"En medio de una bulliciosa ciudad, donde el susurro de personas apresuradas y luces parpadeantes, el tiempo parecía desvanecerse para dos almas destinadas a encontrarse sin saberlo. Ella, una joven hermosa de mirada perdida, llevaba sobre sus hombros el peso de un pasado difícil. Él, un hombre inteligente, magnate de los negocios, caminaba por las calles escondiendo un dolor profundo teniendo la certeza de que su vida cambiaría de manera inesperada".
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Capitulo VII Sumisión
"¿Qué tiene Isamel?", pregunto Sebastián a su amigo.
"Ella está muy mal, si hubieras llegado un día más tarde seguramente ya no estuviera entre nosotros", respondió el doctor lanzándole una mirada de reproche a Sebastián.
"No me mires así, olvide que no tenía nada de comida aquí en el apartamento", se excuso Sebastián.
"Pudiste enviar a alguien para que la ayudará, está niña estuvo a punto de morir y todo por tu culpa", regaño Ismael indignado con Sebastián.
"Si ella muriera se acabarían mis problemas, acaso no te das cuenta que por su culpa murió mi hijo", Sebastián hablaba sin pensar.
"?Eres idiota o qué?, ¿acaso ella obligó a Daniela a tomarse esas pastillas?, la única responsable de lo ocurrido fue tu novia", Ismael estaba muy molesto por la actitud de Sebastián, el supuesto amor que sentía por esa arpía lo estaba segando.
"Cuida tus palabras, no te permito que hables así de la mujer que amo", Sebastián no veía más allá de su amada.
"No voy a discutir más contigo, esa hidratación que le puse a Aurora la ayudará, una vez se despierte debe comer despacio y nutritivo, nada pesado todo líquido, aquí te dejo las instrucciones y cualquier cosa me llamas", después de decir esas palabras Ismael miro a Aurora quien le parecía hermosa, su amigo era un idiota al no darse cuenta la hermosa joya que tenía a su lado.
Al quedar solo con Aurora, Sebastián la veía fijamente, estaba pensando en lo hermosa que era esta niña y en lo indefensa que se veía en ese momento, la culpa se adueñó de él, como se había olvidado de enviarle alimentos, eso fue un gran error de su parte, pero al instante siguiente pensó que se merecía eso y más, pues su querida Daniela estaba sufriendo la pérdida de su hijo no nacido. Sebastián había recomendado limpiar el cuerpo de Aurora, esa tarea se la había dejado a su amigo, él era su esposo y el que podía verla sin ropa, Sebastián busco unas toallas y lentamente empezó a desvestir a Aurora, la suave piel de la joven encendía en él, el deseo, reprimiendo ese sentimiento empezó a limpiar sus brazos y piernas, luego paso a su abdomen, no se atrevió a ir a sus zonas íntimas, eso sería abusar de ella estando inconsciente, la volteo con suavidad y se llevó una gran sorpresa, la joven tenía en la espalda marcas de azotes y quemaduras, eran cicatrices bastante feas, "¿cómo te hiciste esto o quién te lo hizo?, se preguntó el hombre en voz alta. Una vez término de limpiarla tapo su cuerpo y fue a darse un baño, no podía sacar de su mente la frágil, pero bien formada figura de la joven.
Dos horas después Aurora despertó de su profundo sueño, sintió un ligero dolor en su brazo derecho, al ver la aguja que atravesaba sus venas sintió mucho más dolor, ella pensó que había muerto y que su sufrimiento al fin había terminado, pero no fue así, seguía en aquel apartamento y seguramente ese cruel hombre la había encontrado, seguramente saco la cuenta de cuantos días podía sobrevivir una persona sin alimentos y al ver que era tiempo regreso para arrancarla de los brazos de la muerte y seguir torturándola, haciéndola pagar por un crimen que ella no cometió. Con lágrimas en los ojos, la joven arranco la aguja que perforaba su vena de un solo tirón, la sangre empezó a fluir y ella veía como la sangre brotaba de aquella incisión, no era suficiente la sangre que perdía como para matarla, ella solo quería que nadie la encontrará a tiempo y terminar con su sufrimiento.
"Niña tonta, ¿qué hiciste?", pregunto Sebastián entrando a la habitación.
"Déjame en paz, deja que acabe con mi sufrimiento", suplico Aurora derrotada.
"Eso no pasará, deja de decir tonterías", dijo Sebastián molesto.
"Ni siquiera tengo control de mi propia muerte", comento Aurora antes de perder el conocimiento.
Un nudo se formó en el pecho de Sebastián al escuchar aquellas palabras, algo no estaba bien, si ella era una malcriada caprichosa y la princesa de la familia Ledezma, ¿por qué quería acabar con su vida?, algo no cuadraba y él se encargaría de descubrir que era.
Cada día que pasaba fortalecía el cuerpo de Aurora, ya podía caminar sola e ir al baño por su cuenta y aunque su cuerpo estaba sanando su alma seguí quebrada, en sus ojos solo había tristeza y desolación, ella sabía que cuando estuviera recuperada el infierno volvería de nuevo.
POV
"Tu padre volverá hasta dentro de un mes, ese tiempo es suficiente para hacerte pagar por existir", dijo burlándose Lucrecia a la niña de solo diez años frente a ella.
"Ya no me hagas nada, yo no hice caer a Camila", suplicaba la joven Aurora.
"Es tu culpa, mi pobre hija quedará con una marca en su hermosa piel, ahora tú tendrás esas marcas mucho peor", esa fue la primera vez que Lucrecia marcaba la piel de Aurora.
Esos castigos se repitieron por años dejando marcas no solo en la piel sino también en el alma de Aurora.
Fin del recuerdo.
"Veo que ya estás mejor", comento Sebastián entrando a la habitación de Aurora.
Aurora solo lo ignoro y camino a la cocina.
"¿Qué estás haciendo?", pregunto Sebastián confundido.
"Preparar la cena, señor", respondió Aurora resignada a seguir sirviendo a los demás.
"Aún estás muy débil, yo me encargaré de eso", respondió Sebastián preocupado.
"Ese es mi trabajo", respondió Aurora sin dar explicaciones.
"Pues yo dije que no vas a hacer nada, ve y siéntate a esperar que te lleve la cena", ordeno Sebastián.
"Como usted diga, señor", la sumisión de Aurora era muy extraña, solo una persona que había sido sometida podría comportarse así, él necesitaba saber que estaba pasando, necesitaba ayuda de un profesional.
Al terminar la cena, llamo a Aurora al comedor, ella sin decir palabra alguna se sentó en la silla, literalmente solo sentó, no emitió ningún ruido, ni movimiento alguno.
Pensé que eras más inteligente…