Santiago Jr. y Maggie se casaron en una noche de copas en Las Vegas. Ella desapareció después de la noche de bodas y Santiago Jr. comenzó a buscarla para corregir su error y divorciarse. Pero Maggie después de esconderse por meses viene dispuesta a sacarle a Santiago Jr. hasta el último dólar a cambio de darle su libertad.
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CAPÍTULO 7
Santiago Jr. solo colgó el teléfono y llamó al escolta que estaba siguiendo a Maggie y apenas el hombre respondió. Su jefe le ordenó.
—¡Quiero la máxima seguridad para mi esposa y esta vez no estoy jugando!
—Seguro, señor. No se preocupe.
Mientras tanto, Maggie bajó del taxi inocente de lo que le esperaba. Ella entró al salón y vio más de veinte hombres rodeando el lugar.
Ella pensó que había alguna celebridad cerca y puso su teléfono en modo selfie para usarlo de espejo y peinar un poco su cabello con la esperanza de conocer algunos de sus ídolos.
Poco después llegó a los camerinos y se fijó que venían dos hombres siguiéndola. Ella miró por encima de su hombro y comenzó a caminar más rápido y después corrió hasta llegar al camerino y cerró la puerta.
Maggie llegó realmente asustada, despeinada y sudada. Todas sus compañeras la miraron de los pies a la cabeza.
—Por Dios Marie. ¿Qué te ocurre? ¿Acaso tu papachongo te dejó loca? —le preguntó una loca envidiosa.
Maggie le sacó la lengua y caminó hacia su vestidor.
Dejo su bolso y tomo una toalla para secar su rostro. Maggie se miró al espejo y formó un beso con sus labios y sonrió.
—Eres hermosa, Maggie. La más hermosa de todas —susurró para sí misma y una pequeña risa detrás de ella la hizo girar de repente.
—Ja, ja, ja, altanera y vanidosa. Poco a poco voy conociendo a mi señora esposa. —
Maggie frunció el ceño. Definitivamente, este idiota quería agotar su paciencia. Ella arrugó la nariz y movió su cabeza en señal de burla.
Santiago Jr., sin darle tiempo a reaccionar, se acercó a ella y le dio un beso en la frente.
Maggie se quedó paralizada y Santiago Jr. la miró a los ojos.
—¿No puedo ser cariñoso con mi esposa? —le susurró al oído.
Maggie se alejó disimuladamente, se sentó a maquillarse y lo observaba a través del espejo, mientras limpiaba su cara
—¿Qué haces aquí? Mi plazo termina mañana. Para ser alguien que quiere el divorcio, estás muy cariñoso. ¿No me digas que ahora estás enamorado de mí? Pero no voy a devolverte el dinero.
Santiago Jr. soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.
—Nada de eso fea. Solo quiero asegurarme de que no huyas sin firmar.
—Ja, ja, ja. Seguramente. Estoy loca por seguir siendo la cachua Santibáñez. No querido esposo. Mañana te firmo el divorcio y me das mi dinero y si te he visto no me acuerdo. Tengo cosas más importantes que hacer que llevar cachos.
Santiago Jr. volvió a reír y negó con la cabeza.
—No, esposa mía. Te voy a extender el plazo por un mes más.
Maggie negó con la cabeza, esto era malo muy malo para ella. No podía arriesgarse a quedarse sin dinero. No podía permitir que ahora este idiota jugará con su destino.
Ella trató de calmar su ansiedad y de no lucir preocupada. Respiró hondo se levantó de la silla y se acercó a Santiago Jr.
—No me digas que quieres salvar nuestro matrimonio. Ni loca, no y no. Ni lo pienses. Ah no, ya sé. Necesitas tiempo para reunir el dinero. Tacaño. Si te tardas más te cobraré recargo. Tendrás que pagar mil dólares por cada día, hasta que firmemos. Entendido —le dijo Maggie en un tono de burla.
Santiago Jr. la observaba detenidamente, trataba de descifrar los gestos y la actitud de su esposa. Él necesitaba confirmar algunos datos antes de divorciarse.
—Ja, ja, ja. Señora Santibáñez. ¿Hay algo para usted más importante que el dinero?
Maggie negó con la cabeza, pero después asintió.
—Si, si claro. Quitarme estos cachos que me hacen lucir malvada. Ja, ja, ja. Mira Santiago Jr. vete de aquí. Y no estés viniendo a mi trabajo. La gente puede pensar lo que no es.
Santiago Jr. frunció el ceño y la tomó por ambos brazos para atraerla hacia él y besarla.
Maggie apretó los dientes, lo mordió y Santiago Jr. la soltó y salió del lugar.
—¡Asco! Idiota. ¡Lárgate de aquí! —le gritó Maggie, limpiándose los labios.
—Te amo, esposa mía —le gritó Santiago Jr. antes de cruzar la puerta.
Maggie se miró al espejo y no pudo evitar que unas lágrimas escaparan de sus ojos. No podía creer que este idiota le hiciera esto.
—¡Imbécil! te juro que me la vas a pagar. Odio este trabajo y estos malditos zapatos. Cómo extraño mi vida.
Maggie terminó de arreglarse y salió a brillar en la pasarela. Después regresó al camerino, para cambiarse e irse al hotel. Mañana tenía otro desfile y después regresaria a su casa.
Ella llegó al hotel y tomó su teléfono, para marcar el mismo número de todos los días, con la esperanza de recibir una respuesta diferente.
—Maggie. Amiga. ¿Cómo estás? Esto es desgastante. ¿Hasta cuándo Maggie?
Maggie colgó sin responder y lloró desconsoladamente. Debía aprovechar la soledad para desahogar sus penas.
Mientras tanto, Santiago Jr. estaba en un bar tomándose un trago con su hermano Cristiano Jr.
—Entonces Santi. Explícame más despacio. Resulta que tu esposa fea, no es fea. Pero no te gusta. O sea ¿te gustaba más cuando creías que era fea y estaba disfrazada de Marilyn Monroe? —le decía Cristiano Jr. tratando de entender al idiota de su hermano mayor.
Santiago Jr. asintió y después negó. Definitivamente, solo a el se le ocurre buscar al más bruto de sus hermanos, para desahogarse con él. Pero bueno era el único que estaba en la ciudad. Entonces tocaba explicarle con manzanas.
—Mira Cris. Es muy fácil ¿Por qué no entiendes?
Cristiano Jr. soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.
—No, Santi. No me expliques. Creo que ni Máximo y Máximo Jr. juntos descifrarían este acertijo, con adivinanzas y trabalenguas que tú estás diciendo. Mira mejor vamos a brindar por la fea más bella y listo.
Los hermanos chocaron sus vasos y continuaron bebiendo. Mientras eran custodiado por sus hombres.