Vandra nunca imaginó que su aventura con Erika sería descubierta por su esposa, Alya.
El dolor que Alya sintió fue tan profundo que pronunció palabras que jamás había dicho antes:
"La oración de quien ha sido agraviado será concedida por Allah en este mundo. Tarde o temprano."
Vandra jamás pensó que las oraciones de Alya para él, antes de su separación, se cumplirían una por una.
¿Pero cuál fue exactamente la oración que Alya pronunció por Vandra?
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Capítulo 11
"¡Assalammualaikum, Bunda!" La voz alegre de Vero resonó en el porche, como siempre después de la escuela. La mochila que pesaba sobre sus hombros parecía más ligera al pisar aquella casa, un hogar que se suponía lleno de tranquilidad.
Sin embargo, los pasos de Vero se detuvieron. Sus ojos se abrieron al ver a su padre sentado en la sala de estar. No era lo habitual. A estas horas, su padre debería estar aún en la oficina, sumido en una montaña de trabajo.
"¿Padre, no estás trabajando?" preguntó Vero con inocencia, sus ojos brillando con asombro.
Vandra sonrió débilmente, tratando de ocultar la angustia tras su rostro. "Hoy papá llegó temprano a casa, Kak".
Sin sospechar nada, Vero saludó a sus padres, luego saludó a Rianti y Maria, que también estaban sentadas en la sala de estar. La calidez de la casa se sentía diferente; como si hubiera un aire denso que presionaba, envolviendo el espacio con una tensión inexplicable.
"Kak, Ali está afuera jugando con Adik", dijo Alya suavemente, aunque su voz temblaba. "¡Pero cámbiate de ropa primero!"
"¡De acuerdo, mi querida Bunda!" respondió Vero con entusiasmo. La niña corrió hacia su habitación. Sin embargo, en secreto dejó la puerta de la habitación entreabierta. Su corazón, aún inocente, ya podía percibir que algo andaba mal por la forma en que los adultos se miraban. Quería saber de qué estaban hablando.
El ambiente en la sala de estar se tensó en cuanto Vero desapareció. Alya miró a su marido con ojos llorosos pero llenos de firmeza. Rianti y Maria se sentaron al otro lado, ambas mirando a Vandra con una mirada difícil de descifrar, entre decepción, ira y compasión.
"¡Mira, Mas Vandra!" La voz de Alya se quebró, su tono bajo pero penetrante. "Por tu comportamiento, otro corazón se romperá. Un corazón que no debería sufrir heridas por culpa de los adultos".
Vandra tragó saliva. Bajó la mirada, luego la levantó de nuevo, tratando de mantener su dignidad. "Si no quieres que la vida de los niños se arruine, entonces no podemos separarnos". Su voz era suave, pero llena de miedo.
Alya negó con la cabeza suavemente, las lágrimas corrían por sus mejillas. "Precisamente, se sentirán aún más devastados y te odiarán si siguen viéndonos pelear. Los niños no son ciegos, Mas. Ellos entienden. Ellos pueden sentir".
Hubo un momento de silencio. Rianti luego abrió la boca, su tono firme, como un juez desentrañando la verdad.
"¿En su acuerdo prenupcial, si hay traición o matrimonio secreto, su relación terminará?"
"Sí", respondió Alya rápidamente, llena de convicción. Su voz era firme, como si hubiera estado esperando este momento desde hacía mucho tiempo.
Vandra estaba a punto de abrir la boca, intentando intercalar la palabra "Cariño...", pero Alya lo interrumpió de inmediato.
"Ya he entregado todos los documentos a Pak Wirawan. El abogado que preparó nuestro acuerdo prenupcial. Estoy lista, Mas".
Esa frase fue como un martillo que golpeó el pecho de Vandra. Sintió que su pecho se hundía, su cuerpo repentinamente débil. La última esperanza que sostenía parecía evaporarse. Con pasos pesados, se dejó caer en el sofá individual, con la cara gacha. Como si su energía vital se hubiera extraído junto con la confesión de Alya.
"¿De verdad no hay oportunidad de estar juntos de nuevo?" preguntó Vandra con voz ronca. Miró a Alya, esperando que hubiera una pequeña brecha para expiar sus errores.
Pero Alya respondió sin dudarlo, aunque su voz se quebró. "No. Ya no estoy dispuesta a estar contigo, Mas".
Las lágrimas de Vandra cayeron, pero era demasiado tarde. Todos los arrepentimientos tardíos son solo veneno que empeora aún más la situación.
Mientras tanto, al otro lado, Erika estaba sentada en una silla del hospital esperando a su madre, que aún permanecía acostada después de sufrir un derrame cerebral. El aburrimiento se extendía, su estómago rugía. Miró su teléfono repetidamente. No había ni una sola respuesta de Vandra.
Sus dedos temblaron, envió mensajes una y otra vez.
"Mas, ¿dónde estás? Tengo hambre. Tráeme el almuerzo, ¡rápido! ¿Solo silencio? No me hagas esperar".