Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 12: El Río de los Susurros
Elías se adentró más en Sombravelo, avanzando con pasos firmes, aunque la sensación de misterio seguía envolviendo el aire. El camino lo condujo a un valle donde la niebla se arrastraba entre los árboles como dedos que buscan tocar lo desconocido. Frente a él, un río de aguas oscuras se extendía serpenteante, y en su superficie flotaban destellos que brillaban débilmente, como luces atrapadas en un eterno atardecer.
El sonido del agua era extraño: no el típico murmullo de un río corriente, sino un susurro, casi un canto, como si miles de voces entrelazadas contaran historias olvidadas en un idioma antiguo y casi irreconocible. Elías se inclinó hacia la orilla, fascinado y perturbado por lo que veía. Las luces que flotaban en el agua no eran solo reflejos; cada una parecía contener una imagen en movimiento, una escena o fragmento de un recuerdo perdido.
—"Este es el Río de los Susurros," dijo una voz conocida. Nox, el cuervo, apareció de nuevo en una rama cercana, observando con sus penetrantes ojos rojos. —"Aquí fluyen las memorias olvidadas, las palabras no dichas y los pensamientos que se perdieron en el tiempo. Aquellos que escuchan los susurros deben tener cuidado; pueden oír verdades que no estaban preparados para conocer."
Elías sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Sabía que cada paso en Sombravelo lo acercaba más a enfrentar sus propios temores y dudas. El Río de los Susurros parecía un umbral hacia lo desconocido, una puerta que prometía respuestas, pero también revelaciones que podrían ser difíciles de aceptar.
—"¿Qué debo hacer aquí?" —preguntó, dirigiendo la mirada a Nox.
—"Para avanzar, debes cruzar el río," respondió el cuervo. —"Pero no de la manera habitual. En este lugar, solo las almas pueden atravesar, y para ello, necesitas liberar algo que ha estado oculto en tu interior. Una verdad, un secreto, o un dolor que has guardado."
Elías miró el río, sintiendo el peso de las palabras de Nox. Recordó momentos de su vida que preferiría olvidar: la tristeza de perder a su madre cuando era pequeño, la culpa que había sentido al no poder proteger a su abuela cuando cayó enferma, y el miedo constante de no ser lo suficientemente fuerte. Sombravelo había traído esas sombras a la superficie, y ahora parecía que debía liberarlas para poder seguir adelante.
—"¿Cómo libero aquello que he guardado por tanto tiempo?" —preguntó con voz quebrada.
Nox lo observó con una mirada más suave de lo habitual, como si comprendiera el dolor que llevaba Elías en su corazón. —"Habla, joven viajero. El río escucha. Nombra aquello que has temido decir, y deja que los susurros lo lleven."
Elías se arrodilló junto a la orilla, y miró las aguas oscuras. Tomó aire profundamente y sintió cómo se le llenaban los ojos de lágrimas. Durante mucho tiempo había guardado su dolor en silencio, creyendo que ocultarlo lo haría más fuerte. Pero ahora, en este extraño y mágico lugar, comprendió que enfrentarlo era la única manera de sanar.
—"Siempre he tenido miedo de estar solo," susurró, sintiendo un nudo en la garganta. —"Desde que mi madre murió, me he sentido perdido. Quería ser fuerte para mi abuela, pero... en el fondo, siempre he sido un niño asustado."
Las aguas del río se agitaron ligeramente, y uno de los destellos flotó hasta él, mostrando la imagen de su madre, con su sonrisa cálida y sus ojos llenos de amor. Elías sintió un calor reconfortante en su pecho, una sensación que no había experimentado desde hacía mucho tiempo. Era como si la memoria de su madre le diera fuerzas para seguir hablando.
—"Y cuando la abuela enfermó, pensé que era mi culpa. No podía hacer nada para ayudarla... No era lo suficientemente fuerte para protegerla." Su voz se quebró, y las lágrimas corrieron por sus mejillas. La culpa había estado consumiéndolo durante tanto tiempo, pero al decirlo en voz alta, sintió que algo dentro de él comenzaba a liberarse, como si las sombras se desvanecieran en el aire.
El Río de los Susurros respondió con un resplandor que iluminó el valle. Las voces en el agua aumentaron su intensidad, como si aceptaran la confesión de Elías y le dieran consuelo. El brillo en las aguas se intensificó, y una figura luminosa emergió en la corriente. Era la figura de su madre, o al menos, un eco de ella, que lo miraba con dulzura.
—"Mi querido Elías," dijo la figura con una voz suave y reconfortante, —"no debes cargar con culpas que no te pertenecen. Tu fuerza no reside en lo que puedas hacer por los demás, sino en la valentía de enfrentar tus miedos y aceptar tu propio dolor. Yo siempre estaré contigo, en cada paso que des, y tu abuela también lo está, en la memoria que llevas en tu corazón."
Elías sintió una oleada de alivio, como si una gran carga se hubiera levantado de sus hombros. El dolor seguía allí, pero ahora era más fácil de soportar, más fácil de aceptar. La figura luminosa se desvaneció lentamente, dejando atrás un resplandor suave que se extendió por el río.
—"Ahora estás listo," dijo Nox, que observaba desde su rama. —"Cruza el río, y sigue el sendero. Sombravelo aún guarda secretos para ti, pero has dado un gran paso hacia la luz."
Elías se levantó y dio su primer paso sobre las aguas, que se sentían firmes bajo sus pies, como si el mismo río le permitiera pasar. Avanzó con confianza, sabiendo que, aunque aún tenía mucho por descubrir y enfrentar, había comenzado a sanar las heridas de su corazón.
Al otro lado, el camino continuaba, pero la niebla comenzaba a disiparse, y el aire se sentía más ligero. Con cada paso, Elías dejaba atrás un poco de la oscuridad que lo había perseguido, y se adentraba más profundamente en el misterio y la maravilla de Sombravelo. Ahora, más que nunca, sentía que su viaje no solo se trataba de descubrir los secretos de este mundo, sino también de encontrarse a sí mismo.