Dalia es una mujer de carácter fuerte, a sus 23 años ella está dirigiendo la empresa familiar, su abuela que es la persona a la que más respeta le pide que se casé, pues quiere tener nietos. Dalia no está de acuerdo pero para complacerla decide casarse, aunque no será con cualquiera. Debe ser con alguien que ella pueda manejar.
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Capitulo 11
... Unas horas antes, cuándo la lluvia empezó, Eliseo también se puso un poco nervioso, Maritza al saber de su miedo, fue a cerrar las ventanas y cortinas de la habitación. Luego se acercó y lo abrazo, cosa que lo hizo sentir mejor.
— Gracias. — Ella le hizo una seña diciendo de nada. — ¿Cómo está nuestro hijo? — Ella asintió querido decir que bien. Ambos permanecieron abrazados hasta quedarse dormidos.
... Unas horas después, Dalia llega a casa y entrega su bolso a una empleada, está la sube a su habitación, mientras ella se sienta en el sofá para leer un poco más.
— ¿De dónde sacaste esa sudadera? — Pregunta Elisa sorprendida. Dalia se voltea a ver y también se sorprende al verse con algo que no es suyo.
— Un compañero me la presto.
— ¿Qué compañero? ¿Lo conozco?
— ¿Qué estás imaginando?
— Quizás lo que sucedió. ¿Con quién pasaste la lluvia?
— Sola, en un hotel.
— ¿Y la sudadera es por qué?
— Fuí a hacer un trabajo, el me vio con frío y como un caballo que es me la ofreció. Fin de la historia.
— Pues que historia tan aburrida. Yo hubiera preferido saber que mi hermana tiene novio.
— Deja de hacerte ideas. Y ve a estudiar. Ya me enteré de tus últimas calificaciones.
— No fue culpa mía.
— ¿Y de quién si?
— De los profesores, por hacer exámenes tan difíciles.
— A estudiar señorita. Por cierto. ¿Dónde está Elíseo?
— No se. Desde que la lluvia empezó no lo he visto. — Dalia se preocupa por el, sabe que sufre igual que ella cuándo llueve. Rápidamente va a la habitación y entra. Al verlo dormir con Maritza entiende que ya no debe preocuparse, el ahora tiene su remedio.
Cierra la puerta con cuidado y se va a su habitación, quita la sudadera de su cuerpo y observa el cielo nublado.
Flashback.
Años atrás, En un día de lluvia, Dalia entra a la habitación de sus padres, dónde encuentra una escena escalofriante, su madre llora desconsolada mientras su padre está encima de ella.
— ¿Mami, por qué lloras? — Pregunta la pequeña de sólo siete años, Bernardo la echa de la habitación y está no comprende lo que sucede. Al día siguiente, mientras su madre juega con ella, Dalia pregunta por qué lloraba la noche anterior.
— La lluvia me da miedo, es por eso que llore.
— ¿Por qué te da miedo? — Pregunta de nuevo.
— Por qué con la lluvia salen los monstruos. Y si no te portas bien ellos te lastiman.
— Mami, tengo miedo.
— ¿Por qué mi amor?
— No quiero que esos monstruos me lastimen.
— Tranquila mi amor. Mientras yo este, nadie te podrá hacer daño.
— ¿Y si tú no estás? ¿Quién me cuidará cuándo salgas?
— Elíseo. — Sara lo llama. Esté se acerca a las dos.
— Dime madre.
— Prométeme que cuidaras de Dalia cuándo yo no esté.
— Ella no merece que la cuide. Se porta mal.
— Mami, Elíseo no me quiere cuidar. — Dalia se queja.
— Hijo. Hazme esa promesa.
— Está bien. La voy a cuidar si no estás. — Los tres sonríen.
— Gracias hijo.
... Unos meses después, a Sara le empieza a crecer la panza, Dalia siente curiosidad, ella pregunta por qué está pasando eso. Elíseo que tiene 14 años, le dice que no haga preguntas. Pero la pequeña continúa con curiosidad, Sara le cuenta que está esperando un bebé. Dalia se emociona con la noticia de su hermanito, a los pocos meses nace Elisa. A la que no deja de abrazar y besar. Sus abuelos maternos visitan a su madre muy contentos. Aunque ella no parece muy feliz.
— Mira nada más. Qué niña tan preciosa.
— ¿Se parece a mi? — Pregunta Dalia con entusiasmo.
— Si amor. Es igual a ti. — Dice su madre desde la cama.
— Hija, no seas mentirosa, está bebé es claramente más parecida a la familia de tu esposo, sólo mírala. Es igualita al padre de el.
— No. Mi hija se parece a mi. A nadie más. — Dice molesta Sara. Sus padres se sienten incómodos y mandan a Dalia a jugar. Ella sale de la habitación pero luego se asoma para preguntar si puede comer helado.
— Hija. No hables así. Tu esposo podría escuchar y molestarse.
— ¿Crees que me importa lo que el piense?
— Hija por Dios. El es tu marido.
— Por qué ustedes me obligaron. Yo nunca lo he querido.
— Lo hicimos por tu bien, con el lo tienes todo. — Sara ríe sarcásticamente.
— Lo único que tengo son mis hijos, y por el bien de ellos es que sigo soportando sus humillaciones, por qué el me amenazó con nunca más dejar que los vea.
— Si eso fuera verdad no hubieras tenido otra hija suya.
— ¡Yo no quería! — Grita Sara. — El abusó de mí. — Dice llorando. Sus padres guardan silencio lo que a ella le decepciona. — No sé por qué se los digo. Ustedes nunca me apoyan.
— Sabes que no puedo hacer nada. — Contesta su padre.
— Si no harás nada vete. No te quiero aquí.
— Sara.
— Tú también mamá. — La abuela de Dalia sale de la habitación y ve a su nieta preocupada.
— Abuela. ¿Qué es abuso?
— Nada hija, olvida eso. Y no espíes nunca más. ¿De acuerdo?
— De acuerdo.
... Unas horas después, Elíseo y Dalia se presentan en la habitación, ella se mete a la cama y la abraza.
— Hola mi amor.
— Hola mami. ¿Cómo estás?
— Bien. — La puerta nuevamente se abre y entra Bernardo. Esté se acerca a la cuna y abraza a su hija. — Déjala. — Le dice Sara.
— Quiero cargarla.
— Dámela. Tengo que alimentarla.
— Está bien. — Bernardo se la da y de paso intenta besarla. Sara toma a la bebé y evita su beso. Cosa que molesta a Bernardo, y saca a los niños de la habitación. Dalia prometió no espiar, así que se va. Pero Elíseo se queda viendo lo que sucede. — Podrías disimular un poco enfrente de los niños.
— No soy actriz.
— Deberías aprender. ¿O quieres que se enteren de tu despreció por mi?
— No me importa si lo saben. No voy a disimular algo imposible. Por ti, lo único que puedo sentir es odió. — Bernardo la observa molesto y sale de la habitación. Dónde encuentra a su hijo.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
— Lo siento padre. No era mi intención escuchar. ¿Todo está bien?
— Nada está bien hijo. Tu madre me odia. — Bernardo piensa en usar a su hijo para dañar a Sara.
— ¿Por qué te odia?
— Yo tampoco lo sé. Yo le he dado todo, la trato como a una reina, pero aún así no se conforma. No sé qué hacer.
— Tal vez, si yo hablo con ella...
— No. Esto es entre nosotros. Yo sabré resolverlo.