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Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Status: En proceso
Genre:Romance / Comedia / CEO
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Cristián perez

Me hice millonario antes de graduarme, cuando todos aún se reían del Bitcoin. Antes de los veinte ya tenía más dinero del que podía gastar... y más tiempo libre del que sabía usar. ¿Mi plan? Dormir hasta tarde, comer bien, comprar autos caros, viajar un poco y no pensar demasiado..... Pero claro, la vida no soporta ver a alguien tan tranquilo.

NovelToon tiene autorización de Cristián perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 6: Lark Media Inc.

Adrián Foster caminaba por el pasillo principal del edificio corporativo. El murmullo de teclados, teléfonos y conversaciones dispersas llenaba el aire con un ritmo de oficina agotado. Al llegar a la puerta de cristal con el logo Lark Media Inc., respiró hondo, empujó suavemente y entró.

Dentro, una mujer con un vestido azul cielo levantó la vista de su computadora. Su largo cabello castaño oscuro caía sobre sus hombros como una cascada, y su elegancia parecía fuera de lugar en medio del caos laboral. Su rostro, aún hermoso a pesar de rondar los treinta, irradiaba la madurez tranquila de una mujer que había aprendido a sobrevivir en el mundo corporativo. Solo unas finas líneas cerca de los ojos revelaban las horas de trabajo y estrés.

—Adrián, ¿qué haces aquí? —preguntó con una voz suave pero sorprendida Helen Quinn, su agente y representante dentro de la empresa.

Helen era quien se encargaba de todo lo relacionado con sus transmisiones: coordinación, promoción, gestión de seguidores, contratos y reportes financieros. Sin ella, su presencia en Lark Media sería un caos total.

Adrián se dejó caer en la silla frente a su escritorio, con una sonrisa algo irónica.

—Helen, no he recibido mi salario en tres meses. No es que me vaya a morir de hambre, pero me gustaría saber qué está pasando.

Necesito al menos fingir que tengo un flujo de ingresos estable —dijo en tono relajado, aunque con un brillo de molestia en los ojos.

Ella soltó una ligera risa y le sirvió una taza de café.

—¿Tú, preocupado por dinero? Vamos, Adrián. Conduces un Aston Martin, usas relojes que valen más que mi auto y vistes de diseñador. ¿Qué será lo siguiente? ¿Decirme que estás pensando en buscar trabajo en Starbucks? —bromeó con un toque de sarcasmo cariñoso.

Adrián levantó una ceja y respondió con un gesto casi teatral:

—Me subestimas. Si trabajara en Starbucks, probablemente terminaría comprando la franquicia.

Helen negó con la cabeza, sonriendo.

—Lo digo en serio. Sabes que eres uno de los creadores más rentables que he tenido. Pero la empresa está pasando un momento difícil. Las cuentas están congeladas, los pagos atrasados y las inversiones se evaporaron. Estoy considerando renunciar antes de que el barco se hunda del todo.

Esa última frase lo golpeó más de lo que esperaba.

Helen había estado en Lark Media desde sus inicios. Había formado a decenas de influencers, convertido talentos anónimos en estrellas, y mantenido a flote la agencia incluso cuando el resto de la industria se derrumbaba. Si hasta ella pensaba en irse, era señal de que las cosas estaban realmente mal.

—¿Y el señor Quinn? —preguntó Adrián, refiriéndose a Richard Quinn, el CEO de Lark Media.

—En su oficina —respondió Helen, bajando la voz—. Pero no te hagas ilusiones. No hay dinero en la cuenta. Ni para salarios ni para mantenimiento. Está desesperado.

Adrián se levantó despacio y asintió con determinación.

—Entonces iré a hablar con él. Gracias, Helen. Y descuida, no dejaré que esto se hunda tan fácil.

Ella le devolvió una mirada de complicidad.

—Ten cuidado, Adrián. Ya no es el mismo de antes.

—Toc, toc, toc.

—Adelante —se escuchó desde adentro.Adrián abrió la puerta y se encontró con un Richard Quinn irreconocible. El hombre, que solía irradiar seguridad y entusiasmo, parecía ahora una sombra de sí mismo. Su cabello estaba grasiento y despeinado, la barba crecida sin forma, los ojos rojos e hinchados. Sobre su escritorio había pilas de documentos, facturas y tazas de café vacías.

El contraste con el pasado era brutal. La última vez que lo había visto, Richard hablaba con pasión sobre el futuro de Lark Media, soñando con llevar la empresa a cotizar en bolsa. Incluso había bromeado con invitarlo a sonar la campana de apertura en Wall Street.

Ahora, su mirada era la de un hombre al borde del colapso.

—Adrián… —murmuró con una sonrisa triste—. La cuenta de la empresa está vacía.

Necesito tiempo. Te pagaré, aunque tenga que pedir prestado. No quiero que nadie salga perdiendo.

Adrián lo observó con una mezcla de respeto y lástima. Sabía que Richard era un hombre íntegro. Siempre había sido justo con los empleados, pagándoles puntualmente, cubriendo seguros y ofreciendo bonos por desempeño. En una industria llena de tiburones, él era una rara excepción: un jefe decente.

—¿Cuánto dinero queda en la cuenta? —preguntó Adrián en voz baja.

—Ni un dólar. Liquidamos el último pago la semana pasada.

—¿Cómo pasó esto? —replicó, con el ceño fruncido.

Richard suspiró y se quitó las gafas.

—Los competidores se llevaron a nuestros mejores streamers. Algunos recibieron ofertas que yo jamás podría igualar. Les ofrecieron millones, horarios fijos y contratos imposibles de rechazar.

»Muchos aceptaron. Otros, como tú, se quedaron, y eso te lo agradezco. Pero con cada salida, las ganancias caen, y sin ingresos… no puedo sostener el negocio.

Adrián permaneció en silencio. El sonido del aire acondicionado era lo único que rompía la tensión.

—Intenté reclutar nuevos talentos —continuó Richard—. Puse mi propio dinero. Compré equipos, invertí en promoción, aposté todo a una campaña de ventas en línea… y fallé.

Ahora tengo una montaña de mercancía sin vender y una deuda que crece cada día.

Se llevó las manos al rostro. Su voz temblaba, aunque intentaba mantener la compostura.

—No quiero rendirme, pero… mañana me divorcio. Le dejaré todo a mi esposa y asumiré las deudas solo. No merecen cargar con esto.

Adrián se inclinó, le sirvió un vaso de agua y lo dejó frente a él.

—¿Qué opciones quedan? —preguntó con serenidad.

—Dos —dijo Richard—.

»La primera es buscar una adquisición. Vender Lark Media mientras aún queda algo de valor: empleados, inventario, nombre.

»La segunda… es la quiebra. Cierre total, liquidación de activos, y probablemente nadie cobre su salario.

—¿Y cuál es la más probable?

Richard rió sin alegría.

—Ojalá pudiera decirte la primera. Pero la verdad es que la segunda.

He estado reuniéndose con otras agencias durante un mes, intentando convencerlas de comprar Lark Media.

Nadie quiere arriesgarse. Saben que ya estamos al borde del colapso.

La industria de los creadores digitales era un campo de batalla. Miles de agencias MCN habían surgido durante el auge de las redes, pero pocas sobrevivían.

De las más de 30,000 empresas que habían nacido en el boom, apenas 20,000 seguían activas. El resto desapareció, devoradas por la competencia o asfixiadas por los costos.

Adrián miró por la ventana. Desde allí se veía parte del skyline de Manhattan, los rascacielos recortando un cielo gris.

Sabía que Lark Media estaba tambaleándose, y que, si caía, no solo perdería una empresa… sino también los lazos, las personas y quizá a Claire Williams, la mujer que había hecho latir su corazón por primera vez en años.

El silencio entre ambos fue largo, pesado. Richard respiró hondo.

—Lo siento, Adrián —dijo finalmente—. He hecho todo lo posible.

Adrián asintió sin decir nada. No había reproches en su rostro, solo una resolución silenciosa.

Miró la taza vacía frente a él, se levantó despacio y, antes de salir, solo dijo:

—No te preocupes, Richard. Aún no todo está perdido.

Cerró la puerta, dejando atrás la oficina envuelta en el ruido sordo de la desesperanza.

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1
Lilia Salazar
le faltó el final saber si conquistó a la que le gusta o que honda
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