Ella necesita dinero desesperadamente. Él necesita una esposa falsa para cerrar un trato millonario.
El contrato es claro: sin sentimientos, sin preguntas, sin tocarse fuera de cámaras.
Pero cuando las cámaras se apagan, las reglas empiezan a romperse.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Una salida de chicas.
...💎...
...CAPÍTULO 5...
...----------------...
...EMMA RÍOS ...
No sabía si Leonardo quería estrangularme o cancelar el contrato, pero la forma en que me miró antes de irme definitivamente del estudio me dio escalofríos.
Y no de los buenos.
Por suerte, Gisela —sí, así se llamaba la hermana menor del susodicho CEO— parecía disfrutar del caos ajeno.
Me arrastró del brazo como si fuéramos mejores amigas de toda la vida, con una energía tan opuesta a la de su hermano que me costaba creer que compartieran el mismo ADN.
—Bueno, ahora que la telenovela terminó —dijo mientras caminábamos por el pasillo—, creo que necesitas azúcar.
—¿Azúcar?
—Sí. Azúcar y una charla de orientación, cortesía de tu nueva cuñada favorita.
—¿No deberíamos esperar a que tu hermano salga de su cueva de furia antes de irnos?
—¿Esperar? —rió—. ¿Y perder la oportunidad de escaparnos mientras está distraído? Ni loca.
—¿Escaparnos?
—Sí. Vamos por donuts. Y si tenemos suerte, alcanzamos unas compras antes de que te rastree por GPS.
La miré con incredulidad.
—¿Eres consciente de que tu hermano me tiene vigilada hasta cuando respiro?
—Por eso mismo. Un poco de rebeldía te hará bien. —me guiñó un ojo—. Además, tranquila, sé cómo manejarlo.
No sé en qué momento terminé en su auto, con las tarjetas que Leonardo me había dado aún en el bolso y el alma temblando de nervios.
Pero el olor a donuts recién horneadas en el local al que me llevó hizo que cualquier culpa desapareciera instantáneamente.
—Aquí es donde recargo serotonina cuando mi hermano empieza con su fase de CEO robot. Trabajar con él es insoportable—dijo Gisela, pidiendo una caja de seis—. ¿Chocolate o glaseada?
—Ambas. —respondí sin dudar.
—Sabía que me ibas a caer bien.
Nos sentamos en una esquina del local. Ella se quitó las gafas de sol y me miró con una sonrisa de esas que esconden intenciones.
—Bueno, Emma Ríos… ¿quieres saber por qué te eligió?
Casi me atraganto con la primera mordida.
—¿Elegirme? ¿A mí?
—Ajá. —murmuró, divertida—. Leonardo no da pasos al azar, menos en algo tan delicado como esto. Y sí, fui yo quien te sugirió.
—¿Qué?
—Llevaba días observándote en la empresa. —dijo con total naturalidad—. Te vi aquella vez con el en la impresora.
—¿La impresora?
—Sí. Cuando intentabas sacar copias y el papel se atascó. Dijiste que la impresora tenía “espíritu demoníaco” y que estabas a segundos de practicarle un exorcismo.
Me llevé las manos a la cara.
—Oh, por favor.
—Tranquila, fue épico. —rió—. Leonardo sonrió justo después que te fuiste.
—¿QUÉ?
—Y ahí fue cuando me di cuenta. —continuó, ignorando mi cara de horror—. También ese día en el que llevabas el traje más arrugado de toda la oficina, el moño más deshecho del planeta y aun así le hablaste sin miedo cuando él preguntó por qué el informe no estaba listo.
—Le dije que si quería informes mágicos, contratara a Harry Potter.
—Exacto. —rió Gisela—. Todos se quedan mudos cuando mi hermano habla. Tú no.
Me quedé en silencio, procesando la información.
Así que todo había empezado con una impresora poseída y mi talento natural para meter la pata.
—Leonardo necesitaba a alguien convincente —siguió ella—. Los socios están encima, vigilando cada paso que da. No confían en nadie que haya hecho su fortuna desde cero. Y menos en alguien que no tiene familia, esposa ni hijos que lo “estabilicen”.
La forma en que lo dijo me hizo bajar la mirada.
—Entonces es cierto. No tienen padres.
—Murieron cuando éramos niños. —respondió, esta vez con un tono suave—. Yo tenía diez, él dieciséis.
—Lo siento. —susurré.
—No lo sientas. Él siempre dice que la pérdida lo hizo más fuerte. Que no necesitaba a nadie. Y… en parte, tenía razón. Se hizo solo.
—¿Solo?
—Trabajó como loco. Primero becas, luego emprendimientos, luego su primera empresa. Hoy es millonario, pero sigue actuando como si estuviera a un paso de perderlo todo.
Gisela tomó una donut, la giró entre sus dedos y añadió:
—Por eso los inversionistas lo ven como un riesgo. Lo respetan, lo temen, pero no lo entienden. Y ahora tiene que cerrar un trato en dos meses que depende completamente de su imagen.
—¿Y ahí entro yo? —pregunté, arqueando una ceja.
—Exactamente. —sonrió—. Necesita parecer estable, equilibrado… enamorado. Al menos por medio año.
Solté una risa sin humor.
—Sí, bueno, estabilidad no es precisamente lo que se me da mejor.
—Por eso funcionas. —dijo ella, encogiéndose de hombros—. No eres perfecta, Emma. Y mi hermano necesita algo real para recordar que todavía es humano.
Sus palabras me dejaron pensando.
Entre mordidas de donut y risas nerviosas, comencé a entender que detrás del contrato, las cláusulas y su mal humor, Leonardo no era solo un CEO controlador.
Era alguien que había tenido que ser adulto demasiado pronto.
—¿Sabes qué es lo más irónico? —añadió Gisela, con una sonrisa traviesa—. Apuesto a que a mi hermano ya le fastidias y te necesita al mismo tiempo.
—Pues creo que ya es mutuo.
—Créeme. —dijo, levantando su donut como brindis—. Si te mira con esa mezcla de fastidio y curiosidad… estás perdida.
Reí, aunque por dentro una parte de mí sabía que tal vez tenía razón.
Y eso era, en sí, peligroso.
—Bueno —dije, terminando mi café—, ¿qué sigue en tu plan de “rebeldía”?
—Fácil. —Gisela sonrió como si estuviera planeando un crimen—. Compras.
—¿Compras?
—Sí. Leonardo quiere que parezcas una prometida de revista, ¿no? Entonces necesitamos vestidos, zapatos y actitud. Y aprovechando que el lío con Bianca lo tendrá ocupado todo el día…
—Te estás aprovechando de la desgracia ajena.
—Lo llamo “optimizar el caos familiar”. —respondió con un guiño.
Y sin darme tiempo a negarme, ya estábamos saliendo del local con una bolsa de donuts extra y una lista mental de tiendas por visitar.
Mientras caminábamos hacia el auto, no pude evitar mirar el cielo gris de la ciudad y pensar:
Emma Ríos, con dos tarjetas brillando en mi bolso y sobre todo una ilimitada.
Sí.
Definitivamente, esto iba a ser un divertido caos.
Pero al menos iba a hacerlo con estilo.
...----------------...
Cuando llegué al hospital, Sofía estaba sentada en su cama, rodeada de revistas, flores y una sonrisa que me hizo olvidar todo lo demás.
Tenía puesto el pijama nuevo que le había comprado con una de las tarjetas black de mi amado esposo temporal.
—¡Emma! —gritó apenas me vio, con la emoción de una niña en Navidad—. ¡Tienes que ver esto!
Me arrastró hasta la ventana y me mostró su nueva habitación privada. Todo relucía, desde las sábanas hasta las cortinas color crema.
—Mira este televisor, ¡y la vista! Se ve toda la ciudad. Las enfermeras me tratan como a una princesa.
Sonreí. Eso era justo lo que había querido desde el inicio: verla feliz, verla tranquila.
—Te lo mereces, Sofi.
—Pero, a ver… —me miró de arriba abajo con esa expresión curiosa que siempre me da miedo—. ¿De dónde sacaste el dinero para todo esto?
Intenté reír, pero se me hizo un nudo en la garganta.
—Digamos que tuve un golpe de suerte.
—¿Golpe de suerte o sugar daddy? —preguntó entre risas.
—¡Sofía! —le lancé una almohada.
—Es broma, broma. Pero en serio, dime. No pienso quedarme tranquila hasta saberlo.
Me senté a su lado. Tenía que decírselo, o al menos una parte. Ella era mi única familia, la única persona que confiaba en mí sin condiciones.
—Me voy a casar —solté al fin.
El silencio duró exactamente tres segundos.
—¿Qué?
—Sí… con alguien muy rico —añadí, bajando la voz.
Sofía parpadeó como si intentara procesarlo, y luego soltó una carcajada tan fuerte que las enfermeras seguro la escucharon desde el pasillo.
—Si no estuviera en un hospital de élite, juraría que me estás tomando el pelo.
—Te lo juro que no.
—¿Y lo amas? —preguntó con esa voz suave que me parte el alma.
Tragué saliva.
—Estoy aprendiendo —dije, mintiendo un poquito.
Ella me abrazó sin más, y por un instante, olvidé las cláusulas, los contratos y las cámaras que pronto nos seguirían a todos lados.
—Solo espero que seas feliz, Emma. De verdad. No importa si es rico o pobre, mientras no te haga llorar.
Ah, si tan fácil fuera.
Más tarde, mientras salía del hospital, el celular vibró. Era un mensaje de Leonardo:
*Leonardo: **Ensayo de cena, 8 p.m. No llegues tarde. Y no olvides sonreír, señora Blake.*
Rodé los ojos.
—Sí, claro… sonreír mientras pienso en arrancarte el alma.
Caminé hasta el auto que me esperaba y miré la tarjeta black en mi mano.
La tarjeta que representaba todo lo que odiaba y necesitaba al mismo tiempo.
Sus palabras me retumbaban en la cabeza:
“Puedes gastar lo que quieras, pero no rompas ninguna cláusula con estupideces.”
Levanté una ceja y murmuré para mí:
—¿Estupideces? Uy, señor Blake, ya te sorprenderás cuando veas las cuentas.
Con una sonrisa de medio lado, cerré la puerta del coche.
Porque si la vida me había dado un contrato con el diablo… al menos pensaba disfrutarlo a mi manera.
qué bueno ....porque estaba pensando en varias maneras de desaparecer te sin dejar rastros 🤫😎
impotencia, dolor, decepción y amor....tan igual como Emma 🤦🏼♀️
tú gran CEO....te buscas una pendeja que te aguante tus delirios y todos felices
Escrito
😤🤦🏼♀️.... ay.....es que me lleva....
Yazz..... siento que las bilis se me revuelven del coraje !!!!! 😤😤😤😤😤