son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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capitulo 6
El sonido del timbre de la escuela resonó en todo el edificio, marcando el final de la jornada escolar. Amelia recogió rápidamente sus cosas, con la mente llena de pensamientos y emociones conflictivas. La charla con Axel y el apoyo de sus amigas la habían dejado algo más tranquila, pero aún sentía el peso de la tensión en su pecho. Cada vez que veía a Stiven, una nueva herida se abría. Su amigo de toda la vida, el chico con el que había compartido tantas risas, ahora era un extraño, alguien que solo quería verla sufrir. Y, sin embargo, su madre y la de Stiven parecían no entenderlo.
Las madres de ambos habían sido amigas desde que ellas eran pequeñas. Conocían a sus hijos desde antes de que pudieran caminar, y a lo largo de los años, su amistad había sido inquebrantable. De hecho, las dos mujeres siempre habían soñado con que sus hijos, Amelia y Stiven, se unieran más, como lo hicieron en su niñez. Ambas soñaban con verlos juntos, tal vez incluso como pareja. Sin embargo, lo que no entendían era que las cosas habían cambiado, y mucho.
Una tarde, Amelia llegó a casa para encontrar a su madre, Patricia, y a la madre de Stiven, Laura, sentadas en la sala de estar, conversando animadamente como si nada estuviera mal. Las dos mujeres la miraron al mismo tiempo con sonrisas cómplices.
— ¡Amelia! — dijo Patricia, levantándose con entusiasmo al verla entrar. — Hoy tu madre y yo hemos tenido una gran idea. Queremos que tú y Stiven pasen más tiempo juntos, como antes. Lo necesitan, ambos. Ustedes eran inseparables, ¿recuerdas?
Amelia se detuvo en la puerta, su rostro palideció al instante. ¿Cómo podía su madre no ver lo que estaba pasando? ¿Cómo no entendía que las cosas entre ella y Stiven ya no eran lo mismo?
— Mamá, no sé si eso sea una buena idea — respondió Amelia con cautela, su voz nerviosa. — Las cosas entre Stiven y yo ya no son como antes. No se trata solo de pasar tiempo juntos. Él... ha cambiado. Y no creo que sea sano seguir forzando una amistad que ya no existe.
Laura, la madre de Stiven, sonrió y se acercó a ella, poniéndole una mano en el hombro.
— Cariño, todos pasan por momentos difíciles. Estoy segura de que, si ustedes dos se dieran una oportunidad, las cosas volverían a ser como antes. Yo misma he hablado con Stiven, y me ha dicho que está dispuesto a intentar arreglar las cosas. Tú solo tienes que dar el primer paso, Amelia.
Amelia intentó mantener la calma, aunque por dentro sentía una mezcla de frustración y dolor. ¿Cómo podía su madre creer que todo volvería a ser como antes con solo pasar más tiempo juntos? Ella había intentado hablar con Stiven, pero cada vez que lo hacía, él la rechazaba de una manera cruel.
— No creo que eso funcione, mamá. — Amelia estaba a punto de explotar, pero se contuvo. — Stiven no quiere arreglar nada. Él se ha vuelto alguien totalmente diferente, y no puedo seguir pretendiendo que todo está bien cuando me está lastimando.
Patricia, al ver la expresión angustiada de su hija, intentó calmarla.
— Lo entiendo, hija. Pero creo que si ambos se dan un poco de espacio, las cosas mejorarán. Las madres siempre tenemos buenas intenciones. Solo queremos verlos felices.
Amelia dejó escapar un suspiro profundo, sintiendo el peso de la conversación sobre sus hombros. Sabía que su madre y Laura querían lo mejor para ella, pero no podía hacer nada para cambiar la realidad. No era cuestión de dar más espacio o de volver a estar cerca de Stiven. El daño ya estaba hecho.
— Mamá, sé que lo haces porque te importa. Pero por favor, entiende que no es tan fácil como lo estás pintando — dijo Amelia con una voz cargada de dolor. — Ya no somos los mismos. Stiven... ya no es mi amigo. Y no creo que pueda volver a serlo.
La mirada de Patricia se tornó triste, pero no quiso insistir más. Sabía que su hija estaba pasando por algo difícil, pero no comprendía la magnitud de lo que realmente ocurría. Pensaba que con un simple esfuerzo, las cosas mejorarían, pero Amelia ya había aceptado que algo irreversible había sucedido.
— Está bien, hija — respondió Patricia, intentando dar un pequeño abrazo. — Solo espero que con el tiempo todo se solucione. La vida siempre tiene formas de sorprendernos.
Esa misma noche, después de la tensa conversación con su madre, Amelia no podía dejar de pensar en las palabras de Laura y Patricia. ¿Era posible que todo lo que había pasado fuera solo una fase? ¿Podría realmente Stiven cambiar? Pero una parte de ella sabía que ya no podía seguir esperando algo que no iba a suceder. No después de todo lo que había soportado.
La situación con Stiven empeoró a medida que pasaban los días. No solo él seguía maltratándola, sino que ahora sus amigos también se unían a sus burlas. Era como si la situación hubiera empeorado, como si Stiven hubiera incitado a todos a tratarla como si no valiera nada. Cada vez que Amelia entraba al salón, sentía la mirada de todos sobre ella, y sabía que no estaban viéndola con compasión, sino con indiferencia o, incluso, con desprecio.
Una mañana, mientras caminaba por el pasillo, vio a Stiven con su grupo de amigos. Cuando se cruzaron, él la miró de arriba abajo y, con voz burlona, comentó:
— Mira quién aparece, la niña que sigue pensando que es especial. ¿Qué te pasa, Amelia? ¿Te crees superior solo porque Axel te defiende? Eso no te va a salvar.
Amelia, temblando de ira, bajó la cabeza y siguió caminando, ignorando las risas y murmullos a su alrededor. Aunque su corazón dolía por dentro, no iba a darle el gusto de mostrar su tristeza. Ya no tenía fuerzas para seguir luchando por una amistad que había quedado atrás.
Esa tarde, en casa, Amelia trató de hablar con su madre una vez más.
— Mamá, por favor, entiende que esto no va a funcionar. Stiven ya no quiere ser mi amigo, y yo tampoco quiero seguir buscando una solución cuando él solo me hace daño. No puedo seguir fingiendo que todo está bien.
Patricia la miró con una mezcla de preocupación y tristeza.
— Lo sé, hija. Lo sé. Pero aún tengo esperanza de que todo vuelva a su cauce. Las cosas siempre pasan por una razón, y tal vez este sea solo un mal momento. Pero, por favor, no cierres la puerta por completo. A veces las personas necesitan tiempo para entender lo que han hecho mal.
Amelia asintió, pero su corazón seguía doliendo. Sabía que sus madres, con todo su amor, no comprendían la magnitud de lo que estaba viviendo. Stiven ya no era la persona que conocía, y ella tenía que aprender a dejar ir esa parte de su vida. Tal vez algún día, las cosas mejorarían, pero por ahora, tenía que aprender a sanar sola, sin importar lo que las demás esperaran.
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