Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Doctora privada
Ming
–Gracias –le digo en cuanto lo veo entrando a la habitación en la que me tienen–. Me salvaste la vida.
Mauro toma mi mano. –Para eso están los amigos, Ming –devuelve–. Me alegra saber que te estás recuperando. Por mucho tiempo pensamos que no lo lograrías –agrega serio–. No podemos volver a fallar de nuevo.
–No lo haremos –le aseguro–. Los tailandeses son historia.
–Lo sé –dice sentándose en la silla al lado de mi cama–. Eso le dará paz a Renji.
Sonrío. Todo valió la pena después de todo.
–¿Tu mamá está en la ciudad?
Mauro suelta una carcajada amarga. –Sabes que no.
–Pensé que…
–Siempre hay algo más importante que yo –me corta–. Creo que está en Bali con la última de sus conquistas.
–Déjame adivinar, joven, atractivo y sin ni un centavo.
–Lo has clavado –dice y se obliga a sonreír–. Tengo que volver a Italia. Nos veremos en la próxima reunión, que imagino será en tu casa –agrega mirando mi torso vendado–. Tienes un largo camino por delante.
–Me duele hasta respirar –confieso.
–Lo bueno es que tendrás una doctora privada –dice con una enigmática sonrisa.
–¿Val? –pregunto–. No quiere verme.
–Eso no fue lo que les dijo a los chicos.
–¿Qué les dijo?
–Dijo que ella te cuidaría.
Sonrío. –Mierda, ya quiero irme de aquí. Quiero ver a mi mamá. Las llamadas no son suficientes.
–Y quieres tener a Val para ti solo –molesta–. Buena suerte con eso –dice antes de golpear mi hombro–. Nos veremos pronto.
–Nos veremos, y gracias de nuevo –digo antes de que llegue a la puerta.
Mauro levanta una mano, como quitándole importancia al sacrificio de sangre que hizo para salvarme la vida.
Cuando la puerta se cierra una nube oscura cae sobre mí.
Debe ser triste tener que salir de un hospital solo. Pensé que su madre al saber que su hijo estuvo a punto de morir correría a verlo, pero me equivoqué.
Imagino que no todos tienen la suerte de tener a la madre que yo tengo. Suerte que la vida me quitará en los próximos meses.
No puedo seguir perdiendo el tiempo.
Toco el timbre al lado de mi cama y, a los pocos segundos, Val entra corriendo.
Mierda. Pensé que vendría otro doctor.
–Quiero irme.
–No puedes hacerlo –repite lo mismo que me lleva diciendo hace días.
–No me importa, Val. Quiero estar con mi mamá –digo mientras me levanto de la cama.
Trata de detenerme, pero no la dejo esta vez.
–¡Ming! –me regaña.
–Quiero el alta ahora.
–Es muy pronto –sisea–. Tienes que quedarte por lo menos dos semanas más.
Tomo su pequeña mano en la mía y la obligo a mirarme. –Mamá puede que no tenga dos semanas más, Val, y créeme que no me perderé ningún día de su compañía. Ya he perdido suficientes –digo antes de ponerme de pie.
Val me ayuda a mantener el equilibrio mientras evito gruñir por el dolor en mi vientre.
Maldita sea, como duele esto.
–Tramitaré el alta –claudica–. Espera sentado –ordena.
Me siento en la cama y cuando desaparece jadeo. Duele como el infierno estar de pie.
Pero no me importa, pronto estaré con mi mamá.
*****
–¡¿Qué haces levantada?!
Mamá corre, lo más rápido que su cuerpo cansado le permite, y me abraza con fuerza.
–Mi bebé –susurra–. Tuve tanto miedo.
–Lo siento, mamá –digo y beso la cima de su cabeza, mientras agradezco por otro día más de su vida–. Te amo.
–Y yo te amo a ti –devuelve mientras seca unas lágrimas.
La enfermera que cuida a mamá toma su brazo.
–Debería volver a la cama.
–¿Estás loca? –devuelve mamá–. Tengo que hacerle sopa a mi bebé.
–Señora Mei, me temo que no puedo autorizar eso –insiste la enfermera.
–Me temo que te llevarás una decepción –devuelve mamá antes de caminar rápidamente a la cocina.
Val me mira y ambos sonreímos. Mamá se ve mejor.
Quizá tener que atenderme le dio la energía que necesitaba.
–Una mamá nunca deja de ser mamá –dice Val mientras Renji me ayuda a llegar a uno de los sofás–. Veré si puedo ayudar en algo –agrega incomoda.
–Yo llevaré a Ming a darse una ducha, la está necesitando –dice Renji, ganándose un golpe en su torso de mi parte.
Val sonríe tensamente antes de desaparecer.
Renji me ayuda a ponerme de pie y caminamos hacia mi habitación.
–¿Puedes mantenerte en pie?
Asiento mientras lucho por mantener el equilibrio.
Renji me desviste rápidamente.
–Mierda. Lo siento.
Ambos miramos a Val, quien enrojece cuando me ve desnudo.
–Nosotros lo sentimos más. No mereces ver este triste espectáculo –molesta Renji.
–Solo venía a entregarte esto –dice rápidamente mientras le pasa un tubo color transparente a Renji–. Tienes que envolver los vendajes, no pueden mojarse –agrega antes de salir.
–Pensé que los doctores estaban acostumbrados a ver cuerpos desnudos –dice Renji mientras comienza a envolver mi torso con ese plástico, que estoy seguro, lo he visto antes en la cocina.
–Amigo, tienes que irte.
Renji levanta una ceja antes de seguir envolviéndome en plástico.
–Estás hecho el mejor anfitrión.
–Hablo en serio –insisto–. Si no estuvieras, Val sería la que tendría que ayudarme a darme una ducha. Además, tienes que volver con tu mujer y tu hijo.
Renji suspira. –No es que esté disfrutando viéndote la polla, pero no quiero irme sin saber si estarás bien.
–Créeme que estaré bien, sobre todo, si Val tendrá que reemplazarte.
Renji sonríe.
–Está bien –accede–. Me iré pronto.
Sonrío, ya ansioso por estar a solas con Val.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬