Un Villano Para La Protagonista

Arlette sintió que el tiempo se detenía mientras el sonido del reloj resonaba en la habitación. Había pasado horas hablando con Alejandra, compartiendo historias de vidas opuestas, de mundos que rara vez se cruzaban. Era una conversación cargada de significados ocultos. Arlette, con su dulzura natural, había intentado entender la complejidad de la vida de Alejandra, el guardaespaldas que había estado en el centro de la tormenta en su primera vida.

Ya era las cuatro en punto cuando Alejandra anunció que debía irse. Debía hacer algo importante en el día de hoy. Arlette tenía curiosidad, así que se atreve a dar una pregunta

— ¿Puedo saber?

Alejandra, con su mirada firme y decidida, le respondió que esos encuentros eran necesarios para asegurar su libertad, y que si Arlette decidía unirse a ella, también podría encontrar la suya.

Las palabras de Alejandra se unieron en la mente de Arlette como un eco, una advertencia y una invitación al mismo tiempo. Ambas deberán ayudarse en una sociedad donde las mujeres son menos preciada y reducida a los asuntos del hogar.

La despedida fue rápida. Alejandra se marchó, y Arlette se quedó sola en la habitación, rodeada de un silencio pesado, asimilando todo lo que acababa de escuchar. Sin embargo, no estaba realmente sola. Ya no se sentía de esa manera. Ahora que sabía que había alguien mas como ella, cree que es la oportunidad de salir aún más de la trama original.

Mientras tanto, Alejandra subía al carruaje, sintiendo el roce del terciopelo contra su piel, una sensación que contrastaba con la dureza de su vida anterior.

Recordaba el momento en que despertó, sorprendida al ver su reflejo en el espejo. La imagen que le devolvía la mirada no era la de un hombre formidable, sino la de una hermosa dama de la sociedad. Gritó con horror, una aberración inesperada que, por suerte, no había sido escuchada por los duques. Esa imagen, esa transformación, había sido el comienzo de un viaje que la llevaría a redefinir su identidad.

“ aún no sé cómo vivir sin ti... No me acostumbro a ser una mujer. Lo peor que le puede pasar a un hombre es perder las bolas"

Alejandra suspira con su delicada voz y susurrra.

— jamás me harán cambiar mis gustos sexuales por las mujeres.

En eso, el sirviente que siempre acompaña a Alejandra la mira impactado de un modo silencioso. La dama no le permitió decir nada y lo calló con la mirada.

Al llegar a la residencia Richst, Alejandra se bajó del carruaje con una elegancia innata. Su manera de caminar, fluida y segura, revelaba la adaptación que había logrado en tan poco tiempo. Sabía que ya no podía actuar como un hombre; el cuerpo que habitaba ahora le exigía algo diferente. No sería la rudeza lo que la haría poderosa, sino el encanto y la sutileza de una mujer. Aunque esa idea le resultaba incómoda, comprendía que para sobrevivir debía aceptar y utilizar su nueva forma.

Un mayordomo la recibió con un gesto de respeto, guiándola hacia la sala de estar de la mansión. La grandeza del lugar era abrumadora; los muebles, finamente elaborados, y las decoraciones, meticulosamente elegidas, hablaban de una riqueza que parecía inalcanzable. Sin embargo, Alejandra no se dejó intimidar. Sus ojos, de un rubí profundo, se centraron en el hombre que la esperaba en la sala.

Lord Cárter se presentó ante ella. Era un hombre albino, con una piel pálida que contrastaba con sus ojos dorados, que la miraban con una intensidad que hacía que un escalofrío recorriera su espalda. La tensión era fuerte, como si ambos estuvieran conscientes de que este encuentro tendría bueno contratos.

— nuevamente nos vemos, madame.— dijo él, su voz era tan fuerte y educada

Aquel saludo marcaba el inicio de un negocio delicado, donde cada paso que dieron ambos, podría perjudicar o mejorar en las condiciones establecidas, eso dependiendo de los dos.

Alejandra sintió tranquila mientras hablaba con lord Cárter. Él ofrecía todo lo que le había propuesto en anteriores encuentros. Este no era el primero, ni será el último

— entiendo que necesite el préstamo. Y le prometí que se lo daría tan pronto que me demostrará su capacidad de manejar los negocios. Pero dada la circunstancia de que esté no es mi imperio. No puedo hacer nada por usted. Al menos de que su padre lo apruebe o de que se case y su marido lo acepte.

Mientras Cárter la observaba, Alejandra se dio cuenta de que este era el momento que había estado esperando. Había pasado semanas pensando en cómo podría utilizar su nueva identidad para su beneficio. No podía permitir que su pasado como un hombre le interfiera en sus planes; necesitaba encontrar un camino hacia la libertad, y quizás, solo quizás, ese Lord tenía la clave.

— lo sé.— ríe ella, con suavidad.— por eso quiero proponerle un contrato matrimonial.

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Tendría que ser astuta, mezclar su encanto con una dosis de firmeza, y mantener siempre una guardia alta. Alejandra respiró hondo, preparándose para el intercambio de palabras. Al principio, la idea de matrimonio no era lo importante, pero ahora era un pacto que debía realizar para conseguir la libertad.