Crepúsculo De Alianzas

Una manada de lobos, liderada por Thorgal, corría velozmente a través del bosque, sus patas golpeando el suelo con fuerza mientras se movían con agilidad y determinación. A su lado, una figura etérea y oscura los seguía de cerca, su presencia ominosa colmando el aire con un aura de misterio y poder.

La manada de lobos se abrió paso a través del denso bosque, moviéndose con gracia y agilidad bajo el manto de la oscuridad. Sus patas golpeaban el suelo con fuerza, levantando hojas secas y ramas rotas mientras se abrían paso hacia el claro donde planeaban establecer su campamento temporal. Al llegar al claro, los lobos se detuvieron, sus ojos brillando con determinación y alerta mientras evaluaban su entorno.

Thorgal, el imponente Alfa de la manada del norte, fue el primero en transformarse de lobo a hombre, su figura musculosa y poderosa emergiendo de la oscuridad con una presencia dominante. A su lado, sus hijos Erik, Torak y Brynjar, también se transformaron, sus cuerpos cambiando de forma mientras asumían su apariencia humana.

—Este será nuestro campamento por la noche —dijo Thorgal, señalando un área sombreada cerca del borde del claro—. Montaremos guardia en turnos para asegurarnos de que ningún peligro se acerque.

Torak y Brynjar asintieron, sus rostros serios y concentrados mientras se ponían manos a la obra para preparar el campamento.

Otro de los lobos, Gunnar, encendió el fuego en el centro del claro. El alfa imponente se paro frente a las llamas admirándolas mientras pensaba en su próxima jugada.

Sin embargo, antes de que pudiera hablar, Erik, el hijo menor del Alfa, intervino, su voz llena de urgencia y determinación.

—Padre, debemos considerar todas nuestras opciones antes de actuar precipitadamente —dijo con seriedad—. En lugar de atacar a Evergreen, podríamos negociar la paz con ellos y esperar el momento adecuado para tomar Lúmenor con la ayuda de Nocturnia.

Thorgal frunció el ceño, su mente girando mientras consideraba la propuesta de su hijo.

—Pero ¿cómo podemos confiar en los elfos después de lo que han hecho? —preguntó con escepticismo—. Nos han traicionado una vez, ¿qué garantía tenemos de que no lo volverán a hacer?

Erik se acercó a su padre, su mirada firme y decidida mientras le transmitía su confianza en su plan.

—Podemos usar su confianza en nuestra contra —explicó—. Una vez que Evergreen baje la guardia y nos vea como aliados, podremos atacar con toda nuestra fuerza y tomar el poder que nos corresponde.

Antes de que Thorgal pudiera responder, Lucien, el embajador de Nocturnia, intervino, su voz suave pero llena de autoridad.

—Si la manada del norte va a la guerra contra Evergreen, Nocturnia no intervendrá —dijo con calma—. Pero si siguen el plan de Erik y esperan el momento adecuado, juntos conquistaremos Evergreen y nos aseguraremos de que nuestras ambiciones se cumplan.

Thorgal contempló las palabras de Lucien, su mente girando con las posibilidades y los riesgos involucrados. Sabía que estaban en un momento crucial, donde una decisión equivocada podría tener consecuencias devastadoras para su manada y su pueblo.

Finalmente, con una determinación ardiente en su corazón, Thorgal tomó su decisión.

—Muy bien —dijo con voz firme—. Seguiremos el plan de Erik y esperaremos el momento adecuado para actuar. Con la ayuda de Nocturnia, conquistaremos Evergreen y aseguraremos nuestro lugar en la historia como los gobernantes supremos de estas tierras.

Con esa proclamación, Thorgal y su manada se pusieron en marcha, preparándose para el conflicto que se avecinaba y para asegurar su lugar en el reino de los elfos.

El sol comenzaba a asomarse en el horizonte mientras la manada de lobos se acercaba a una pintoresca aldea al amanecer. Los ancianos elfos salieron a su encuentro, sus rostros arrugados reflejando el paso de los años y la sabiduría acumulada.

—Bienvenidos, lobos del norte —dijo uno de los ancianos elfos con solemnidad—. Hoy es un día de celebración en Evergreen. Es el día de la boda del príncipe Aldarion y Lady Elyssia.

Thorgal frunció el ceño ante la noticia, su mente trabajando rápidamente mientras consideraba las implicaciones de este evento.

—Debemos darnos prisa, entonces —dijo con urgencia—. No podemos permitirnos llegar tarde a la boda.

Lucien, el embajador de Nocturnia, sonrió con una malicia que inquietó incluso al propio Thorgal.

—Por supuesto, mi estimado Thorgal —dijo con una voz suave pero llena de determinación—. No podemos perdernos la oportunidad de presenciar este evento tan… interesante.

Thorgal frunció el ceño ante las palabras enigmáticas de Lucien, pero sabía que no había tiempo que perder. Con un gesto de su mano, indicó a su manada que se preparara para partir hacia Lúmenor.

Los lobos se transformaron en hombres una vez más, sus formas animales desapareciendo para dar paso a figuras humanas. Con determinación en sus pasos, se dirigieron hacia el castillo de Lúmenor, que se alzaba majestuosamente en la distancia.

El viaje fue rápido, con la manada avanzando a través de los campos y bosques con una determinación implacable. A medida que se acercaban al castillo, podían sentir la emoción en el aire, mezclada con la anticipación y el nerviosismo por lo que el día traería consigo.

Finalmente, llegaron a las puertas del castillo de Lúmenor, donde fueron recibidos por los guardias elfos que custodiaban la entrada. Thorgal se adelantó, su mirada feroz y decidida mientras se preparaba para entrar en el castillo y presenciar la boda del príncipe.

Lucien lo siguió de cerca, una sonrisa siniestra curvando sus labios mientras anticipaba los eventos que estaban por desarrollarse.

Con paso firme y corazones llenos de determinación, Thorgal y su manada entraron en el castillo de Lúmenor, listos para presenciar el comienzo de una nueva era en el reino de los elfos.