"En medio de una bulliciosa ciudad, donde el susurro de personas apresuradas y luces parpadeantes, el tiempo parecía desvanecerse para dos almas destinadas a encontrarse sin saberlo. Ella, una joven hermosa de mirada perdida, llevaba sobre sus hombros el peso de un pasado difícil. Él, un hombre inteligente, magnate de los negocios, caminaba por las calles escondiendo un dolor profundo teniendo la certeza de que su vida cambiaría de manera inesperada".
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Capitulo VI Ella es la culpable
"Familiares de Daniela Casanova", llamo el doctor, Sebastián se levantó rápidamente.
"Sí, soy su prometido", respondió Sebastián, el doctor lo miro extrañado, ya que iba vestido de novio y detrás de él estaba una hermosa joven vestida de novia.
Aurora se sintió apenada y bajo la mirada con timidez.
"Hable ya, por todos los cielos", ordeno Sebastián siendo prepotente.
"Lo siento señor Santos, la señorita Daniela tomo pastillas para dormir en una dosis alta, en este momento está fuera de peligro, pero lamentablemente no pudimos hacer nada por el hijo que estaba esperando", aquellas palabras dejaron a Sebastián devastado, Daniela estaba esperando un hijo, un hijo que era suyo. Con los ojos inyectados en sangre volteo a ver a Aurora quien sintió terror ante aquella mirada, él la estaba culpando a ella, temblando de miedo retrocedió tropezando y cayendo al suelo.
"Raúl, lleva a esta mujer al apartamento y que no salga de ahí por nada del mundo", Sebastián estaba cegado por el dolor, no podía ver qué Aurora también era una víctima y que era la menos culpable de lo que estaba pasando.
La tristeza, desolación, desconsuelo se habían apoderado de Sebastián, quien se sintió culpable por no haber estado con Daniela en ese momento, la pérdida de su hijo lo estaba destruyendo por dentro, el ahora menos que nunca podía dejar sola a la mujer que amaba, ella necesitaba su apoyo hoy más que nunca.
"Señor Santos, puede pasar a ver a la señora", dijo una enfermera.
Sebastián entro a la habitación de Daniela consiguiendo a la mujer pálida y sin fuerzas.
"Estás aquí, gracias por venir", dijo Daniela con la poca fuerza que tenía.
"Perdón, no debí dejarte sola", respondió Sebastián lleno de remordimiento.
"No fue tu culpa, todo es gracias a esa mocosa que por su capricho logro separarnos, mejor vete, ve y sé feliz con ella", Daniela se volteó y empezó a llorar, ella era una experta en manipulación y poner cada situación a su favor.
"Ya no pienses en eso, sabes que a ella no la quiero, yo solo tengo ojos para ti, mi amor", Sebastián ignoro algunas palabras de Daniela, él sabía que ella solo hablaba desde su dolor.
Los siguientes días, Sebastián no la dejo sola ni por un segundo, estuvo cuidando de ella como si fuera su mayor tesoro, había olvidado a su esposa, su única misión en la vida era cuidar a la mujer que amaba.
"Gracias por estar conmigo en este proceso, no sabes cuánto me duele haber perdido a nuestro hijo", expreso, Daniela con voz lastimera.
"Lo sé cariño, a mí también me duele", respondió Sebastián con tristeza y pesar.
"¿Crees que podamos tener un hijo nuestro algún día?", pregunto Daniela esperanzada.
"Eso quiero, que tú seas la madre de mis hijos", contesto Sebastián besando delicadamente los labios de Daniela.
Después de ese íntimo momento, Sebastián llevo a Daniela a su casa, él no podía seguir con ella, pues se suponía que estaba de luna de miel y que regresaría ese día, si su padre se enteraba de que en realidad estaba con Daniela, lo desheredaría y lo desterraría de la familia, aunque no sería mala idea, así podría ser feliz con la mujer que amaba.
"¿Por qué estás triste?, pregunto Sebastián viendo el cambio en el rostro de Daniela.
"Vas a regresar con ella, como no estar triste", respondió la mujer con los ojos brillosos.
"Solo será pura fachada, después de un año pediré el divorcio y seré libre para casarme contigo", aseguro Sebastián besando la frente de Daniela.
"Un año es mucho tiempo, en ese año te podría gustar esa mocosa", manifestó Daniela su preocupación.
"Ja, ja, ja eso no pasará, yo nunca me fijaré en una niña caprichosa y menos ahora que por su culpa perdimos a nuestro hijo", Sebastián seguía insistiendo en echarle la culpa a Aurora.
Se despidió de Daniela y volvió al apartamento, su semblante cansado denotaba que había estado cuidando día y noche del amor de su vida, tenía casi una semana viviendo en aquel hospital, al llegar a casa se dio cuenta que la puerta de la entrada estaba asegurada desde afuera, su chófer había seguido al pie de la letra sus instrucciones, la mocosa no pudo haber escapado, además estaban en el último piso de aquel enorme edificio, entonces por.las ventanas tampoco iba a poder escaparse, y el apartamento era anti ruido, por lo tanto por mucho que gritara nadie la escucharía. Al entrar la busco con la mirada, el pensó que al ella sentir que abrían la puerta principal, saldría como loca a discutir por haberla dejado sola tanto tiempo, pero el silencio reinaba en aquel lugar, movido por la curiosidad la busco dándose cuenta que todo estaba tan cual lo había dejado cuando salió de aquel lugar el día de su matrimonio, intrigado la busco en la habitación principal; ella no estaba ahí; la busco en cada rincón de la casa y nada no estaba, entonces se le ocurrió buscar en la habitación para empleados, era una locura, ya que la princesa de los Ledezma jamás entraría a una habitación así, pero su sorpresa fue encontrarla ahí y no solo eso estaba en el suelo en un rincón, en posición fetal, Sebastián pensó que ella solo estaba actuando así que le dio un grito.
"Levántate de ahí, ¿acaso quieres dar lástima?", expreso Sebastián.
Al ver que Aurora no se movía, camino hasta ella e intento levantarla, la joven estaba hirviendo de fiebre, cayó desmayada al suelo y su semblante estaba pálido y sus labios agrietados. El miedo se adueñó de él, al levantarla se dio cuenta que al lado de la joven había una envoltura de un chocolate el cual estaba vencido, entonces recordó que como no estaría en casa por una semana, no había comprado nada de comer, "estuvo todo este tiempo sin alimentos", la preocupación se apoderó de él, llevo a su esposa a la cama y llamo a un médico de confianza, no podía arriesgarse llevarla a un hospital, no se atrevía a moverla ni un centímetro.
Pensé que eras más inteligente…