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Cuando Abrió Los Ojos, Descubrió El Amor

Cuando Abrió Los Ojos, Descubrió El Amor

Status: Terminada
Genre:CEO / Amor-odio / Amor eterno / Enfermizo / Completas
Popularitas:801
Nilai: 5
nombre de autor: Luciara Saraiva

La puerta chirrió al abrirse, revelando a Serena y a la enfermera Sabrina Santos.

—Arthur, hijo —anunció Serena—, ha llegado tu nueva enfermera. Por favor, sé amable esta vez.

Una sonrisa cínica curvó los labios de Arthur. Sabrina era la duodécima enfermera en cuatro meses, desde el accidente que lo dejó ciego y con movilidad reducida.

Los pasos de las dos mujeres rompieron el silencio de la habitación semioscura. Acostado en la cama, Arthur apretó los puños bajo la sábana. Otra intrusa más. Otro par de ojos recordándole la oscuridad que lo atrapaba.

—Puedes irte, madre —su voz ronca cortó el aire, cargada de impaciencia—. No necesito a nadie aquí.

Serena suspiró, un sonido cansado que se había vuelto frecuente.

—Arthur, querido, necesitas cuidados. Sabrina es muy experta y viene con excelentes recomendaciones. Dale una oportunidad, por favor.

NovelToon tiene autorización de Luciara Saraiva para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 19

Sabrina bajó a la cocina.

-- Señora Vera, la señora Maldonado dijo que a partir de hoy voy a dormir en la habitación con el señor Arthur. ¿Ella ya habló con usted para que le prepare la cama?

-- ¡Oh!? niña Sabrina. La señora Serena ya me avisó, sí. Voy a pedir a los empleados de la mansión que coloquen otra cama en la habitación de su Arthur. Ahora niña, siéntese un poco y beba un vaso de leche. Es preciso alimentarse bien.

-- Señora, agradezco su gentileza, pero no puedo dejarlo solo por mucho tiempo. Tengo miedo de que se caiga de la cama nuevamente.

-- No se preocupe... Beba su leche con tranquilidad que yo voy a quedarme con él.

Sabrina concordó, pues sabía que la señora Vera no iba a dejarla salir de la cocina sin comer algo.

La gobernanta lentamente dejó la cocina y caminó para la habitación de Arthur. Ella se sentó en el sillón y quedó observándolo. Arthur fue prácticamente criado por Vera. Su madre siempre vivía ocupada, pues en la época era modelo y siempre vivía viajando.

-- Mi niño... Ruego para que pronto vuelva a ver y a andar normalmente.

Vera observaba a Arthur dormir, una mezcla de cariño y preocupación estampado en su rostro. El hombre, antes tan lleno de vida y energía, ahora yacía en la cama, sus ojos vendados y los movimientos limitados. Un recuerdo vívidamente del día del accidente atravesó la mente de Vera, de la corrida desesperada para el hospital, de la angustia de esperar por noticias y del diagnóstico que parecía destrozar el mundo de todos.

Ahora, Sabrina, recién llegada a la mansión, se había revelado una bendición. Desde el primer momento, demostró una dedicación y un cuidado con Arthur que sorprendían a todos. Vera sonrió al pensar en la preocupación de la niña en no dejar a Arthur solo, incluso para tomar un simple vaso de leche. Era visible el afecto que nacía entre ellos.

De repente, Arthur se removió en la cama y soltó un gemido. Vera se aproximó rápidamente.

-- Arthur, mi querido, ¿está todo bien? ¿Necesita de algo?

Él despertó, buscando la voz de Vera. -- ¿Vera? Pensé que estuviese solo. ¿Dónde está la enfermera?

-- Nunca, mi niño. Sabrina está en la cocina, bebiendo un poco de leche, pero ya viene para acá. Yo estoy aquí con usted.

Vera sostuvo la mano de él, un gesto de confort.

-- La enfermera es muy cuidadosa... La voz de Arthur era débil, pero cariñosamente pura.

-- Sí, mi ángel. Ella es muy dedicada a la profesión. Por eso, debe ser cuidadoso con ella.

Arthur suspiró, una leve sonrisa surgiendo en sus labios. -- Ella es muy buena para mí, ¿no es así? Por primera vez desde el accidente, encontré una enfermera legal. No me gustaron las otras. Sabrina es diferente... Totalmente.

Vera apretó la mano de él con cariño. -- Ella es un presente, Arthur. Un presente para todos nosotros. Hasta se puede ver que desde que ella comenzó a cuidarlo, ha mejorado mucho. Gente así es esencial tenerla cerca.

En la cocina, Sabrina terminó su leche, apresurándose para volver a la habitación de Arthur. El recuerdo de que él ya se cayó de la cama recientemente aún la asombraba, y la promesa de que se quedaría con él se tornó su prioridad. Ella sentía una responsabilidad inmensa en cuidarlo, una ligación que iba más allá del deber.

Al retornar a la habitación, encontró a Vera sentada en el sillón, y Arthur parecía más tranquilo.

-- Sabrina, qué bueno que llegó, dijo Vera, levantándose. -- Voy a dejarlos a solas. Si precisan de algo, es solo llamar.

Sabrina asintió, caminando hasta la cama de Arthur. --Señor Arthur, ¿durmió bien?

-- Dormir sí, Sabrina. Gracias por preocuparse. Él extendió la mano en la dirección de ella, y Sabrina la sostuvo.

-- Me alegro de que esté llamándome por el nombre. No precisa agradecer, señor Arthur. Yo solo... quiero que usted se recupere pronto.

Arthur sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro. -- Yo también quiero, Sabrina. Y con usted cerca, tengo certeza de que va a ser más fácil.

Sabrina sintió un calor en el pecho. Las palabras de él eran simples, pero llenas de un significado que ella no conseguía descifrar completamente. Allí, en aquella habitación, bajo la mirada atenta de Sabrina, Arthur parecía encontrar un refugio, un punto de apoyo en medio a la oscuridad e incertidumbre que lo cercaban.

Durante la tarde, una cama nueva y muy confortable fue colocada en la habitación de Arthur. Su habitación era la mayor de la mansión y tenía espacio suficiente para dos camas, la de él y ahora, la de Sabrina.

-- Espero que no ronque, enfermera, -- Arthur argumentó, bromeando y notando a Sabrina muy callada durante la tarde. A la hora del almuerzo, ella recibió un mensaje diciendo que estaba siendo traicionada por su novio. Sabrina intentó mantener la calma y no importarle, pero en la realidad, ella sentía que había alguna verdad en aquel mensaje.

-- Yo creo que ronco un poco, pero es algo que no puedo evitar. Quiero pedirle que durante la noche cuando precise de cualquier cosa, como por ejemplo ir al baño, beber agua, no dude en llamarme. Estoy aquí para eso.

Arthur oía todo atentamente.

-- No se preocupe. Pero durante la noche no acostumbro despertarme, duermo la noche entera.

En ese momento, Sabrina cruzó los brazos y recordó la semana pasada en que él pasó todas las madrugadas llamándola y por eso quiso indagarlo.

-- ¿Tiene certeza de que esa afirmación está correcta? La semana pasada no fue así...

Arthur rió, un sonido flaco que no llegó a esparcirse por la habitación.

— Ah, usted se acuerda de todo, ¿no es así? – él bromeó, a pesar del tono más serio que venía por detrás de la frase. – Las otras enfermeras solo reclamaban cuando yo las llamaba. Usted nunca reclamó.

Sabrina sintió el corazón apretar con la confesión de él.

— No es mi trabajo reclamar, señor Arthur. Mi trabajo es cuidarlo. Y me gusta cuidarlo.

El silencio llenó la habitación por algunos segundos, interrumpido apenas por el sonido suave de la respiración de Arthur.

— Lo sé, Sabrina. Y soy grato por eso.

Sabrina asintió, incluso sabiendo que él no podía ver. Ella se aproximó a la cama y acomodó la sábana que cubría a Arthur, un gesto pequeño, pero lleno de cariño.

— ¿Precisa de algo?

— No, Sabrina. Estoy bien. Solo quiero dormir un poco más...

— Cierto. Si precisa, es solo llamarme.

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