Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
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La dolorosa verdad
Renji
–Estabas muy borracho –dice.
–Recuerdo haber salido a beber porque mi mamá había muerto, y esperaba sentirme feliz, sin embargo, lo único que sentí fue un enorme vacío que me consumió por completo –digo al recordar esa noche.
–Ming también estaba muy borracho y le dije que yo te ayudaría a llegar a tu habitación –explica y luego sonríe. Esa hermosa sonrisa, que me cautiva cada vez más–. Creo que Ming sugirió que durmieran en la misma habitación, pero tú te negaste con vehemencia –continúa con una risa suave–. Fue divertido.
–¿Qué pasó después?
Suspira y comienza a jugar con sus manos, sin mirarme. –Te acompañé a la habitación que abu te había facilitado –susurra perdiendo su sonrisa–. Te ofrecí un café y fui a prepararlo. –Suelta un suspiro–. Cuando volví estabas durmiendo, supongo que debí dejar el café e irme, pero…
–¿Pero? –pregunto curioso.
–Me quedé y solo pasó –termina mirando por la pequeña ventana.
–¿Te obligué? –pregunto asqueado conmigo mismo.
–¡No! –se apresura a responder–. Fue mi culpa, te veías tan…–Cubre su rostro con sus manos y niega con su cabeza–. Estaba obsesionada contigo desde que te vi masacrar a uno de los mejores amigos de Nowak –dice rápidamente–. Ese hombre era realmente cruel y disfrutaba con las niñas más pequeñas –dice abrazándose a sí misma, como si intentara recuperar el calor que el recuerdo le robó–. Fue a quien…–calla cuando sus ojos se llenan de lágrimas.
–Puedes decírmelo –le digo–. Me ayudó hablar contigo –reconozco–, quizá también te ayude a ti.
–La primera vez que me subieron a ese barco me dejaron en la habitación de Nowak, le gusta probar la mercancía nueva –susurra mientras su cuerpo comienza a temblar. Sé que el imbécil está muerto, pero al verla así quisiera poder revivirlo para darle un tratamiento especial–. Fue horrible, pensé en ese momento que moriría de dolor, pero luego, esa misma noche, me ofreció a su amigo y él fue… cruel. Cada vez que me obligaban a estar con él sufrí, él quería una parte de mí que Nowak no había probado –musita pálida.
Cristo. El maldito hijo de puta le folló el trasero a una niña. Todo mi cuerpo se tensa. Sé que tuvo un final cruel en mis manos, pero ahora, viendo a Emma, sé que no fue suficiente.
–Por suerte, cuando cumplí diez años, perdió el interés en mí, pero me obligaba a ver lo que les hacía a los otros niños –dice acariciando su brazo–. Lo que trato de decir es, que cuando te vi matarlo, de la forma en que lo hiciste, sentí que Dios te había mandado para vengarme, que por fin todos mis rezos habían sido escuchados, y pensé que yo podía ser…–Se calla y luego comienza a reír, sorprendiéndome–. Pensé que podía hacer que te enamoraras de mí, creo que todavía creía en los cuentos de hadas. Qué tonta.
–¿Estabas enamorada de mí? –pregunto sorprendido y halagado.
–Me encapriché contigo, tenía menos de veinte años, y realmente me salté la etapa de la adolescencia, así que…–Sonríe–. Fuiste para mí, lo que es para cualquier adolescente, un ídolo pop.
Sonrío al escuchar su comparación. –Eso quiere decir que ahora no sientes nada por mí.
–Nada –responde de inmediato. Casi demasiado. Puedo sentir como mi orgullo se resiente–. Hay veces que quiero matarte, pero supongo que tenemos que trabajar en eso, ¿no? –pregunta con una sonrisa, ladeando su rostro, al igual que lo hace Dylan.
–¿Eso quiere decir que te metiste a la cama conmigo?
–Solo quería verte de cerca y te moviste y me llevaste contigo, luego comenzaste a tener una pesadilla. Creo que lanzaste un golpe contra mi rostro –dice tocándose su mejilla–. Y luego abriste los ojos y me besaste. Lo demás fue bastante rápido.
–¿Rápido? –pregunto indignado–. Te has propuesto dañarme el ego esta noche.
Sonríe. –Estabas borracho, y lo agradezco. El dolor no duró mucho tiempo.
–¿Dolor?
–Fue doloroso, pero valió la pena. Ahora tenemos a Dylan.
–¿Te lastimé? –pregunto furioso conmigo mismo–. ¿Te tomé sin preocuparme de si estabas lista o no?
Sacude su mano, como quitándole importancia. –Estaba acostumbrada al dolor, Renji, lo esperaba.
–Pero no debe ser así, Emma. El sexo debe ser placentero para ambas partes.
Se encoge de hombros. –Ya pasó, Renji, y no importa.
–¡Claro que importa! –digo poniéndome de pie. Me arrodillo frente a ella y tomo sus manos–. Tomé algo que no estabas dispuesta a dar, Emma.
–Yo quería que pasara, Renji. Pensé que a la mañana siguiente me pedirías que nos casáramos –dice y vuelve a soltar otra risita–. Lo sé, fui una tonta, pero yo quería hacerte sentir bien.
Niego con mi cabeza, furioso. –No, Emma. No estuvo bien. Y siento mucho haberte lastimado. Sé que ahora sabes que el sexo no es sinónimo de dolor y puedes comprender que crucé una línea.
–¿Qué quieres decir? –pregunta sin entender.
–Imagino que, después que Dylan nació, tuviste sexo con otros hombres.
Se cruza de brazos y piernas, cerrándose por completo.
–No –responde–. Y sería la mujer más feliz de este mundo si no tuviera que volver a pasar por eso de nuevo. No quiero sentirme así, impotente, nunca más.
Me incorporo, sintiéndome peor de lo que me sentí cuando vi el miedo en los ojos de mi hijo.
Arruiné a la hermosa mujer frente a mí. La lastimé cuando comenzaba a confiar en las personas nuevamente.
–Todos los hombres no son como ellos o como yo, Emma –digo con la vaga esperanza de que pueda creerme.
Se levanta, claramente incomoda. –Tengo mucho sueño –se excusa y camina hacia su habitación. Aparece a los segundos con una manta blanca–. Que duermas bien –dice antes de desaparecer.
Mierda. Odio esta sensación que me carcome por dentro.
La lastimé, lastimé a esa hermosa mujer. No solo físicamente, que lo hice y me odio por eso, sino que emocionalmente. Emma creyó que me casaría con ella, y yo ni siquiera recordé lo que pasó. Supongo que no me es tan difícil entender por qué no me dijo lo de Dylan.
Me acuesto en el sofá y trato de recordar a la Emma de ese entonces. Era una niña preciosa, asustada hasta de su propia sombra, pero que siempre me miraba con una enorme sonrisa en su rostro. Una sonrisa que nunca correspondí.
Y esta noche estuve a punto de volver a tomarla en contra de su voluntad.
Estaba cegado por el miedo y el dolor. Quería sentir algo distinto y lo logré. En cuánto probé sus labios el miedo comenzó a retroceder, pero otro demonio nació.
Un demonio que quería poseer cada centímetro de esa mujer.
Se sintió demasiado bien tenerla en mis brazos y poder saborear la dulzura de su boca y de su piel. Tan bien, que mi polla comienza a endurecerse dentro de mis pantalones con solo recordarla.
–Eres un hijo de puta asqueroso –mascullo furioso y cubro mi rostro con la manta.
Lo único que quiero es que este día termine.