene horarios, trabajos y cenas familiares donde te preguntan qué vas a hacer con tu vida y tú solo quieres seguir comiendo papas.

Reímos. Me gustaba escucharla hablar sin filtros. Era tan distinta a las mujeres con las que solía salir. Sin doble fondo, sin necesidad de impresionar.

—¿Y ya lo sabes? —pregunté, curioso—. ¿Qué vas a hacer con tu vida?

Se encogió de hombros.

—No todavía. Pero tampoco me corre prisa. ¿Tú sí lo sabías a mi edad?

—A los dieciocho creía que iba a ser músico. Y mira. Arquitecto. Dibujando planos y cargando maquetas.

—¿Y eres feliz?

Me tomó por sorpresa. No por la pregunta, sino porque nunca me la había hecho en voz alta.

—A ratos —respondí—. Me gusta lo que hago. Pero… no sé si es lo que soñaba.

Se quedó en silencio. El sonido de la lluvia golpeando el ventanal llenó el vacío. Por un momento, pensé que se había quedado dormida.

—Oliver...

—¿Sí?

—¿Por qué no duermes bien?

La pregunta me atravesó. No le había dicho nada de eso. Pero supo. Tal vez por mis ojeras, por cómo me pierdo cuando creo que nadie me ve.

—Tengo cosas en la cabeza.

—¿Cosas como qué?

La miré. Sus ojos verdes me observaban con atención genuina. Por un segundo, sentí que podía decirlo todo. Pero no lo hice. No debía.

—Como la vida. Y otras tonterías.

Ella sonrió. No insistió.

—Yo tampoco duermo bien —dijo bajito—. Pero no por cosas profundas. Soy ansiosa. Y tonta. Me invento problemas que no existen.

—No eres tonta.

—¿Entonces qué soy?

La miré. Su rostro estaba más cerca de lo que recordaba. Su voz más suave. Su presencia más intensa.

Y de pronto, el silencio ya no fue cómodo. Fue tenso. Lleno de lo que ninguno de los dos quería decir.

Yo sabía que no debía verla así. Que no era correcto pensar en ella como algo más que la hermana de mi amigo.

Pero ahí estaba. Frente a mí. Tan viva. Tan real.

Y yo tan jodidamente perdido.

—Eres alguien que me hace pensar cosas que no debería —murmuré, sin querer, sin planearlo.

Ella parpadeó. No retrocedió. No se rió. Solo bajó la mirada.

—¿Y qué vas a hacer con eso? —preguntó.

No respondí. Porque no sabía.

Y porque decirlo... sería el principio de algo que aún no estamos listos para enfrentar.

[...]

No pasó nada.

Ni un roce, ni una palabra de más, ni siquiera una mirada que pudiera decirse fuera de lugar. Pero me acosté con el cuerpo tenso, como si hubiera corrido una maratón sin moverme del sofá.

Lía se quedó dormida primero. Lo supe porque dejó de hablar. Porque su respiración se hizo más lenta, más suave. Me quedé sentado un rato más, mirando el techo como si ahí estuviera escrita alguna respuesta, y luego me fui a mi cuarto. Cerré la puerta sin hacer ruido, como si esconderme sirviera de algo.

No podía dormir. Otra vez.

Y esta vez no era por el trabajo, ni por el estrés, ni por la presión de una entrega. Era por ella. Por esa conversación ligera que terminó con un peso que todavía cargo en el pecho.

Por cómo me miró.

Por cómo me hizo sentir.

Y porque no debería sentirme así.

Es la hermana menor de Elías.

Tiene diecisiete.

Yo tengo veinticinco.

Ocho años no suenan tan mal… cuando tienes treinta y ocho y treinta. Pero ahora... ahora hay una diferencia brutal. No solo de edad, sino de etapa. De mundo. Ella está empezando la vida. Yo estoy tratando de sostener la mía con las dos manos.

Me doy cuenta de que me gusta su voz cuando habla de cosas que le emocionan, que me hace reír sin esfuerzo, que su forma de ver el mundo es como un soplo de aire limpio. Pero también sé que para ella, esto no significa nada. Que simplemente me ve como alguien con quien se lleva bien. Un amigo, en el mejor de los casos. El roomie ocasional de su hermano. Un adulto más que la escucha sin juzgarla.

No un posible “algo”.

No una opción.

Ni siquiera un problema.

Me sentí estúpido recordando la forma en que me miró cuando dije esa frase, como un idiota.

"Eres alguien que me hace pensar cosas que no debería".

¿Qué esperaba que respondiera? ¿Que saltara a mis brazos?

Ella solo bajó la mirada. Como quien oye algo que no sabe cómo recibir. Como si no supiera si fue en serio. O si quería saber la verdad.

Porque no debería decirlo. Ni pensarlo.

Y sin embargo, lo pensé. Lo pienso.

Desde aquella noche en casa de la abuela Carmen, cuando la vi con el cabello recogido y esos ojos verdes abiertos por la sorpresa. Desde entonces. Tal vez desde antes, cuando escuché su voz por el altavoz de Elías. No lo sé. Lo único que sé es que ahora la tengo rondando mi cabeza más de lo que me gustaría admitir.

Desayunó conmigo esta mañana. Pan tostado y jugo. Se fue después de una ducha rápida. Nada fuera de lo común. Sonrió, me agradeció el sofá, me hizo un par de bromas, me deseó suerte con mi trabajo y desapareció. Así. Como si la noche anterior no me hubiese dejado cuestionando media vida.

La veo tan tranquila.

Tan ella.

Y yo... tan jodidamente confundido.

Esto no puede seguir.

No voy a arruinar mi amistad con Elías por una estupidez emocional.

No voy a leer más allá de lo que hay.

No hay señales. No hay nada.

Y si las hay…

No debo verlas.

Tengo que enfocar mi cabeza. El nuevo proyecto entra en su segunda fase. La constructora confía en mí. Elías también. Y tengo una reputación que mantener.

Lía volverá a su vida. A sus fiestas, a sus amigas, a sus desayunos con sus padres. Yo no formo parte de ese mundo.

Y está bien así.

Debería estar bien así.

Aunque no lo esté.

1
Lorena Espinoza
Lia y Oliver juntos son todo lo está bien🥰Los amo🫶🏻
Hermosa historia gracias F1or😉
Lorena Espinoza
Oliver😍😍😍
Eunice Velasquez
es muyyyy buena la novela
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play