Bajo Las Luces De Navidad

La noche estaba tranquila, y el paisaje de invierno alumbrado por las luces de la calle se colaba a través de las ventanas de la sala, llenándola de una calidez reconfortante. Emma estaba sentada en el suelo, rodeada de sus juguetes favoritos, armando lo que parecía ser un castillo con piezas de madera. Jasón se acercó a ella, con una sonrisa serena pero nerviosa. Había estado pensando en cómo darle la noticia desde que habian regresado.

—Emma, cariño ¿puedo hablar contigo un momento? —dijo, sentándose en el sofá cercano y apoyando los codos sobre las rodillas.

La pequeña alzó la vista, con una expresión de curiosidad.

—¡Claro, papá! ¿Es algo divertido?— preguntó.

Jasón soltó una leve carcajada, intentando aliviar la tensión que sentía.

—Bueno, creo que sí. Pero también es algo importante— respondió. Primero dime algo, ¿te gusta estar con Abby?

Emma dejó las piezas de madera y sonrió ampliamente.

—¡¡Sí!! ¡Es la mejor! Me enseñó a hacer galletas y me ayudó con mi dibujo de nieve. ¿Va a venir?

Jasón respiró hondo. La adoración de Emma por Abby era evidente, lo que le daba algo de confianza para lo que estaba a punto de decir.

—Puede ser— respondió— pero lo que yo quiero es contarte algo— agregó, la niña ladeó la cabeza— Verás... yo creo que ella es una persona muy especial. Tanto que... ¡Bueno! Le he pedido que sea mi novia.

Emma abrió los ojos como platos, soltando una exclamación de alegría.

—¡¡¿De verdad?! ¿Abby es tu novia? ¡Eso es lo mejor que he escuchado! ¡Ahora podemos hacer más cosas juntos los tres!

La niña comenzó a brincar de emoción, rodeando a Jasón con un abrazo apretado.

—¡Quiero que hagamos un picnic con chocolate caliente y que hagamos un inmenso muñeco de nieve, o angelitos en el parque! Y... ¡O tal vez podríamos hacer el muñeco de nieve más grande de todo el mundo! ¿Crees que ella quiera?

Jasón sonrió, acariciando el cabello de su hija.

—Claro que sí, pequeña. Estoy seguro de que a Abby le encantaría hacer todas esas cosas con nosotros— le respondió.

Emma siguió parloteando entusiasmada sobre todas las cosas que quería hacer. Desde viajes a la montaña hasta enseñarle a Abby a patinar sobre hielo. Pero de pronto, sus palabras cesaron. Su expresión alegre se desvaneció y bajó la cabeza, jugueteando con las mangas de su suéter.

Jasón frunció el ceño, inclinándose hacia ella.

—¿Qué ocurre, princesa? ¿Por qué te pusiste tan seria de repente?

Emma levantó la mirada, con los ojos ligeramente empañados. Su voz fue suave, apenas un susurro.

—¿Ahora que Abby es tu novia... ¿te vas a olvidar de mamá? ¿Tengo que olvidarme yo también de ella?

El corazón de Jasón se encogió al escuchar esas palabras. Sabía que su hija aún cargaba con el dolor y la ausencia por la pérdida de su madre, al igual que él mismo. Entonces tomó a Emma en sus brazos, abrazándola con fuerza mientras buscaba las palabras adecuadas para darle la respuesta correcta.

—No, mi amor. Nunca, nunca nos vamos a olvidar de mamá. Ella siempre será una parte muy especial de nuestras vidas. Tu mamá era una persona increíble, y quiero que siempre la recuerdes con ese amor que lo haces. Los momentos que compartimos con ella son tesoros que nunca desaparecerán.

Emma apoyó su cabeza en el pecho de Jasón, escuchándolo con atención.

—Pero... entonces, ¿por qué tienes una novia? ¿No la querías mucho a mamá?

Jasón suspiró, acariciando su cabello con ternura.

—Claro que sí, pequeña. Quise a tu mamá con todo mi corazón. Y una parte de mí siempre la querrá— le dijo— Pero el amor no es como un jarro que se vacía y se llena otra vez. Es más como una vela. La luz que tenía por tu mamá nunca se apagará, pero ahora, gracias a Abby, he encontrado una nueva luz que también me hace feliz. Es diferente, pero eso no significa que sea menos especial.

Emma levantó la cabeza, con una mezcla de curiosidad y comprensión.

—¿Entonces... puedo seguir queriendo a mamá y también querer a Abby?

Jasón sonrió, asintiendo con firmeza.

—Exactamente, princesa. Tu corazón tiene espacio para muchas personas especiales. Y estoy seguro de que tu mamá estaría muy feliz de saber que estamos encontrando formas de ser felices de nuevo.

Emma pareció meditar sobre sus palabras, y poco a poco su expresión triste se desvaneció.

—¿Crees que mamá también querría a Abby?

—Estoy seguro de que sí, pequeña. Abby es alguien muy especial, y tu mamá siempre quiso lo mejor para nosotros.

Emma se acurrucó contra su padre, pareciendo más tranquila ahora. Después de unos momentos, alzó la vista con una leve sonrisa.

—Entonces, ¿puedo hacer un dibujo para Abby? Algo bonito para que sepa que me gusta mucho que sea tu novia.

Jasón rápidamente se llenó de orgullo y alegría al ver la iniciativa de su hija.

—Por supuesto, mi amor. Estoy seguro de que a Abby le va a encantar.

Emma se bajó de los brazos de Jasón y corrió a buscar sus crayones, dejando a su padre sentado en el sofá, observándola con una mezcla de gratitud y amor. Sabía que la transición no sería fácil, pero ese pequeño momento había sido un paso importante hacia un nuevo comienzo para ambos.

Mientras tanto en la casa de Abby el suave susurro de la brisa se colaba por la ventana, acariciando las cortinas como si quisieran entrar a consolarla. La joven se encontraba sentada en el borde de su cama, con las manos entrelazadas y la mirada perdida en un punto indeterminado de la pared. Frente a ella, sobre la mesita de noche, una vela encendida proyectaba sombras danzantes que llenaban la habitación con una calidez tenue.

Jasón le había pedido que fuera su novia. Incluso ahora, horas después de aquella conversación, la frase resonaba en su mente como una melodía que no podía apagar. Él le había prometido estar a su lado, enfrentar juntos cualquier obstáculo y construir algo hermoso. Pero, a pesar de la dulzura de sus palabras y de la seguridad en su mirada, Abby no podía evitar sentir una mezcla de emociones encontradas.

Con un suspiro, se recostó hacia atrás, dejando que su cuerpo descansara sobre el colchón. En el techo, las sombras seguían moviéndose al compás de la vela, reflejando el torbellino de pensamientos en su interior.

Había compartido con Jasón parte de su pasado. Lo había mirado a los ojos y le había hablado de esos momentos oscuros que tanto había intentado dejar atrás. No todo, pero lo suficiente como para que él entendiera las cicatrices que cargaba. Y, a pesar de eso, él no había retrocedido. Al contrario, había reafirmado su deseo de estar con ella, de caminar juntos por el sendero que la vida les estaba trazando.

—¿Será suficiente?— se preguntó en voz baja, mientras sus dedos jugueteaban con la colcha. —¿Será posible construir algo nuevo sin que mi pasado se interponga?

Por un instante, la imagen de Emma llenó su mente. La pequeña había sido un rayo de luz desde el momento en que la conoció, y ahora, pensar en ella le provocaba una sonrisa involuntaria.

— Ella merece todo lo bueno de este mundo— pensó. Pero junto con esa ternura, también llegó el peso de la responsabilidad. Abby sabía que no solo estaba aceptando a Jasón, sino también a su hija. Estar con él significaba convertirse en una figura importante para Emma, alguien en quien la pequeña pudiera confiar. ¿Estaba preparada para eso?

Sus pensamientos volvieron al momento en la oficina, cuando Jasón la había tomado de las manos y le había hablado con una sinceridad desarmante.

"No estoy pidiéndote que olvides lo que has vivido”, le había dicho. “Solo quiero que me dejes ser parte de tu presente y de tu futuro”. Esa frase había sido su ancla durante el resto del día.

El sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de Jasón: “Espero que hayas llegado bien a casa. Solo quería decirte que pienso en ti. Buenas noches”.

Una sonrisa se dibujó en sus labios. Por primera vez en mucho tiempo, Abby sintió que no estaba sola. Había alguien dispuesto a caminar a su lado, alguien que no solo la aceptaba, sino que también la valoraba por lo que era, con sus luces y sombras.

Con una renovada sensación de esperanza, Abby regresó a su cama y apagó la vela. Mientras se acomodaba bajo las mantas, sus últimos pensamientos fueron para Jasón y Emma. La idea de un futuro junto a ellos no le parecía tan lejana ni imposible como antes.