— Seré directa, ¿quieres casarte conmigo? — fue la primera vez que vi sorpresa en su rostro. Bastian Chevalier no era cualquier hombre; era el archiduque de Terra Nova, un hombre sin escrúpulos que había sido viudo hacía años y no había vuelto a contraer nupcias, aunque gozaba de una mala reputación debido a que varias nobles intentaron ostentar el título de archiduquesa entrando a su cama, y ni así lo lograron, dejando al duque Chevalier con una terrible fama entre las jóvenes y damas de la alta sociedad.
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Bastián, sí viniste, pensé que no vendrías a dormir.
Margaret entró a la habitación hecha una fiera, y sus doncellas tras ella. Nunca habían visto a su señora tan molesta; aunque vivían, sospechaban que, más que molesta, su señora estaba profundamente dolida.
— No entendió mis razones, ni siquiera se puso en mi lugar; hizo oídos sordos ante mis palabras — Decía Margaret amargamente mientras se desparramaba a llorar en su lecho. Sentía que la respiración le faltaba y la opresión en su pecho era terrible; no la podía soportar. Había sentido ganas de llorar desde que salió del comedor.
— Mi señora, ¿de quién habla? — Cloy pregunto, confundida.
— De ese despiadado esposo que tengo, no se enamoren de un hombre viudo; el fantasma de la esposa siempre las perseguirá. — Margaret no paraba de llorar, pero a una de sus doncellas, en lo personal, le afectaron sus palabras. Ella, mejor que nadie, entendía lo que estaba pasando con su señora; esos celos y la melancolía eran imposibles de no sentir, pero lo de su señora tenía remedio, lo de ella no. Hay amores que solo deben estar dentro de tu corazón.
— Mi señora debería hablar abiertamente de sus sentimientos con su excelencia; a lo mejor todo puede ser un malentendido —Adani había visto cómo el archiduque mimaba a su señora. No creía que fuera un desalmado que no le importara los sentimientos de su esposa, a diferencia del conde Derby, quien nunca fue de su agrado. Su excelencia había mostrado con hechos lo que era capaz de hacer por la gracia de su señora.
— Puso el bienestar de esas personas por encima del mío. — Margaret no dejaba de sollozar; amaba terriblemente a Bastian y sentía que la había menospreciado y defraudado.
— ¿Qué fue lo que en realidad sucedió? — preguntó Cloy con curiosidad. Cuando su señora despertó, estaba de tan buen humor a pesar de su aspecto, que nunca imaginó que horas después regresara hecha un mar de lágrimas.
— Al servicio del archiducado aún están las antiguas seis doncellas de la difunta, junto a sus respectivas familias, bueno hay una menos, que due la que mande a decapitar. Esas doncellas son un peligro andante; el altercado que tuvo Cloy podría repetirse y podrían atentar de forma desmedida contra ustedes, pero el archiduque se niega a despedirlos. — Margaret seguía hecha bolita en su lecho, rezongando por la falta de empatía de su esposo.
Las doncellas estaban analizando la situación. Ellas habían recibido la misma enseñanza que Margaret por órdenes del duque, así que sabían muy bien las leyes del imperio, las cuales condenaban directamente a la familia de los criminales, fueran culpables o inocentes.
—Mi señora, si mis sospechas son ciertas, el archiduque no quiere que las familias inocentes sean señaladas o juzgadas por un par de sinvergüenzas. Las leyes del imperio son crueles; ni siquiera los niños recién nacidos son perdonados. Puede ser que él no quiera ver correr sangre inocente —musitó Vivían con tranquilidad. Su señora estaba haciendo un berrinche colosal, capaz de destruir medio imperio sin conocer realmente lo que piensa su esposo. No es bueno andar suponiendo cosas que no son.
— Le recomiendo hablar con él y aclarar su postura. Déjele saber sus miedos e inconformidades. Usted ha sido premiada con un esposo considerado. Un despido sin previa justificación podría causar problemas; las doncellas hablan entre sí y se podría crear un rumor malicioso. — La familia de Adanis trabajó para un conde que trataba a su esposa como un objeto más. Su madre le relataba lo injusto que era el señor de la casa con la señora, pero desde que llegó al archiducado, vio la devoción de su excelencia hacia su señora. Si Margaret estuviera en peligro, ella misma arriesgaría su vida para ponerla a salvo.
— Mi señora Adanys tiene razón; además, usted sería la comidilla social, vista como una mujer frívola y sin sentimiento alguno. Usted sabe que la reputación de la esposa es de suma importancia, tanto para el marido como para sus futuros hijos. Sabemos que a su excelencia no le importa lo que dirán los demás, pero estoy segura de que la está protegiendo a usted y a su futura descendencia. Los hijos son quienes más sufren por la reputación de sus padres. Hay niños que pueden llegar a ser realmente crueles; yo he vivido más que nadie el escarnio de otros niños por ser una bastarda del marqués.
— Mi señora, le traje un té para que se relaje y espero a su excelencia con más calma. — Cloy le dejó el té y la dejó sola para que pensara con claridad.
Margaret estaba reflexionando sobre sus acciones; había sido una altanera de lo peor, así que había decidido enmendar su error. Esperaría despierta a su esposo, pero las horas pasaron y este no llegó, lo que la dejó muy triste. En medio de lágrimas, terminó rindiéndose al sueño.
Por otra parte, Bastián seguía en el comedor, tomando una copa con Fermín.
— Mi señor, debería hablar con su esposa. La joven señora salió furiosa; esto puede traer una contienda innecesaria a su reciente matrimonio. — Fermín estaba sumamente preocupado; su señora era joven y podría resentir la falta de atención.
— Solo le estoy dando tiempo para que sus ánimos vuelvan a la normalidad. Esa mujer nunca fue importante, pero su sombra está afectando los sentimientos de Margaret y eso no lo puedo permitir. — Bastian estaba tratando de calmar sus pensamientos; esa mujer, ni después de muerta, dejaba de causarle problemas.
Sin darse cuenta, el tiempo pasó volando. Respiró profundo y decidió ir a hablar con su esposa; no permitiría que un malentendido estropeara el acercamiento que tiene con Margaret. Al llegar, tocó la puerta; no quería ser un maleducado ni abusivo.
—¿Vida mía, puedo pasar?. —Preguntó, pero al no recibir respuesta, no tuvo más remedio que entrar. Margaret estaba desparramada en su lecho, durmiendo como un lirón, o eso parecía. Cuando Bastián se acercó a acariciar su cabello, notó las lágrimas en las mejillas de su esposa, y esto trajo un sentimiento amargo a su corazón. Aun dormida, Margaret seguía llorando.
—No deberías llorar por mi culpa. Esa mujer no significa nada, nunca significó algo. Solo no quiero que la gente te desprecie si algún día llegara a morir en batalla; una buena reputación te ayudaría a continuar siendo la cabeza del ducado sin tener que verte obligada a casarte. —Bastian besó su frente con ternura, pero al levantarse del lecho, la débil voz de Margaret se escuchó.
—Bastián, sí viniste, pensé que no vendrías a dormir. —Margaret se había imaginado miles de escenarios en los que en todos era dejada fríamente por Bastián.
—Por supuesto, eres mi esposa, ¿dónde más dormiría si no es en nuestro lecho? —Margaret estaba completamente sonrojada; Bastián era tan dulce y amable que parecía un sueño.
—Lo siento, fui un tanto injusta, me dejé llevar por mis celos y desconfianza hacia el personal; no debí molestarme de esa manera. —Margaret estaba siendo totalmente transparente, cosa que agradó a Bastián.
—Estás en tu derecho de mostrar tu inconformidad, no estás en una prisión. Yo también debo disculparme; no consideré que mis acciones iban a herir tus sentimientos. Para que te sientas más cómoda, el personal que trabajaba directamente con esa mujer será removido a otra propiedad.
— Margaret, señora mía, yo nunca amé a esa mujer; ni siquiera compartimos el mismo palacio. Nunca fue de mi interés. Sus antiguos sirvientes quisieron quedarse a mi servicio por diversos motivos, pero el más fuerte era que en el reino donde ellos vivían hay una vieja costumbre: cuando las jovencitas llegaban a la edad casadera permitida, eran presentadas ante el rey, nobles o plebeyas. Este escogía a la que más le agradara y las tomaba por concubinas, aún en contra de sus familiares. Y no por ser concubinas, vivían de buena manera.
– Cuando esa mujer llegó, tenía seis doncellas a su cargo. A las pocas semanas, llegaron sus familiares; estos tenían hijas próximas a cumplir la edad permitida para casarse y me pidieron refugio. Las acogí a cambio de su lealtad. La doncella que mandaste a decapitar era la doncella principal de esa mujer. Lamentablemente, su familia tuvo un accidente antes de llegar a la frontera y murieron; no pudieron ser juzgados por el emperador. — Bastian no quería asustar a Margaret ni que ella lo viera como un monstruo, porque en realidad él mandó a unos mercenarios a deshacerse de esas personas.
— Ninguna doncella tiene permitido faltarte el respeto, tampoco a tus doncellas. Si lo hacen, comunícalo de inmediato y me haré cargo de ellas; no quiero que te ensucies las manos.
Margaret se arrojó a los brazos de su marido y lo abrazó fervientemente.
— Agradezco al destino por ponerte en mi camino. Lo siento, siento haber dudado de ti. — Margaret era un pequeño gatito sumiso en el brazo de Bastian.
Nota: Estaré actualizando todos los lunes ya que es el único día libre. pero escribiré durante la semana, para tener varios capítulos listos, si llego a tener más de cinco capítulos durante la semana, actualizare antes.