La ciudad despierta alarmada y aterrada con un horrendo triple crimen y Fiorella descubre, con espanto, que es una mujer lobo, pensándose, entonces en un ser cruel y sanguinario, lo que la sume en desesperación y pavor. Empieza, por ende, su agonía, imaginándose una alimaña maligna y quizás la única de su especie en el mundo. Fiorella es acosada por la policía y cazadores de lobos que intentan dar con ella, iniciándose toda de suerte de peripecias, con muchas dosis de acción y suspenso. Ella se enamora, perdidamente, de un humano, un periodista que tiene la misión de su canal de noticias en dar con la mujer lobo, sin imaginar que es la muchacha a quien ama, también, con locura y vehemencia. Fiorella ya había tenido anteriores decepciones con otros hombres, debido a que es una fiera y no puede controlar la furia que lleva adentro, provocándoles graves heridas. Con la aparición de otras mujeres lobo, Fiorella intentará salvar su vida caótica llena de peligros y no solo evadir a los cazadores sino evitar ser asesinada. Romance, acción, peligros, suspenso y mucha intriga se suceden en esta apasionante novela, "Mujer lobo" que acaparará la atención de los lectores. Una novela audaz, intrépida, muy real, donde se conjuga, amor, mucho romance, decepción, miedo, asesinatos, crímenes y mafias para que el lector se mantenga en vilo de principio a fin, sin perder detalle alguno.
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Capítulo 7
Fanny quería que fuéramos esa noche a bailar. A mí no me gusta mucho eso, porque aparte de que me aburro muy fácil, los chicos son muy pegajosos y molestan bastante. A mi amiga sí le gusta la música estridente, las luces multicolores, la vocinglería y la montonera de gente empujándose, dándose empellones y tumbando las cervezas de las mesas.
-Mejor vamos a ver una película-, le dije al final de las clases de Nutrición Animal.
-No, quiero mover las caderas y enamorar muchachos guapos-, hizo ella brillar su divina y mágica mirada.
Me convenció a la mala. Decidí ponerme una minifalda jean, pantimedias, botines marrones con flecos, una blusa floreada sin mangas y una casaca oscura. Me solté los pelos para sentirme libre.
Como era de esperarse, la música reventaba en el local y atronaba en mis sesos como martillazos. La discoteca estaba repleta y apenas cabía un alfiler, pero Fanny estaba muy entusiasta y febril. Me jaló de la mano y encontró un buen espacio para bailar. -Hay mucha gente aquí-, estaba yo asustada y fastidiada.
-Ay no seas zonza, vamos a divertirnos-, dijo Fanny y lanzando sus pelos al aire y moviendo las caderas como una campana, empezó a bailar en forma desenfrenada, muy sensual y provocativa, con sus leggins tan pegados que parecían cosidos en su cuerpo, evidenciando todos sus encantos, sus piernas bien torneadas, sus posaderas poderosas, como sensuales globos, y sus caderas anchas y cautivantes. También lucía una camiseta súper pegada, donde saltaban sus pechos desafiando la gravedad.
Ni modo, me puse a bailar, también, en forma desenfrenada, igualmente, moviéndome muy sexy, sacudiendo mis largos cabellos marones, siguiendo la estridente música que me hacía trizas los tímpanos.
-¿De dónde eres?-, se me insinuó un chico más alto que yo, quizás de dos metros. Se había deleitado largo rato con mis contorsiones, el meneo de mis caderas, mis flexiones y mis piernas súper atractivas en las pantimedias.
-Estudio veterinaria-, le dije, sin dejar de bailar, cerrando los ojos disfrutando de la cadencia de la música.
-Yo estudio Farmacia, me parece que te he visto antes en el campus-, estaba él muy interesado pero a mí solo me importaba pasarla bien con Fanny. No quería aventurillas con nadie.
El muchacho quería atraer mi atención como sea. Nos trajo cerveza y consiguió sillas junto a una mesa.
-Me llamo Harry-, no dejaba de mirarme a los ojos.
-Soy Fiorella y ella es Fanny-, dije, sorbiendo la cerveza. Mi amiga movía los hombros, encandilada con la música.
- Tienes unos ojos preciosos-\, se aventó él a la piscina. Yo no tenía ganas de coquetear\, como les digo\, aunque me sentía muy sexy con toda la música tan insinuante.
-Tengo novio-, le disparé en medio del pecho.
Harry arrugó la boca, se coloreó de rojo y se marchó furioso. Fanny estalló en carcajadas. -Pobre tonto-, dijo mi amiga divertida.
-No es ningún tonto, estudia Farmacia-, seguí sorbiendo la cerveza.
-No es cierto, yo lo reconocería, ya sabes, conozco a todos los chicos de la universidad, y a ese lo he visto fuera, rondando el campus como un ladrón-, desconfió Fanny.
Estuvimos hasta las cuatro de la madrugada y nos fuimos. Tomamos un taxi que estaba en la puerta. Cuando el auto enfiló por la avenida, vi a Harry que estaba apoyado en un poste y no dejaba de mirarme. Junté los dientes y me escondí detrás de mis pelos.
Tres días después vi al teniente Weston, recostado en las alambradas del campo deportivo de la universidad. Fumaba un cigarrillo. Intenté seguir de largo, pero él me pasó la voz.
-Señorita Malinova, la estaba esperando-, me dijo.
Revolví el chupete que tenía entre los dientes. -¿Encontró a la bestia?-, fui irónica.
Weston me mostró la foto de Harry en su móvil. -¿Conoces a este hombre?-, me preguntó.
-No mucho. hablamos un poco hace unos días en la discoteca-, me extrañó.
-Así es, las cámaras de vigilancia captaron las imágenes tuyas bailando y tomando cerveza con ese hombre-, tenía él la cara ajada.
-Solo fueron diez o quince minutos que hablamos hasta que él se marchó-, empecé a asustarme.
-¿Pelearon o algo?-, quiso arrinconarme.
-No, no, no, nada, solo le dije que tenía novio, él se enfadó y se fue. ¿Qué pasó?-, arrugué mi naricita.
Weston chasqueó la boca. -Lo encontraron muerto. Lo mataron a mordiscos-, dijo al fin.
Un horrible friecito subió por mi espalda, y campaneó en mi cerebro. Sentí náuseas de repente y tragué mucha saliva. Mi corazón se alborotó y un inusitado fuego se encendió dentro de mis entrañas.
-Rayos, qué horrible-, se me ocurrió decir hecha una tonta.
-Muy horripilante-, dijo Weston.
Me quedé en silencio. Él también, largo rato, y me incomodó. -¿Puedo irme?-, pregunté. Empecé a sudar y sentía la boca seca.
-¿Ya se compró un perro?-, volvió hacerme la pregunta de hace un año.
-No, no me gustan las mascotas, ya le dije-, supe que él sospechaba de mí. Eso me aterró. Me puse pálida y ahora estallaban rayos y relámpagos martillando mis sesos.
-Ya puede irse, señorita Malinova-, dijo él y me apuré a subir las escaleras de mi facultad. Él seguía allí, recostado en las alambradas, sin dejar de mirarme, dándole vueltas a su móvil, chupando su cigarrillo.