Shopia estudiante de enfermería es engañada por su gran amor, sin querer conoce a un familiar de su ex, con quien conocerá la otra cara del amor.
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Aborto
Vuelvo a lado de mi esposo, pero veo solo las sábanas arrugadas, agudizó el oído y oigo unos pasos ligeros. Los pasos de una niña de diez años más o menos, con la vista perdida y las manos llenas de sangre.
—Hola, ¿estás bien?— me dirijo hacia ella con la mayor dulzura posible para no asustarla.
—¿Tú te llamas Shopia?— me pregunta al ver mi rostro con atención.
—¡Si!— le contesto de inmediato.
—¿Me ayudas a levantar el cadáver de mi papá?— fue lo último que dijo y empezó a caminar.
No comprendía con exactitud lo que la niña me decía, ella sabía quién era yo, pero no lo que quería, fui tras de ella, entramos al baño de hombres y ahí alguien me tapo la boca y perdí el conocimiento. Cuando abrí los ojos me encontraba en una camilla, tenía los pies y las manos atadas en un lugar asqueroso, a mi alrededor había muchas cosas quirúrgicas, el miedo se apoderó de mí, quería soltarme y salir corriendo ese lugar infernal, pero no podía.
Intente tomar la calma, respire profundo miré cuidadosamente a mi alrededor, esas paredes rojas me daban pánico, muchas imágenes religiosas me daban náuseas, los ruidos de unos tacones se iban asomándose, puedo ver claramente el rostro dolido y lleno de ira de Diana. Su parte psicópata se apoderó de su mente.
—¿Qué pretendes hacer conmigo?— le pregunté muy asustada.
—! Hay que hacerte una limpieza a fondo!...— dijo tocando mi vientre.
Mi ritmo cardíaco se empezó a aumentar, la piel se me erizo con tanta maldad a mi alrededor, sabía que mi hijo corría peligro y no sabía como sacarlo de este maldito lugar. Mis ojos empezaron a humedecerse. Supliqué a Diana que me dejara ir, pero esa mujer cruel me dejó con dos hombres que llevaban batas de hospital, le grité una y otra vez piedad. Pero no me escucho, ordenó a esos hombres que hagan su trabajo y se marchó tranquilamente, no podía creer que su mente se había enfermado por completo al grado de olvidar los sentimientos buenos que una persona podía sentir.
Esos hombres comenzaron a ponerse guantes en las manos, luego uno me abrió las piernas, mientras él otro me sacaba fotos, mi cuerpo quería liberarse de esa pesadilla, pero todos mis impulsos eran inútiles, aún así mi cuerpo intentaba escapar, retorcía mi cuerpo de un lugar a otro, pero era envano. En esos momentos odiaba a la vida por crear humanos monstruosos, no había nada más exquisito para estos seres robarles a los demás parte de su felicidad. El llanto de mi corazón hacia que mi voz se sintiera en esas paredes de donde me encontraba, pedía ayuda y auxilio, pero nadie me escuchaba. Sentí como un instrumento entraba por mi vagina invadiendo el pequeño hogar de mi hijo. ¡No!.., grité, implore al individuo tener piedad por mi bebé, pero ni siquiera volteo para ver mi sufrimiento.
Los hombres seguían con el procedimiento, estaban succionando a mi bebé, quería matarlos por ser tan viles con un inocente, gritaba y lloraba sin parar, no podía creer lo que estaban haciendo con mi cuerpo y con el de mi hijo, no me cansaba de tanto gritar hasta que ya no pude aguantar tanta maldad y me desmayé. Esos hombres crueles habían logrado destruir el pequeño corazón de mi bebé sin dejar rastro alguno. Cuando desperté me encontré tirada en un callejón, vi tanta sangre entre mis piernas, y empecé a gritar con todo el dolor de mi corazón, me habían quitado una parte de mi ser, por un lado, tenía la esperanza que aún mi hijo podía estar dentro de mí, tome valor y como pude me levanté pedí ayuda a la gente que pasaba por ahí, un taxista me ayudó a subir a su auto le pedí que me lleve al hospital Alemán donde tenía mi obra social, donde estaba mi esposo y donde estaba mi ex suegra.
Me llevaron a urgencias, los médicos me pusieron unos calmantes, porque me había descontrolado por completo pidiendo ayuda. Enseguida me metieron a quirófano, restos de mi bebé aún estaban en mi vientre, ellos terminaron de hacer el trabajo que aquellos hombres inhumanos habían empezado, luego me pusieron un par de antibióticos y le dejaron en una sala.
Ezequiel angustiado en el pasillo del hospital por su madre, de repente recibe fotos de lo que me habían hecho, al ver las imágenes se volvió como loco y empieza a golpearse en la pared, luego corre a la habitación de Derek, con deseos de encontrarme ahí, pero solo ve Derek acostado.
—¿Qué fue lo que pasó?— Derek le pregunta a su sobrino al verlo todo alterado.
Ezequiel le muestras las imágenes a su tío y este empieza a llorar, quiere salir corriendo para buscarme, pero sus pies no hacen ningún movimiento, da puños de desesperación a la cama. Posteriormente a su sufrimiento un médico colega de él entra, y le dice que me encuentro en el primer piso, que sufrí un aborto. Ezequiel con la ayuda del médico reposan el cuerpo de mi esposo en una silla de ruedas y van a verme.
Cuando desperté una doctora me cambiaba el suero.
—¿Cómo está mi hijo?— con lágrimas en los ojos pregunté, palpando mi vientre.
—Ya no hay más latidos, cuando llegaste al hospital ya lo habías perdido— me respondió fríamente.
Ezequiel y Derek escucharon también esa noticia aterradora. Mi esposo me tomó de la mano con todos los ojos cristalizados y aguados.
Mi bebé se había esfumado de mi cuerpo, quería volver a sentir su corazoncito dentro de mí, pero ya no estaba.
La médica empezó a explicar todo lo que había pasado, mencionó la palabra legrado y recordé todo lo que había pasado en aquella maldita habitación roja, y comencé a llorar más, grité con todas mis fuerzas, Ezequiel y Derek sentían también mi dolor, en silencio estaban a mi lado intentando contenerme, pero era difícil calmar todo ese sufrimiento. Me odiaba por ser tan débil y por no poder haber cuidado muy bien de mi hijo.
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