Catalina una joven hija de un ex convicto, creció sin madre con una crianza llena de armas y entrenada por su padre desde niña, decidió no seguir sus paso cuando su padre fue arrestado, arreglándose sola a los 18 años,terminó sus estudios alistandose al ejército.
Pero su vida dio un giro al morir en combate, reencarnando en la protagonista Eludy Volcania de su libro que nunca le gustó, donde la Emperatriz era sumisa a su esposo, quien siempre se mostró el " Gran hombre y esposo" terminando ella con un final colgada frente a todos para ser decapitada.
- Maldita sea, soy la Idiota de la Emperatriz ¿ Porque ella? - Maldecía mientras gritaba al cielo
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Tómalo como un regalo
••• Reino de Threnody •••
—Galileo, ¿sabes algo del Rey? —preguntaba mientras caminaba de un lado a otro con evidente nerviosismo.
—No, mi señor… nada aún —respondió el hombre, bajando la mirada con pesar.
—¿Dónde estás, hermano…? —balbuceó el joven, incapaz de dejar de caminar en círculos por la sala.
A su lado, un imponente lobo negro se sentó con elegancia, observándolo con paciencia.
—Cálmate, vas a abrir un hueco en el suelo con tanto andar —gruñó con su voz grave, casi paternal.
—No puedo evitarlo —exhaló el joven, frotándose el rostro—. ¿Tendré que mandar a los guardias? —su pensamiento escapó fugazmente en voz alta.
El lobo negó con la cabeza con un movimiento lento y firme.
—Tienes razón… es muy poco —apretó los puños—. Tendré que mandar al ejército del reino.
El lobo rodó los ojos y se frotó el hocico con la pata, resignado por la exageración de su compañero.
Entonces, sin previo aviso, una sombra negra se arremolinó en el centro de la sala. El aire se volvió pesado, casi helado, y de entre la oscuridad emergió una figura. Un joven avanzó con calma entre las disipadas, portando una máscara demoníaca que cubría por completo su rostro.
—Hermano —exclamó con alivio, sonriendo al verlo—. ¿Dónde estabas? ¿Sabes lo preocupado que me tenías? —lo regañó sin poder evitarlo.
—Tuve un percance, eso es todo —respondió , dejándose caer en el sillón con un pesado suspiro.
—¿Estás herido? —se sobresaltó—. ¡Galileo, trae al médico!
—Solo fue un rasguño… —murmuró
(Si no fuera por esa joven no estaría vivo…) Pensó, tratando de recordar su rostro, pero la imagen era borrosa como un sueño.
El médico llegó apresurado.
—Mi Rey, quisiera ver la herida… —al descubrirla, abrió los ojos sorprendido—. ¿Quién lo cosió?
—Una persona me ayudó. ¿Está mal? —preguntó , poniéndose serio.
—No, al contrario… está perfecto —respondió, maravillado, sacando sus cosas para desinfectar—. ¿Fue un médico? —preguntó con emoción.
—No recuerdo… — suspiró frustrado.
—Qué lástima. Es la primera vez que veo una costura tan limpia… —comentó. (Debió tener manos pequeñas para tal prolijidad.)
(¿Esa joven será médica…? Ahora me intriga. Nunca conocí a una mujer doctora.) pensó , dejando la máscara a su lado.
—Listo, mi Rey. Solo manténgase quieto y deje que su poder termine de curarlo —indicó, retirándose.
—Hermano, ¿pudiste saber algo sobre el barco?
—Sí. Fue robado por hombres del reino de Cania. Los seguí varios días… —contó, frunciendo el ceño—. Pero cuando por fin di con el responsable, alguien me vio.
Usaron flechas envenenadas. No son nada tontos.
El joven frunció el ceño. Debían moverse con cuidado: provocar un conflicto sin saber ,si el responsable era alguien importante podría desatar una guerra entre reinos.
—¿Pudiste ver quién los lideraba?
—No. Solo su espalda… —apretó los dientes.
—Tendremos que encontrar a ese hombre. Pero esta vez no te dejaré ir solo.
El asintió, frustrado.
—Dentro de poco es el debut de la heredera al trono de Cania —continuó su hermano—. Podemos aprovechar para investigar. Si es alguien de la monarquía o del reino… debemos ser cautelosos.
Ambos compartieron una sonrisa determinada.
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Mientras tanto…
Eludy tomaba té con Marta y sus hijos, justo cuando Jef regresaba del pueblo.
—Mi lady, ya encontré a una modista.
—Maravilloso. Ya es hora de irnos —respondió ella, mirándolo con determinación.
Se despidieron de Marta y se dirigieron hacia la oficina de su padre.
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A unas cuadras, se ocultaron en un callejón esperando al hombre.
—Jef, tengo que mostrarte algo —sacó a Nyx de su capa, provocando que él diera un salto—. Es mi animal espiritual. Te ayudará a llegar al hombre para darle lo restante del dinero, y te traerá de inmediato conmigo. Ese es uno de sus poderes.
—Está bien, mi señora —Jef tomó a Nyx con suavidad—. Qué cosita más linda.
‘El abuelo me agrada’, dijo Nyx moviendo la cola.
—Lagartija, concéntrate. Ahí viene —murmuró Eludy.
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Carlos salía, agotado mentalmente. No podía controlar las pérdidas de mercancía, y la guardia lo acosaba pidiéndole pistas.
De pronto, una mano lo empujó con fuerza, arrastrándolo a un pasillo oscuro y estrecho donde solo cabía una persona.
—No hagas ningún ruido —gruñó una voz áspera, presionándolo contra la fría pared—. Tengo una encomienda para ti.
—Por favor… llévate todo, pero no me mates… —suplicó temblando.
—Tómalo como un regalo. —El hombre dejó unos papeles en su mano y desapareció.
Carlos tragó saliva, mirando nervioso hacia todos lados. Su rostro perdió el color al ver el nombre que jamás imaginó.
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—Jef, ve por él —ordenó Eludy.
Jef asintió. Con la máscara puesta, desapareció y apareció detrás del hombre.
—Ten —le entregó la bolsa con lo restante—. Ni una palabra. Si lo haces… lo sabremos.
El hombre tragó saliva, asintiendo, y huyó para ocultar las monedas.
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De vuelta en el carruaje, Eludy se acomodó el cabello.
—Este vestido insoportable… cualquier día me va a dar un golpe de calor con tanto trapero —refunfuñó.
—Mi señorita, llegamos —avisó Jef.
Eludy bajó y se dirigio a la oficina justo cuando Carlos intentaba calmarse.
—Padre, ¿qué haces ahí?
—Hija… yo… estaba pensando unas cosas —respondió guardando apresurado los papeles—. ¿Qué haces aquí, cariño?
—Vine a traerte mis papeles —sonrió.
Entraron juntos. Carlos buscó el sello mientras ella lo observaba con una sonrisa interior.
(Ahora se les viene la noche, malditas arpías.) pensó victoriosa.
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Esa noche…
Nyx apareció con los papeles.
Eludy los revisó en silencio al acostarse, encontrando dos más con su nombre. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.
‘Sí que eres extraña, vieja’, murmuró Nyx al verla reír como bruja.
—Así que la bruja tenía el escrito de sucesión legítima… —rió—. Nyx, hiciste un gran trabajo. Ten.
Le dio un plato de galletas. Nyx las devoró feliz.
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Al día siguiente…
—Muy bien, solo firma aquí, hija, y lo enviaremos al consejo —dijo Carlos entregándole la pluma.
Eludy firmó encantada. El mensajero se llevó los documentos.
—Bien —Carlos se paró—. Felicitaciones, mi Emperatriz.
—Padre… estoy tan feliz… —dijo con lágrimas en los ojos.
—Estoy muy orgulloso, cariño. Tenemos que festejar.
—Sí, pensé en hacerlo el día del debut. Será una sorpresa para todos. Escuché que vendrán los Reyes de los reinos vecinos —sonrió (y sabía perfectamente que ese día sería el fin de las brujas).
—Me parece perfecto. Será como usted ordene, mi Emperatriz.
—Padre, no puedes llamarme así hasta el debut —dijo con picardía.
Salieron juntos hacia la modista que Jef había conseguido según las ideas de Eludy.
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o se porque pero pareciera que le pagarán por colocar esa frase que incómodo ya se me hace ha mi en lo personal