En el imponente Castillo de Lysandre, Elaria, una joven reina de 20 años, gobierna con determinación desde que la tragedia golpeó su familia. Tras la inesperada muerte de su madre años atrás, Elaria asumió el trono bajo la tutela de su padre, el rey Aldred. Aunque ha demostrado ser una líder firme y justa, su vida ha estado rodeada de aislamiento y deberes, lejos de los ojos curiosos del reino. Todo cambia cuando el rey decide abrir las puertas del castillo para un gran baile, invitando a familias nobles y plebeyas a una noche de celebración. Lo que parece un intento de reconciliarse con su pueblo pronto se convierte en caos, pues un grupo de infiltrados entra al castillo con la intención de robar las joyas de la corona. En medio de la confusión, Elaria se encuentra cara a cara con uno de los ladrones: un joven atractivo y enigmático cuyos ojos parecen revelar más secretos que intenciones maliciosas. Aunque debería detenerlo, algo en ella no lo hace.
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Capítulo 8
El aire frío de la noche me golpeó el rostro mientras llegaba a mi cuarto, y la primera decisión fue quitarme esos malditos tacones. Me sentía más ligera, aunque una parte de mí sabía que lo que estaba a punto de hacer era irreversible. Me quité los tacos y dejé que mis pies tocaran el suelo, descalza, sintiendo el frío azote de la realidad que se estaba acercando.
Tomé mi bolso, el peso de la corona dentro me recordaba lo que estaba en juego. Todo estaba listo, no había vuelta atrás. Cerré la puerta tras de mí y, con un suspiro, me dirigí a la salida. Mi sirvienta personal me esperaba, fiel como siempre, a sabiendas de lo que había decidido. Su rostro no mostraba sorpresa, solo una firme determinación.
—Mi reina, ¿está segura de esto? —preguntó con un tono de preocupación, pero también con una aceptación inquebrantable.
Le miré, mi mirada más fría de lo que nunca antes había sido.
—Claro que sí —le respondí, mi voz firme, aunque mi corazón latía con fuerza—. No dirás nada, ¿verdad? De todas formas, estaré mejor fuera que aquí. No quiero casarme con ese hombre, no quiero que mi vida esté determinada por rumores.
Ella asintió, aunque sus ojos traían algo que no pude identificar, y se adelantó, guiándome hasta la puerta del castillo. Cuando llegamos, me escondí detrás de un árbol. Mi sirvienta habló con los guardias, diciendo que necesitaba buscar unas hojas de té, lo que no les pareció sospechoso. Después de un par de minutos, la puerta se abrió un poco, y ella entró, dejando el acceso libre para que pudiera escapar.
En ese momento, escuché sus gritos, como si se desmayara intencionalmente. Los guardias corrieron hacia ella, distraídos, y no tuve más que aprovechar la oportunidad.
Salí despacio, mis pasos suaves sobre el suelo, y empecé a correr por el bosque. El viento azotaba mi rostro y mi cabello, y el sonido de mi respiración resonaba en mis oídos. Corrí más rápido, sin detenerme, sin mirar atrás.
El aire frío me golpeaba el rostro mientras corría, mis pies golpeando la tierra en cada paso. El sonido de la hierba bajo mis pies era lo único que podía escuchar, y por un momento, me sentí libre. Pero mi huida se interrumpió cuando choqué con algo, o mejor dicho, con alguien.
—¡Joder! ¿Por qué corriste? Si nadie te vio... ¡Mierda, si que corres rápido! —dijo él, con una risa incrédula en su voz, pero con un tono que no dejaba de ser serio.
Me levanté rápidamente, aún agitada, mientras observaba mi entorno, respirando profundamente. La frescura del bosque me llenaba de una extraña calma, y sonreí.
—Qué fresco se siente aquí —comenté, sin dejar de mirar las sombras que se formaban entre los árboles.
Él hizo un gesto con la mano, como si esperara que reaccionara.
—Oye, ¿estás bien? Es solo mata, tierra y aire. —dijo, su tono más preocupado ahora—. Tenemos que irnos rápido ya.
Lo miré con cierto desconcierto y lo detuve con un gesto.
—¿A dónde vamos? —pregunté, sin dejar de pensar en el futuro incierto que me esperaba.
Él me miró por un momento, sus ojos reflejando una mezcla de frustración y duda.
—¿Por qué confías en un desconocido como yo? Estás loca, ¿lo sabes? —dijo, sacudiendo la cabeza como si no pudiera creer lo que estaba sucediendo.
Me detuve un momento, pensando en su pregunta. Era cierto que estaba confiando en alguien que apenas conocía, pero la desesperación me había llevado a ello.
—¿Y tú eres malo? —le pregunté, queriendo confirmar si, en realidad, tenía razones para temerle.
Él dudó por un segundo, como si buscara las palabras correctas. Finalmente, las encontró.
—No soy malo... solo sobrevivo robando, niña —respondió, su tono más grave.
Lo miré con un toque de incredulidad, pero también entendí la crudeza de su vida.
—Anda, rápido —dijo, con una pequeña sonrisa nerviosa—. Ya ni sé en qué me metí, pero... ¿trajiste mi pago?
Asentí, sacando el bolso que llevaba conmigo, donde guardaba lo que había prometido.
—Sí —respondí—. Aquí está.
Le entregué la bolsa, y él la tomó sin decir palabra alguna. Se inclinó hacia dentro, observando los diamantes y el dinero que había dentro, pero cuando sus ojos se posaron sobre la corona, su rostro cambió drásticamente.
—¿Qué es esto, niña? —preguntó, visiblemente sorprendido y desconcertado.
Sonreí con cierto desdén.
—Ah, sí, cierto... se me olvidó decirte que te di la otra corona porque no valía tanto. Esta es la original. De igual forma, puedes quedarte con las dos —le dije, con una calma que no correspondía con la situación.
Él no pudo evitar soltar un suspiro de asombro mientras se tomaba la cabeza, murmurando algo para sí mismo.
—Eres una geniaaaa... —dijo, con una mezcla de admiración y incredulidad.
Lo miré, sin comprender del todo.
—¿Por qué? —pregunté, sin dejar de observar su reacción.
Él suspiró nuevamente, casi riendo, y me explicó, con un brillo en los ojos.
—La corona que me diste antes fue repartida en equipo. No me tocó casi nada... pero ahora... ahora tengo la original. —Su sonrisa era amplia, y sus ojos brillaban con lo que parecía ser una mezcla de gratitud y emoción.
Sin pensarlo, me levantó del suelo, abrazándome con fuerza. No pude evitar sorprenderme y un impulso de incomodidad me invadió.
—¡Suéltame! —grité, luchando por liberarme de su agarre.
Él me ignoró al principio, y me apretó aún más, como si no tuviera intención de dejarme ir. Fue entonces cuando, sin pensar, lo golpeé con un puñetazo directo en la cara.
El sonido del impacto resonó en la quietud de la noche. Él retrocedió, tocándose la mejilla, sorprendido. Noté que empezaba a sangrar por la nariz, y un sentimiento de culpa me invadió al instante.
—Lo siento, fue el impulso... —dije rápidamente, avergonzada. —No me gusta que no me hagan caso cuando hablo... se me sube lo rabiosa.
Él no dijo nada al principio. Solo se quedó mirando la sangre en su cara antes de sonreír, aunque esta vez su sonrisa era más reservada.
—Mejor vámonos —dijo finalmente, limpiándose la cara con la manga de su chaqueta. —Mantente a dos metros de mí, ¿vale?
Lo observé, aún confundida, pero no protesté. De alguna manera, me sentía tranquila a pesar del caos de la situación. Sabía que mi vida había dado un giro drástico, pero al menos, ahora estaba en control. O eso quería creer.
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es que sin duda es muy buena escribiendo cada día quedó más empicada 😁😸