Enzo Y Lori

Los días se deslizaron, arrastrándose con un peso denso y pegajoso que solo Lori podía sentir. La escuela, ese lugar que un día había sido un refugio de risas compartidas y encuentros fortuitos con Enzo, se había transformado en un sombrío escenario. Ahora, ella era una espectadora silenciosa que observaba la felicidad ajena desde la distancia. Los veía caminar juntos por los pasillos, un espectáculo diario de afecto que la taladraba: la mano de Enzo rozando la espalda de Irina, susurros cómplices que solo ella captaba, y esas sonrisas. Esas sonrisas, que antes habían sido un faro de calidez y seguridad para Lori, ahora le parecían una tortura exquisita.

​Lori intentó canalizar su creciente melancolía, se lanzó de lleno a sus clases y, sobre todo, a su pintura, el estudio de arte se convirtió en su única guarida, un espacio donde intentaba verter el dolor directamente sobre el lienzo. Era un intento desesperado por transformar la pena en algo tangible y bello, pero incluso ahí, en el olor a trementina y pintura al óleo, la imagen de Enzo e Irina se colaba sin permiso

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Intentaba forzar colores alegres, paletas vibrantes de amarillos y turquesas, pero sin darse cuenta, su pincel era guiado por una mano subconsciente hacia tonos más oscuros, azules profundos y grises terrosos. Sus nuevos cuadros, a pesar de su esfuerzo por disimularlo, reflejaban una tristeza honda que ya no podía esconder.

​Enzo, absorto en la novedad de su relación, no parecía percibir la brecha. O si notaba la distancia con Lori, la atribuía con despreocupación a la presión de los estudios o a la absorbente dinámica con Irina. De vez en cuando, le enviaba un mensaje rápido preguntando cómo estaba, pero las conversaciones morían de inanición. Lori respondía con la mínima cantidad de palabras, monosílabos cortantes, sin la energía o el deseo de entrometerse en la nueva y brillante vida que él había elegido.

​—¡Lori! ¿Qué tal estás? —la abordó Enzo un jueves en el pasillo, su rostro iluminado con una sonrisa radiante que Lori echaba tanto de menos como temía—. Irina y yo iremos a comer el sábado a ese sitio nuevo de pizzas. ¡Deberías venir con nosotros!

​Lori sintió el nudo habitual en la garganta. ¿Cómo iba a sentarse a esa mesa, la tercera rueda de un afecto que le rompía el alma, fingiendo que todo estaba bien?

​—Lo siento mucho, Enzo —respondió, su voz apenas un susurro firme—. Tengo que terminar un cuadro enorme para el proyecto de fin de curso. Estoy muy, muy ocupada este fin de semana, con la fecha límite encima.

​Enzo pareció sinceramente decepcionado, pero la emoción por su cita superó rápidamente la frustración.

​—Está bien. Mala suerte. Tal vez la próxima semana. De verdad, me alegro de que sigas pintando. Te ves muy enfocada y feliz —dijo, sin darse cuenta de la dolorosa ironía de sus propias palabras.

​Lori solo pudo ofrecer una sonrisa, una máscara que había perfeccionado en las últimas semanas, tan pulida que era casi impenetrable. La genuina felicidad de Enzo, esa alegría que emanaba de él, era su único ancla. No podía arruinar su momento. Se alejó, y mientras caminaba, sentía el peso de la soledad que la había acompañado años atrás. Solo que esta vez, la causa de su dolor era, paradójicamente, el mismo chico que la había rescatado de su oscuridad.

​Esa misma noche, mientras veían una película que a Irina en realidad no le gustaba, ella acurrucada contra el brazo de Enzo, decidió soltar el anzuelo. Había visto la interacción en el pasillo. La excusa de la pintura de Lori le parecía patética y conveniente.

​—Oye, cariño —dijo Irina, su voz suave, casi melosa, mientras trazaba círculos distraídamente sobre la manga de la sudadera de Enzo—. Qué bien que sigas tan pendiente de Lori.

​Enzo, que estaba concentrado en la pantalla, se giró para mirarla, sorprendido.

​—¿A qué te refieres? Solo le pregunté si quería venir con nosotros el sábado.

​Irina sonrió, una curva de labios que podría pasar por afecto, pero que escondía un cálculo frío.

​—Ya lo sé, tontín, y me encanta que seas así, es una cualidad hermosa. Pero... ¿no crees que te está acaparando un poco de tiempo? Digo, tú tienes tus cosas, yo tengo las mías... y luego está ella, siempre.

​—¿Siempre? En realidad no la veo, quizás un par de minutos en el pasillo a veces, y me mandó un mensaje la semana pasada.

​Irina suspiró, inclinando la cabeza ligeramente, como si el peso de su preocupación fuera enorme. Era la perfecta personificación de la 'amiga preocupada'.

​—Sí, lo sé, y no quiero sonar celosa ni nada... de verdad que no, es solo que, no sé, a veces da la impresión de que está enamorada de ti —Hizo una pausa dramática, buscando el impacto

—No es el caso, ella está enfocada en su arte.

—La conozco, claro, por ti, y se nota que es una chica muy sensible, me preocupa que confunda tu amistad con... otra cosa, ya sabes, ella siempre ha estado un poco sola, ¿no es así?

​La mención de la soledad de Lori, envuelta en ese tono de lástima condescendiente, era la parte más venenosa de su discurso. Era un golpe directo a la inseguridad y al pasado de Lori.

​Enzo rió un poco.

​—No deberías preocuparte, Lori no me interesa, no es como tú, sensible y hermosa, ella solo es una artista incomprendida, una chica fuerte.

​—Claro que es fuerte —asintió Irina rápidamente, recogiendo su anzuelo—. Solo que, a veces las personas se aferran a quien no deberían y tú eres un encanto, eres demasiado bueno, Enzo, no quiero tener que lidiar con una chica tóxica que persiga a mi novio en todo momento, la he visto, la forma en que te mira me da escalofríos.

—Jajaja Lori puede ser aterradora en ocasiones pero a mí solo me importas tú.

—Aún así deberías darle un poco de espacio para que se enfoque en su arte, después de todo escuché que está pensando en audicionar para la exposición de arte.

—¿Hablas de la galería grande?

—Eso escuche mi amor, así que dejemos que la pelirroja use sus mejores armas, no debes distraerla, deja que sienta que puede competir contra los verdaderos artistas, ¿me entiendes? Y cuando la rechacen ahí estaremos para ella.

​Irina se acercó y le dio un beso suave en la mejilla, justo en el momento en que Enzo comenzaba a fruncir el ceño.

​—Solo piénsalo, mi amor, es por el bien de ella, para que pueda ser más independiente.

Enzo acarició el hermoso rostro de Irina.

—Me encantas. Dijo casi en un susurró.

Irina comenzó a besarlo haciendo que Enzo olvidará todo, el veneno había sido inyectado con una sutileza aterradora. Irina había logrado sembrar la semilla de la duda en Enzo, envolviendo sus celos e inseguridad en la capa de una 'preocupación altruista' por la salud emocional de Lori.

A partir de esa noche, Enzo no solo sintió que debía distanciarse por su relación con Irina, sino que también comenzó a creer, muy a su pesar, que lo estaba haciendo por el bien de Lori.