"El Misterio del Bosque Encantado" es una emocionante novela de aventuras que sigue a Lucas, un joven aventurero que, desafiando las advertencias de su pueblo, explora un bosque misterioso lleno de secretos. Tras encontrar una puerta oculta y enfrentarse a una criatura mítica, Lucas descubre que su destino está ligado a una espada ancestral y a un portal que lo transporta a un mundo desconocido. Allí, es recibido por un grupo de guerreros que lo guiarán en una nueva misión, mucho más peligrosa de lo que jamás imaginó. Esta es la historia de un viaje lleno de valor, misterio y descubrimientos.
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La Senda de los Antiguos
La primera luz del amanecer bañaba las montañas de Nymara mientras Lucas, Mara y Torak emprendían su camino. La niebla que cubría los picos parecía flotar como un velo fantasmagórico, ocultando los peligros que se escondían entre las rocas y los acantilados. El aire era fresco, pero pesado con la promesa de desafíos por venir. Cada paso que daban se sentía como si los acercara a un destino inevitable.
Lucas caminaba en silencio, aún tratando de asimilar todo lo que había aprendido desde que atravesó el portal. Mara y Torak parecían tener más experiencia en este mundo, aunque apenas los conocía. Sin embargo, había algo en ellos que le transmitía confianza. Mara era ágil y rápida, con una mirada astuta que parecía captar hasta el más mínimo detalle a su alrededor. Torak, por otro lado, era una figura imponente, de pocas palabras, pero su sola presencia era tranquilizadora. Parecía alguien que ya había librado muchas batallas y había sobrevivido a ellas todas.
—¿Qué sabes de la ciudad de Erendor? —preguntó Lucas, rompiendo el silencio mientras subían por un sendero estrecho y empinado.
Mara, que iba a su lado, lo miró de reojo antes de responder.
—Erendor fue una vez el corazón de este reino —dijo, con una mezcla de admiración y tristeza en su voz—. Un lugar lleno de conocimiento y poder. Los Antiguos, que gobernaban estas tierras, construyeron la ciudad como un refugio de sabiduría, pero también como una fortaleza para proteger las llaves que controlaban los portales entre mundos. Se decía que dentro de sus muros guardaban secretos que podrían cambiar el curso de la historia. Pero un día, la ciudad cayó en desgracia.
—¿Qué pasó? —preguntó Lucas, intrigado.
—Nadie sabe con certeza —intervino Torak, caminando detrás de ellos—. Algunos dicen que los Antiguos desaparecieron sin dejar rastro, mientras que otros creen que fue una maldición que los destruyó desde dentro. Lo que es seguro es que, desde entonces, la ciudad ha permanecido en ruinas, custodiada por guardianes antiguos que no permiten que nadie entre… o salga.
Lucas frunció el ceño al escuchar eso último. ¿Cómo iban a entrar en la ciudad si estaba protegida por guardianes? No había mencionado antes ningún detalle sobre guardianes, pero parecía que el camino sería más complicado de lo que pensaba.
—¿Esos guardianes… son como la criatura que enfrenté en la caverna? —preguntó Lucas, recordando el terror que había sentido al enfrentar a esa bestia.
—No exactamente —respondió Mara, con una leve sonrisa—. Los guardianes de Erendor no son criaturas físicas. Son más como sombras, ecos de los antiguos habitantes de la ciudad. No pueden ser derrotados con una espada, al menos no de la forma convencional. Pero hay otras maneras de superarlos.
Lucas asintió, aunque la idea de enfrentarse a sombras que no podían ser derrotadas con una espada no era precisamente alentadora. Sin embargo, había algo en la determinación de Mara y Torak que le daba esperanza. Ellos sabían lo que hacían, y por alguna razón, confiaban en él.
Continuaron subiendo por el escarpado terreno, avanzando a través de un bosque denso que cubría las faldas de las montañas. Los árboles eran altos y oscuros, y sus ramas retorcidas parecían formar figuras extrañas en la penumbra. El suelo estaba cubierto de hojas secas que crujían bajo sus pies, y el viento silbaba entre los troncos, como un susurro constante que nunca cesaba.
—Estamos cerca —dijo Torak, deteniéndose por un momento y señalando hacia adelante.
Lucas siguió su mirada y, entre los árboles, pudo ver una estructura antigua que se alzaba sobre la ladera de la montaña. Era un puente, o al menos lo que quedaba de uno. Parecía estar hecho de piedra, pero los siglos lo habían desgastado, y ahora estaba cubierto de musgo y enredaderas. El puente cruzaba un profundo desfiladero, conectando su lado de la montaña con el siguiente, donde las ruinas de Erendor comenzaban a ser visibles a lo lejos.
—Debemos cruzar —dijo Mara—. Pero debemos tener cuidado. Este puente ha estado aquí durante miles de años. Un solo paso en falso, y caeremos.
Lucas sintió un nudo en el estómago al mirar hacia abajo. El desfiladero era profundo, y el río que corría en el fondo parecía una línea plateada que serpenteaba entre las rocas. Si el puente cedía, no habría manera de sobrevivir a una caída como esa.
—Yo iré primero —dijo Torak, tomando la iniciativa. Avanzó con cautela, poniendo un pie sobre la primera losa del puente, probando su estabilidad. El puente crujió levemente, pero se mantuvo firme.
Uno a uno, comenzaron a cruzar. El viento era más fuerte en el centro del puente, y Lucas tuvo que aferrarse al borde para no perder el equilibrio. Las piedras bajo sus pies eran resbaladizas, y en algunos lugares, partes del puente faltaban, obligándolos a dar saltos cortos para avanzar.
Cuando finalmente llegaron al otro lado, Lucas dejó escapar un suspiro de alivio. Habían cruzado, pero la verdadera prueba aún estaba por comenzar. Las ruinas de Erendor se alzaban ante ellos, una ciudad fantasma en el corazón de las montañas. Las antiguas murallas de piedra estaban derrumbadas en muchos lugares, y las torres que una vez habían sido majestuosas ahora eran poco más que escombros.
—Es aquí —dijo Mara en voz baja, como si el solo hecho de hablar más alto pudiera despertar a los guardianes.
Lucas observó el paisaje con asombro. A pesar de la destrucción, había algo majestuoso en la ciudad. Un aire de grandeza perdida que lo hacía sentir pequeño e insignificante. Pero no había tiempo para admirar. Tenían que encontrar la llave antes de que lo hicieran sus enemigos.
—Los guardianes no se dejarán ver fácilmente —advirtió Torak mientras avanzaban—. Pero te sentirán. Sabrán que estamos aquí.
Lucas asintió, su mente trabajando rápidamente para procesar la información. La espada que llevaba en la mano temblaba ligeramente, como si respondiera a la energía que emanaba de la ciudad. Recordó lo que Elyon había dicho: "La llave está oculta en lo más alto". Tendrían que llegar a la torre más alta, pero el camino no sería sencillo.
Mientras caminaban entre los restos de la ciudad, Lucas sintió que el aire cambiaba. El ambiente se volvía más pesado, y la luz del día parecía desvanecerse, aunque el sol aún brillaba en el cielo. Era como si una sombra invisible se estuviera cerrando sobre ellos.
—Están cerca —susurró Mara, tensando el arco en sus manos.
Lucas miró a su alrededor, pero no vio nada. Sin embargo, podía sentir una presencia, una energía oscura que se movía entre las ruinas, observándolos, acechándolos. El corazón le latía con fuerza en el pecho, pero sabía que no podían detenerse. La llave de Erendor estaba allí, en algún lugar entre las sombras, y debían encontrarla antes de que fuera demasiado tarde.
—Vamos —dijo Lucas, tomando la delantera. No había marcha atrás.
Las ruinas de Erendor los esperaban, junto con los misterios que ocultaban.