Valeria y Alejandro, unidos por su amor al arte, la música, y las historias, vivieron un intenso romance en el bachillerato. Sin embargo, un malentendido los separó, dejando heridas sin sanar. Ahora, en la universidad, sus caminos se cruzan de nuevo. Aunque intentan ignorarse, Alejandro sigue luchando por reavivar lo que tuvieron, mientras Valeria se resiste a revivir el dolor del pasado. ¿Podrá el amor superar el tiempo y el rencor?
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Un cambio de perspectiva
El sol de la mañana entra por la ventana de mi habitación, sacándome del sueño. Me quedo un momento en la cama, dejando que los recuerdos de la noche anterior se asienten en mi mente. Aunque la diversión de la discoteca fue un buen escape, hoy tengo que enfrentar la realidad nuevamente. Los pensamientos sobre Valeria siguen presentes, pero después de la charla con Fer y Cristian, me siento un poco más preparado para manejar la situación. Llego a la universidad temprano, más por necesidad de distraerme que por verdadera intención de estudiar antes de clase. Me dirijo a la biblioteca, un lugar que rara vez frecuento a esta hora, esperando encontrar algo de paz y concentración antes de enfrentar otro día de clases. Mientras camino entre los estantes, mi mente vuelve a la última vez que estuve aquí con Valeria. Era uno de nuestros lugares favoritos para estudiar juntos, donde a menudo terminábamos más enfocados en nuestras conversaciones que en los libros. Me sorprende cómo esos recuerdos, que antes solían ser dolorosos, ahora me dan una especie de nostalgia melancólica. No me malinterpretes, no estoy diciendo que haya superado todo lo que pasó entre nosotros, pero tal vez estoy comenzando a ver las cosas de otra manera, con un poco más de claridad.
Encuentro una mesa al fondo, lejos del bullicio habitual, y saco mis apuntes de Histología. Tengo una sesión de estudio por delante, y necesito estar listo. Pero justo cuando empiezo a concentrarme, escucho una voz familiar que me saca de mis pensamientos.
—Alejandro —la voz suave pero firme de Valeria me hace levantar la vista.
Está de pie frente a mí, con su cuaderno de dibujo en la mano, y por un momento, el tiempo parece detenerse. No esperaba verla aquí, no tan pronto después de nuestra conversación en la cafetería. Valeria se ve tan natural, como si fuera algo común encontrarnos en la biblioteca como solíamos hacerlo.
—Valeria —respondo, tratando de ocultar mi sorpresa—. No te esperaba aquí.
Ella se encoge de hombros, mirando alrededor antes de sentarse frente a mí. —Pensé que este sería un buen lugar para trabajar en algunos bocetos. Además, necesitaba salir de mi habitación.
Su presencia es inesperada, pero no desagradable. La tensión que solía sentir cuando estábamos juntos parece haberse disipado un poco, y eso me da el valor para intentar continuar la conversación donde la dejamos.
—Me alegra que hayas venido —digo, tratando de mantener mi tono casual—. ¿Cómo va todo?
Valeria comienza a dibujar en su cuaderno, sus ojos enfocados en las líneas que traza. —Va bien, creo. Ayer estuve pensando en lo que dijiste. Sobre empezar de nuevo.
Sus palabras me toman por sorpresa, y por un momento, no sé qué decir. Pero me recupero rápidamente, aprovechando la oportunidad que se me presenta. —¿Y qué piensas sobre eso?
Valeria deja de dibujar y me mira, sus ojos buscando algo en los míos. —No estoy segura. Es difícil olvidar lo que pasó, pero… no quiero seguir evitando lo que siento. Tal vez, podríamos intentar hablar más, sin expectativas, solo ver a dónde nos lleva.
Mi corazón da un vuelco. Esto es más de lo que esperaba. —Me parece bien —respondo, tratando de ocultar mi entusiasmo—. Podemos tomarlo con calma. No hay prisa.
Ella asiente, volviendo a su dibujo, y durante un momento, nos quedamos en silencio. No es incómodo, sino más bien reconfortante, como si estuviéramos recuperando poco a poco esa vieja familiaridad que tanto extraño. Decido que esta es una buena oportunidad para cambiar el tema hacia algo que ambos disfrutamos.
—¿Qué estás dibujando? —pregunto, señalando su cuaderno.
Valeria sonríe, mostrando por primera vez un poco de entusiasmo. —Estoy trabajando en un nuevo proyecto. Algo diferente a lo que suelo hacer. Es una mezcla de lo que me gusta de los mangas y algo de realismo.
Me inclino hacia adelante para ver mejor, y lo que veo me deja impresionado. Las líneas son detalladas y precisas, mostrando un estilo que claramente ha evolucionado desde la última vez que vi uno de sus trabajos. —Es increíble, Valeria. Tienes un talento impresionante.
Ella se sonroja ligeramente, y ese pequeño gesto me hace sentir una calidez que no había sentido en mucho tiempo. —Gracias, Alejandro. No es nada comparado con lo que tú haces con la música. ¿Has estado tocando la guitarra últimamente?
Su pregunta me toma por sorpresa, y por un momento, me quedo sin palabras. No esperaba que ella recordara ese detalle sobre mí, especialmente después de todo este tiempo. —Sí, un poco —respondo finalmente—. He estado componiendo algunas cosas nuevas, aunque nada demasiado serio.
Valeria parece interesada, y por primera vez en mucho tiempo, siento que estamos conectando de una manera genuina, sin la barrera de la frialdad que solía haber entre nosotros. Es un pequeño avance, pero uno que valoro más de lo que puedo expresar.
—Me encantaría escuchar algo nuevo algún día —dice Valeria, y su tono es sincero—. Si alguna vez tienes tiempo.
—Claro —respondo, sintiendo que esta conversación está llevando nuestra relación a un nuevo nivel de entendimiento—. Podríamos organizar algo, tal vez una tarde de arte y música como solíamos hacer.
Valeria asiente, y aunque no lo dice explícitamente, puedo ver que la idea le agrada. Por primera vez en mucho tiempo, siento que las cosas entre nosotros podrían mejorar, que tal vez podamos recuperar algo de lo que perdimos. No será fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, siento que hay esperanza.
La conversación continúa mientras repasamos nuestros gustos compartidos por las novelas y el anime, hablando sobre las series que hemos visto recientemente y las nuevas que nos gustaría explorar. La comodidad entre nosotros crece, y por un momento, parece que todo el dolor del pasado se desvanece, dejándonos con la posibilidad de un nuevo comienzo.
Cuando la hora del almuerzo se acerca, Valeria guarda sus cosas, y se prepara para irse. —Ha sido agradable hablar contigo, Alejandro. De verdad.
—Lo mismo digo, Valeria —respondo con una sonrisa—. ¿Nos vemos mañana en la cafetería?
Ella asiente, y antes de que se vaya, me atrevo a añadir. —Estoy contento de que estés dispuesta a intentarlo. De que podamos hablar.
Valeria me mira por un segundo, su expresión suave y sincera. —Yo también, Alejandro. Yo también.
Mientras se aleja, me quedo sentado, procesando todo lo que ha ocurrido. Por primera vez en mucho tiempo, siento que estamos avanzando, que estamos encontrando una forma de sanar las heridas del pasado. No sé a dónde nos llevará este camino, pero estoy dispuesto a seguirlo, paso a paso, hasta donde nos lleve.
Con esa esperanza renovada, recojo mis cosas y me dirijo a mi próxima clase. La vida sigue, pero esta vez, con un poco más de luz en el camino.