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Una Noche, 40 Semanas

Una Noche, 40 Semanas

Status: Terminada
Genre:Completas / Pérdida de memoria / Aventura de una noche / Madre soltera / Doctor / Embarazo no planeado
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Kelly Ramos

Raquel, una mujer de treinta y seis años, enfrenta una crisis matrimonial y se esfuerza por reavivar la llama de su matrimonio. Sin embargo, sorpresas inesperadas surgen, transformando por completo su relación. Estos cambios la llevan a lugares y personas que nunca imaginó conocer, además de brindarle experiencias completamente nuevas.

NovelToon tiene autorización de Kelly Ramos para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10

Estaba de treinta semanas de embarazo, divorciada y viviendo en un pequeño apartamento. Otávio había ganado la custodia, alegando ser el hombre engañado, e incluso sufrió un accidente por conducir ebrio y llorando tras descubrir la supuesta traición. Me vi obligada a indemnizarlo. Fue una gran injusticia, pero no tenía forma de probar mi inocencia, así que lo dejé pasar. Emma seguía odiándome.

A veces, me sentía como la peor madre del mundo. Mi bebé merecía una madre que le trajera luz y risas, pero todo lo que parecía hacer era hacerlo llorar. Rebeca insistía en que me mudara a su casa, pero la idea de ser una carga me angustiaba. Con el poco dinero que me quedaba, compré este pequeño apartamento, un espacio que, aunque modesto, se convirtió en mi refugio en medio de la vorágine emocional. Conseguí un trabajo como asistente desde casa para mi abogado, quien, conmovido por mi situación, decidió apoyarme. Me prometió que, cuando naciera el bebé, podría trabajar directamente con él, aprovechando mi formación en administración jurídica. Esa promesa enciende una llama de esperanza en medio de la incertidumbre que me rodea, pero la sombra de la duda todavía se instala en mi corazón.

Siete semanas después...

Faltaba poco para que mi pequeño príncipe llegara. Todavía no había decidido el nombre, la ansiedad estaba a mil, y, a pesar de toda la lucha, estaba feliz. Emma se quedó conmigo este fin de semana, pero aún no me cree. Dijo que vino solo porque su padre la obligó, pero él solo lo hizo porque quería pasar el fin de semana con Safira, que ahora es totalmente suya.

Más tarde, Rebeca y yo fuimos a comprar las últimas cosas que faltaban para el ajuar del bebé. Mi barriga estaba tan pesada que este embarazo estaba literalmente acabando conmigo. Mis pies hinchados, las ganas de orinar cada cinco minutos, la acidez, el reflujo y el insomnio eran el regalo de este paquete.

— Creo que lo compramos todo — dije, sintiendo todo el agotamiento de la carrera que fue recorrer todo el centro comercial.

— Sí, pero ahora me muero de hambre — dijo ella, pasándose la mano por la barriga.

— Yo también. Vamos al nuevo restaurante que abrieron aquí esta semana. Está siendo un éxito — respondí.

Fuimos al restaurante, un ambiente muy acogedor, bien iluminado, con un toque sofisticado. Nos sentamos en un lugar más discreto e hicimos nuestros pedidos, que no tardaron en llegar.

Ese era el momento de relajarse, después de un día tan largo y agotador. Mientras esperábamos nuestros platos, mi mente volvió a Emma. Su visita fue fría, y la forma en que me miraba con desconfianza me dolía. Ella seguía siendo mi hija, aunque la situación entre nosotras fuera complicada. Tal vez, con el tiempo, ella entendería las decisiones que tuve que tomar, pero por ahora, solo me quedaba la esperanza.

Rebeca percibió mi silencio y sonrió, tratando de animarme.

— Oye, no te pongas así. Esta fase pasará, y pronto tu príncipe estará aquí, trayendo aún más felicidad — dijo, entregándome una servilleta.

— Lo sé. Solo pienso en cómo serán las cosas después... Cómo se arreglará todo.

— Todo saldrá bien. Siempre lo hace, de una forma u otra.

Cuando llegó la comida, la distracción fue bienvenida. El sabor era increíble. Comimos, y mi bebé parecía aprobar la comida. Cada bocado de la pasta al pesto iba acompañado de una suave patada, como si estuviera bailando dentro de mí. Ese movimiento me hacía sonreír, trayendo una mezcla de felicidad y ansiedad. Como de costumbre, bastó un vaso de agua para que la urgencia de ir al baño surgiera con fuerza.

— Necesito ir al baño, ¡mi vejiga va a estallar! — bromeé, intentando disimular la incomodidad, mientras Rebeca sonreía, comprensiva.

— Ve, yo pagaré la cuenta — respondió.

Caminé apresurada hacia el baño, sintiendo la presión constante en la vejiga. Parecía que había bebido el océano entero. Después de finalmente aliviar esa necesidad, me lavé las manos y, al mirarme en el gran espejo que tenía delante, me invadió un sentimiento de ternura. Mi barriga, tan redonda e inmensa, parecía casi surrealista. ¿Cómo algo tan pequeño podía ocupar tanto espacio en mi vida, en mi corazón? Aproveché el momento para tomar una foto, un registro de este último mes de embarazo.

Fue en ese instante que una mujer rubia y extremadamente elegante entró al baño. Tenía un aire sofisticado, pero su sonrisa amable me hizo relajar.

— ¡Tu barriga es preciosa! ¿De cuántas semanas estás? — preguntó con una mirada dulce.

— Treinta y siete semanas. Está muy cerca, y ya estoy nerviosa por miedo a los dolores — respondí, tratando de bromear, pero en el fondo había una pizca de verdad. La proximidad del parto me daba escalofríos.

— Yo también tuve miedo durante mi embarazo — dijo, acercándose, y algo en su tono sugería que había algo más detrás de sus palabras.

— ¿Tienes hijos? No lo parece, con ese cuerpazo de modelo — comenté sin pensar, pero enseguida me arrepentí al ver la tristeza en sus ojos.

— Perdí a mi bebé... Si todo hubiera ido bien, tendría dos meses ahora. Fue muy duro, sobre todo porque era el sueño de mi prometido y mío — su voz se quebró, y sentí una oleada de compasión recorrer mi cuerpo.

De repente, mi incomodidad con el embarazo pareció insignificante comparada con su dolor.

— Lo siento mucho... — dije, intentando encontrar palabras que la consolaran, aunque sabía que ninguna palabra sería suficiente. — No pierdas la esperanza. Eres joven, y pronto tendrás ese regalo de nuevo.

Ella suspiró y sonrió con tristeza. — Que Dios te oiga. Tengo muchas ganas de darle un hijo a mi prometido. Quién sabe, así se anima a adelantar la boda — murmuró mientras se retocaba el labial en el espejo.

Al salir juntas del baño, se despidió y se dirigió a una mesa. Y fue en ese momento cuando el suelo pareció desaparecer bajo mis pies. No, no puede ser... ¿Será él? Dios mío... ¡es él! El padre de mi bebé. El hombre que pensé que nunca más volvería a ver. Mi mente entró en un torbellino de emociones, y mi cuerpo reaccionó antes de que yo pudiera entenderlo. Sentí las piernas flaquear, el corazón desbocado y la boca seca, como si me hubieran arrancado todo el aire.

Allí estaba él. Y, cuando sus ojos se encontraron con los míos, me di cuenta de que él también me reconocía. El mundo a mi alrededor pareció disolverse, y lo único que quería era desaparecer. ¿Cómo es posible? ¿Justo ahora? ¿Justo aquí? El miedo a enfrentar el pasado y la confusión sobre qué hacer me dominaban. Cada paso que daba hacia Rebeca era como caminar sobre arenas movedizas.

— Rebeca, tenemos que irnos — susurré apresurada, sin poder ocultar el temblor en mi voz.

Ella me miró, sorprendida, pero no hizo preguntas. Y mientras salíamos de ese lugar, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, como si quisiera escapar de mí, tal como yo quería escapar de ese hombre, de ese reencuentro inesperado. Ya en el coche, solté un suspiro de alivio, pero mis manos aún temblaban por la adrenalina del momento. El corazón latía con fuerza, haciéndose eco del torbellino de emociones que apenas podía controlar.

— ¿Qué pasó? ¿Por qué estás así? Pareces haber visto un fantasma — preguntó Rebeca, con el rostro preocupado, mientras me observaba atentamente.

Tragué saliva, sintiendo un nudo en la garganta que apenas me dejaba hablar, y las lágrimas comenzaron a rodar por mi rostro.

— Yo... lo vi, Rebeca. Al padre de mi bebé — confesé, con la voz entrecortada.

Rebeca me miró fijamente, sorprendida. — ¿Estás segura? Solo lo viste una vez, y aquella noche... estabas tan fuera de ti. Tal vez no sea él — dijo, tratando de encontrar alguna lógica.

Negué con la cabeza, secándome las lágrimas con prisa. — Era él, estoy segura. Lo reconocí en cuanto nuestras miradas se cruzaron. Y por la expresión de su rostro... él también me reconoció — afirmé, sintiendo el dolor mezclado con la certeza.

Rebeca frunció el ceño, procesando mis palabras. — Entonces vamos a hablar con él. Tiene derecho a saber que de aquella noche surgió una vida — sugirió, con la voz llena de urgencia.

— No puedo — murmuré, desviando la mirada hacia la ventana, los recuerdos de la conversación en el baño aún pesando sobre mí. — Él tiene una prometida, Rebeca. Estaba embarazada cuando él estuvo conmigo. Acabo de conocerla en el baño del restaurante. Me contó que perdió al bebé... si no lo hubiera perdido, tendría dos meses de vida ahora. Él es un traidor, igual que Otávio — desahogué, el dolor rebosando en cada palabra.

Rebeca se quedó en silencio por un momento, absorbiendo lo que acababa de decir. — Esto es tan surrealista... ¿Cómo puede ser? — murmuró, tratando de asimilar la conmoción de la situación.

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🍄🌻ywa🌻🍄
Excelente
Belkys Natalia
esa Raquel dan ganas como levantarka a cachetadas, es lan patética, uuufff, ahora mínimo el idiota del Gavin como ka incubadora andante se hace para por el papá del bebé para agregarle la cereza 🍒 al pastel y enredar más la madeja ,que piedra mínimo aparece el tonto de Cristian y cree lo que no es y se enreda más la madeja
Belkys Natalia
que hombre tan estúpido, tan grande y según con tanta plata y se va se va dejar mangonear por tremenda putita y tenerle miedo enfrentarla uuufff que pinché remedo de hombre jajaja
Luisa Garcia Ramirez
Excelente
Belkys Natalia
que ridicula después de que ese hombre le pone los cachos viene con el cuento que por la felicidad de la hija se va a aguantar la pesadilla de tener que cuidarlo y no separarse verdaderamente que esa tipa si es estúpida, si será chavo uuufff mijita dejásemos a la amantes para ver si lo va a cuidar ,para que el vea que solo estaba con el por interés y el para que sepa que perdió una buena mujer que estuvo con el siempre y no la valoró
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