Luana Martínez es una joven de 23 años que ha dedicado su vida a la repostería, siguiendo los pasos de su madre en la pastelería familiar. A pesar de ser sociable y tener un fuerte vínculo con su hermano Mike, Luana es reservada y prefiere la tranquilidad de su hogar a las fiestas. Su vida da un giro inesperado cuando recibe una invitación a la fiesta de Logan Harris, un atractivo empresario de 27 años conocido por su vida social agitada y su carisma.
A medida que Luana se adentra en el mundo glamuroso de Logan, comienza a cuestionar sus propias limitaciones. Él, con su espíritu aventurero y despreocupado, es todo lo contrario a ella. A través de encuentros inesperados y conversaciones profundas, Luana se encuentra cada vez más atraída por su manera de ver la vida. Luana debe enfrentar sus miedos y abrirse a nuevas experiencias, mientras descubre que el amor puede florecer en los lugares más inesperados.
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Capitulo 14: Un beso dulce
Logan
La tarde en la pastelería había sido mágica. Nunca imaginé que preparar un pastel con Luana se convertiría en una experiencia tan intensa y significativa. Desde el momento en que entré, su sonrisa iluminó el lugar, y cada segundo a su lado me hizo sentir más vivo. Pero nada se comparó con ese instante en el que nuestras miradas se encontraron después de que la sostuve para evitar que cayera.
Mis labios tocaron los suyos, y en ese momento, el mundo se detuvo. La dulzura del chocolate que había estado en nuestras bocas se transformó en un sabor embriagador que no sabía si podría olvidar. Cada parte de mí se animó al sentir su calidez, y no pude resistirme. Su mirada, llena de sorpresa y emoción, me hizo perder la noción del tiempo y del espacio.
Sentí una corriente eléctrica recorrerme, como si todo lo que había estado guardando en mi interior se liberara de golpe. Era un beso que prometía más, uno que encapsulaba la conexión que había sentido desde el primer momento en que la conocí. Sus labios eran tentadores, suaves y cálidos, y el deseo de acercarme más, de descubrir cada rincón de su ser, me invadió.
Cuando nos separamos, ambos quedamos aturdidos. La risa nerviosa que siguió solo hizo que el momento fuera aún más especial. Era como si hubiéramos compartido un secreto, un instante que nos unía de una manera que no podía explicar. Me preguntaba si ella sentiría lo mismo, si el beso había sido tan significativo para ella como lo había sido para mí.
Mientras decorábamos el pastel, no podía dejar de robarle miradas. Cada sonrisa suya me hacía sentir que los latidos de mi corazón resonaban en la cocina. Era increíble cómo una simple cita de cocina podía transformarse en algo tan profundo. Quería conocerla más, descubrir sus sueños, sus miedos, todo lo que la hacía ser quien era.
— Entonces, ¿te gusta cocinar? — le pregunté, intentando mantener la conversación ligera mientras el aroma a chocolate se apoderaba del aire.
— Me encanta. Es mi forma de expresarme. Cada pastel tiene su propia historia. — dijo, sus ojos brillando con pasión.
— ¿Y cuál es la historia de tu pastel favorito? — inquirí, intrigado.
— Bueno, es un pastel de chocolate que solía hacer con mi madre. — respondió, su voz se torno algo nostálgica. — Cada vez que lo horneábamos, era como si el mundo se detuviera. Era nuestra forma de conectar.
Su historia resonó en mí. Me acordé de mis propias tradiciones familiares, de los días en que cocinaba con mi abuela, riendo mientras hacíamos galletas. La cocina siempre había sido un lugar de amor y conexión, y ahora, estaba compartiendo ese espacio con Luana.
A medida que el pastel tomaba forma, me di cuenta de que había algo más en juego aquí. No era solo un pastel; era una oportunidad para construir algo juntos. Cada broma, cada roce de nuestras manos, se sentía como un paso hacia algo significativo. Sentí que había traspasado una barrera, que no solo éramos dos personas cocinando, sino dos almas que se estaban acercando.
— ¿Sabes? — continué, mientras vertía la mezcla en el molde. — Creo que deberíamos hacer esto más a menudo.
— ¿Cocinar juntos? — preguntó, sonriendo.
— No solo eso. Quiero conocerte mejor. — respondí, sintiéndome más sincero de lo que había planeado. — Hay algo en ti que me atrae, Luana.
Ella se sonrojó, y no pude evitar sonreír. Su timidez era encantadora, y cada vez que me miraba, sentía que el mundo se desvanecía. Pero en ese momento, algo cambió. Mientras decorabamos el pastel,la risa aún resonaba entre nosotros, y en cada broma, cada mirada, la conexión se hacía más fuerte.
Cuando llegó el momento de despedirnos, el aire estaba impregnado de un nuevo tipo de tensión, una mezcla de alegría y nerviosismo. La noche había sido perfecta, y no quería que terminara. Me acerqué a ella, sintiendo que cada paso era un eco de lo que había sentido en nuestro beso.
— Luana, gracias por esta cita. — le dije, sintiendo la sinceridad en mis palabras. — Fue increíble.
Ella sonrió, y en ese momento, supe que quería que esto no se quedara solo en una aventura pasajera. Quería más de ella, de su risa, de sus sueños.
— Me encantaría repetir esto. — continué, acercándome un poco más. — Quiero conocerte mejor.
Antes de que pudiera pensar demasiado en lo que hacía, incliné mi rostro hacia ella y le di un suave beso en la mejilla. Era un gesto simple, pero lleno de significado. Quería que supiera cuánto apreciaba el tiempo que habíamos pasado juntos y lo mucho que anhelaba volver a hacerlo.
— Espero verte pronto, Luana. — murmuré, sintiendo que el momento se deslizaba entre mis dedos como el chocolate derretido.
Mientras salía de la pastelería, no podía dejar de sonreír. La conexión que había sentido con Luana era innegable, y la idea de conocerla mejor me emocionaba. Cada paso que daba me acercaba más a la posibilidad de algo real, de una relación que se estaba formando entre nosotros.
Caminando por las calles iluminadas de la ciudad, mi mente seguía reviviendo el beso, la forma en que sus labios se sentían contra los míos, y la chispa que había surgido entre nosotros. Había algo especial en ella, algo que no podía poner en palabras, pero que sabía que quería explorar.
El futuro estaba lleno de posibilidades, y Luana era una parte emocionante de ese futuro. Mientras continuaba mi camino, el sabor del chocolate y el eco de su risa resonaban en mi mente. Estaba listo para descubrir a dónde nos llevaría esta nueva aventura, y no podía esperar para volver a verla.