Gia es una hermosa mujer que se casó muy enamorada e ilusionada pero descubrió que su cuento de hadas no era más que un terrible infierno. Roberto quien pensó que era su principe azul resultó ser un marido obsesivo y brutal maltratador. Y un día se arma de valor y con la ayuda de su mejor amiga logra escapar.
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Capítulo 6 – Un espacio compartido
Gia no podía apartar los ojos del hombre que tenía frente a ella. Su presencia llenaba la estancia. No solo por su físico, imponente y cuidado, sino por esa energía tranquila, controlada, casi contradictoria con el sobresalto que acababan de vivir.
Se sentaron en el sofá, cada uno en una esquina, como dos desconocidos atrapados por error en el mismo vagón.
—Entonces… —dijo él con voz grave, rompiendo el silencio—, ¿te llamas Daniela, cierto? Mi hermana me comento que una amiga muy cercana a Maleni, necesitaba un lugar donde quedarse por un tiempo, que se llamaba Daniela… algo. Discúlpame que no recuerde tu apellido.
—Sí. Daniela Rocco —respondió ella, rápida, con tono firme, como si al decirlo estuviera reafirmando su nueva existencia.
—Bueno, como te comenté al comienzo, soy Noa Bianchi —se presentó él, con una media sonrisa—. Este departamento es de mi hermana y mío. Pero hace tiempo que no vivimos aquí. Yo solo vine por trabajo, un par de meses. Casi siempre está vacío.
Ella asintió, incómoda, manteniendo las manos entrelazadas sobre su regazo.
—Quisiera que me disculpara señor Bianchi. Si hubiera sabido que usted estaría aquí, no habría venido. Tal vez, debería retirarme.
Dijo y se levanto algo nerviosa para tomar su bolso y salir, pero Noa con una voz cálida le dijo.
—No te preocupes —dijo Noa, levantando una mano—. Yo no recordaba que mi hermana había ofrecido el lugar. Fue mi culpa por siempre estar distraido en mis cosas. Y no es tu culpa. Por favor no me hagas sentir mal y quédate.
Daniela estaba inquieta.
—Buscaré dónde quedarme. No quiero incomodar.
Noa se puso de pie también, sin acercarse demasiado.
—¿Conoces la ciudad?
—No —respondió ella, bajando la mirada—. Es la primera vez que estoy aquí.
Él asintió lentamente. Algo en su expresión se suavizó.
—Como te dije, estaré en Ciudad Luz solo uno o dos meses. Trabajo en una empresa de desarrollo urbano, y tengo jornadas largas. Salgo temprano, vuelvo tarde, apenas paso por aquí. Si no te molesta compartir el espacio… el lugar es amplio, hay 4 habitaciones y cada una con su baño. Puedes quedarte.
Gia lo miró, evaluando cada palabra, cada gesto. Noa no parecía buscar nada con su ofrecimiento. No había tensión en su mirada, ni doble intención. Solo una combinación de responsabilidad y empatía… algo que hacía mucho tiempo no veía en un hombre.
—¿Estás seguro? —preguntó en voz baja.
—Sí. Mi hermana tiene buen juicio para confiar en las personas. Si ella confió en ti yo también puedo hacerlo y si te ofreció el lugar, eso me basta. Y... no es justo que te vayas por un error mío.
Gia dudó unos segundos más. Su instinto seguía en alerta. Pero había algo en él, en su voz, en su postura, en su respeto por la distancia que le decía que podía Confiar, un poco.
Asintió despacio.
Gia sintió una leve punzada en el pecho. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien le decía algo así: confío en ti, sin condiciones, sin tener que ganárselo a través del dolor.
Asintió despacio.
—Gracias… Señor Bianchi...
Él solo sonrió, pero esa sonrisa transmitía calidez, paciencia y tranquilidad.
—Noa por favor, llámame Noa y bienvenida, Daniela.
Por primera vez desde su llegada, Gia se permitió respirar más hondo. No del todo, pero lo suficiente como para sentir que, quizás, estaba en el lugar correcto.
Al menos por ahora. Ella se acomodo en el sofá, y por primera vez desde su llegada, sintió que su cuerpo dejaba de temblar.
Noa le dio un tour por de departamento y le señalo cual seria su habitación, y le dijo en cual estaría el por si necesitaba algo. Ella agradeció y entro en la que sería su nueva habitación por el momento.
Era hermosa, amplia, amplia y cálida, también su propio vestidor, y en el baño también tenia una bañera que al verla decidió darse un baño relajante, uno como hace años no había podido disfrutar.