Un relato donde el tiempo se convierte en el puente entre dos almas, Horacio y Damián, jóvenes de épocas dispares, que encuentran su conexión a través de un reloj antiguo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Horacio, un dedicado aprendiz de relojero, vive en el año 1984, mientras que Damián, un estudiante universitario, habita en el 2024. Sus sueños se transforman en el medio de comunicación, y el reloj, en el portal que los une. Juntos, buscarán la forma de desafiar las barreras temporales para consumar su amor eterno.
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CAPÍTULO 5: ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES
Damián se sobresaltó, despertando con un jadeo apenas unos minutos antes de que el despertador rompiera el silencio de la mañana. Su corazón martilleaba en su pecho, acelerado, rozando el umbral de la taquicardia. En su mente, solo persistía la imagen de aquellos ojos azules, tan profundos y claros como el cielo que había contemplado en sus sueños.
A pesar de que aún no era la hora habitual de levantarse, Damián decidió abandonar el calor de su cama. Con movimientos pausados, preparó una taza de café y una merengada proteica, su fiel compañera antes de cada entrenamiento. Después de una ducha revitalizante, se enfundó en su ropa deportiva, tomó su iPod y se colocó los audífonos. Al instante, comenzó a sonar una lista de reproducción con sus melodías favoritas de finales de los años 70’s y principios de los 80’s. Damián disfrutaba cada nota, cada acorde, mientras se preparaba para enfrentar el día.
En la quietud del apartamento, Damián entonaba a viva voz su canción predilecta, pronunciando cada palabra en inglés con una precisión impecable:
“We’re talking away, I don’t know what I’m to say”. 🎵🎶🎶
La música vibraba en sus audífonos mientras su mente vagaba, atrapada en el recuerdo de aquellos ojos azules que lo habían hechizado en sus sueños.
Damián, no se destacaba como el mejor cantante de karaoke y sus desafinaciones eran tan extraordinarias que parecían de otro mundo, así que, sin estar consciente del volumen de su canto, terminó por perturbar el sueño de Marcos, quien descansaba en la habitación contigua.
Marcos, aún medio dormido y con los ojos entrecerrados, abrió la puerta de su dormitorio. Mirando a Damián, le dijo con un tono sarcástico:
— Parece que quieres hacerme envejecer antes de tiempo.
Damián, sorprendido, le preguntó:
— ¿Y por qué dices eso?
Marcos, con una sonrisa cansada, respondió:
— Porque interrumpes mi sueño reparador con tu interpretación tan precisa de la Lady Gallo.
Damián soltó una carcajada melodiosa:
— ¡JAJAJAJA! Espera a que lance mi primera grabación en plataformas digitales. Serás el primero en descargarla y, de paso, en pedirme un autógrafo.
Marcos, sonriendo mientras revisaba su teléfono celular, le respondió:
— Espérate sentado, guapo.
Damián, aún riendo, se acercó a Marcos y le dio un amistoso golpe en el hombro.
— Ya verás, cuando sea famoso, no podrás decir que no te lo advertí.
Marcos levantó la vista de su teléfono y, con una sonrisa burlona, respondió:
— Claro, claro. Y yo seré tu manager, ¿verdad? Solo asegúrate de no desafinar en el escenario. Por cierto, tengo más de diez mensajes de Gustavo en el celular. Está ansioso por entrenar con nosotros y especialmente contigo.
Damián, sorprendido, levantó una ceja y asintió con entusiasmo:
— Entonces corre a cambiarte, no lo hagamos esperar más.
...🕰️🕰️🕰️...
En el gimnasio, los tres amigos se encontraron con una energía contagiosa. Gustavo, aunque siempre entusiasta, estaba visiblemente nervioso. Era solo la segunda vez que veía a Damián, y no podía ocultar su emoción por el encuentro.
— ¡Por fin! Pensé que nunca llegarían, bromeó Gustavo mientras hacía estiramientos, tratando de disimular su nerviosismo.
Marcos, con una sonrisa, respondió:
— No podíamos dejarte empezar sin nosotros.
Damián, ya listo para empezar, añadió:
— Vamos, chicos. A trabajar esos músculos.
Comenzaron con una rutina de cardio, corriendo en las cintas mientras charlaban y se ponían al día. Gustavo, siempre competitivo, retó a Damián a una carrera. Aunque Damián no ganó, su espíritu deportivo y su buen humor hicieron que todos se rieran.
Luego pasaron a las pesas. Damián, siendo el más fuerte del grupo, les mostró algunos ejercicios nuevos. Gustavo, aunque no tan fuerte, puso todo su esfuerzo, y Marcos lo animaba constantemente.
— ¡Vamos, Gustavo! ¡Tú puedes!, gritaba Marcos mientras Gustavo levantaba las pesas con determinación.
Después de una intensa sesión de entrenamiento, los tres amigos se sentaron en el área de descanso, sudorosos pero satisfechos.
— Buen trabajo, equipo, dijo Gustavo, dándoles una palmada en la espalda. — Ahora, ¿qué tal si vamos a desayunar? Me muero de hambre.
Luego, con una mirada cómplice, Marcos añadió:
— De hecho, chicos, me temo que no podré acompañarlos. Tengo que apurarme para llegar a clases.
Damián y Gustavo se miraron sorprendidos.
— ¿En serio? ¿Nos dejas solos?, preguntó Damián.
Marcos asintió, sonriendo.
— Sí, pero estoy seguro de que se las arreglarán sin mí. ¡Disfruten el desayuno! Se retiró rápidamente, tratando de no hacerla más de chaperón.
Damián, viendo a Marcos alejarse, se volvió hacia Gustavo.
— Espérame un momento, tengo que ir urgentemente al baño.
Gustavo asintió, tratando de ocultar su nerviosismo.
— Claro, te espero aquí.
En el baño, tras aliviar su necesidad, Damián se lavó el rostro y se contempló en el espejo. De repente, los ojos azules de sus sueños irrumpieron en su mente, llenándolo de una mezcla de inquietud y fascinación. ¿Cómo podía sentirse tan turbado y emocionado por unos ojos que solo existían en su imaginación? Afuera, un chico adorable lo aguardaba, pero Damián no experimentaba la misma emoción por él. Era como si estuviera atrapado entre el mundo de los sueños y la realidad tangible. ¿Qué camino elegiría? Decidió que debía descubrirlo.
Esa mañana, Damián y Gustavo compartieron el desayuno. Sin planearlo, se encontraron en una cita improvisada que resultó ser maravillosa. Fue el comienzo de algo nuevo, algo que Damián aún no sabía cómo definir. Gustavo, por su parte, no podía evitar sentirse feliz de haber pasado ese tiempo con Damián.
Que emoción