En un mundo dominado por vampiros, Louise, el último omega humano, es capturado por el despiadado rey vampiro, Dorian Vespera. Lo que comienza como un juego de manipulación se convierte en una relación compleja y peligrosa, desafiando las reglas de un imperio donde los humanos son solo alimento. Mientras Louise lucha por encontrar a su hermana y ganar su lugar en la corte, su vínculo con Dorian pone en juego el equilibrio del reino, arrastrándolos a ambos hacia un destino oscuro y profundo, donde la lealtad y el deseo chocan.
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El estratega: Parte 1
Louise se encontraba cada vez más envuelto en los asuntos del Imperio Vespera. Aunque Dorian no le pedía directamente que se involucrara, el joven había comenzado a notar los documentos y los mapas que el rey dejaba sobre la gran mesa de su estudio. La curiosidad lo llevó a acercarse en las horas en que Dorian estaba ausente, a recorrer con los dedos los trazos de los mapas que detallaban los territorios del imperio y las tierras enemigas. Había un patrón en cada línea, una lógica en la disposición de los ejércitos y las posiciones estratégicas. Empezó a comprender la importancia de cada colina, de cada río, de cada paso montañoso en la guerra.
Al principio, su interés fue un mero pasatiempo, algo que llenara el vacío de las largas horas de su encierro. Pero pronto, Louise se dio cuenta de que este conocimiento podía ser su única forma de tener algún control sobre su situación. Si llegaba a entender la complejidas de las alianzas, los posibles movimientos de los rivales de Dorian y las debilidades de su imperio, quizás podría ofrecer algo valioso al rey vampiro. Algo que le hiciera ver que él no era solo un prisionero, sino una posible ventaja.
Cada día, después de que Dorian lo dejaba para atender sus obligaciones, Louise se sumergía en el estudio. Encontraba pergaminos y libros antiguos sobre la historia de la guerra vampírica, sobre cómo los antiguos señores habían manejado sus territorios y sometido a los humanos. Aprendió sobre la familia Sanguis y otras casas nobles que ahora desafiaban el poder de Dorian, así como las debilidades de las naciones humanas que rodeaban el imperio. Los textos describían cómo, a pesar de la superioridad física y la inmortalidad de los vampiros, los humanos habían logrado causarles estragos en el pasado con su ingenio y estrategias astutas.
Una noche, mientras estudiaba un mapa del este del imperio, Louise se dio cuenta de algo: una posible falla en la defensa de uno de los pasos montañosos clave. Era una ruta que los ejércitos de los enemigos de Dorian podían usar para lanzar un ataque sorpresa, y parecía que nadie había notado el riesgo. Louise dudó en mencionarlo. ¿De qué serviría? A fin de cuentas, no era más que un prisionero. Pero la posibilidad de que este conocimiento pudiera ser útil para Dorian lo intrigaba y lo motivaba.
Cuando Dorian regresó, cansado y con una expresión tensa en su rostro, Louise se atrevió a hablarle de su hallazgo. El rey lo miró con una mezcla de curiosidad y escepticismo. Sin embargo, escuchó en silencio mientras Louise señalaba la posible brecha en el mapa. A medida que el joven hablaba, Dorian notó la precisión con la que describía las posiciones y la lógica detrás de sus conclusiones. Era evidente que Louise había dedicado mucho tiempo a analizar esos mapas, a entender la dinámica del conflicto.
—Interesante, Louise —dijo Dorian con una leve sonrisa, aunque en sus ojos brillaba la sorpresa—. Nunca habría esperado que alguien como tú encontrara un detalle que mis consejeros pasaron por alto. ¿Cómo lo descubriste?
—No fue tan difícil —contestó Louise, intentando sonar casual, aunque por dentro su corazón latía con fuerza—. Solo presté atención a lo que leía... y a lo que vi en los mapas.
Dorian lo observó con una intensidad que hizo que Louise se sintiera expuesto, como si el rey pudiera ver más allá de sus palabras, penetrando en sus pensamientos más profundos. Por un momento, Louise temió haber cometido un error, pero el rey asintió y le pidió que siguiera con sus estudios, que revisara otros puntos críticos del imperio. Era una forma de mantenerlo cerca, de asegurarse de que Louise continuara dependiendo de él, pero también de aprovechar su nueva habilidad.
Con el tiempo, Dorian le entregó más mapas y documentos, algunos de ellos confidenciales. No hablaba directamente de sus preocupaciones, pero cada vez que dejaba un nuevo pergamino en la mesa del estudio, era como una invitación silenciosa para que Louise lo analizara. El joven se dio cuenta de que su rol como estratega estaba creciendo, aunque de manera sutil. A medida que se involucraba más en estos asuntos, sentía que su mente se agudizaba y que su percepción del imperio cambiaba. Los muros que antes lo aprisionaban ahora parecían convertirse en un campo de batalla, un tablero donde él tenía un papel que jugar.
Pero esta nueva dinámica no era del todo liberadora. Louise era consciente de que su dependencia por Dorian aumentaba con cada conversación, con cada estrategia que compartían. Cada vez que Dorian lo elogiaba por su ingenio, Louise sentía una mezcla de satisfacción y confusión. ¿De verdad estaba ayudando a su captor por voluntad propia? O quizás, se había convencido de que este era su lugar, su única forma de sobrevivir en un mundo que lo había abandonado.
Dorian, por su parte, se mostraba cada vez más complacido con el progreso de Louise. Veía el potencial del joven para entender las complejidades de la guerra y las alianzas. Pero más allá de la utilidad que encontraba en él, notaba cómo Louise empezaba a depender de su aprobación, cómo la mirada del humano buscaba la suya, ansiosa por un gesto de reconocimiento. Esto le daba un poder sobre Louise que disfrutaba en silencio, un control que se extendía más allá de lo físico