El Mejor Amigo De Mi Hermano Me Besó

El mundo entero parece haberse detenido mientras miro la pantalla de mi teléfono. La notificación aún parpadea, como si intentara arrancarme las pocas fuerzas que me quedan. No sé cuánto tiempo pasa, pero cuando finalmente consigo soltar el celular, mi pecho se siente oprimido, como si hubiera estado conteniendo la respiración durante horas.

De repente, siento como si mis hombros hubieran adquirido un gran peso que me obliga a encorvarme. Los latidos de mi corazón golpean con fuerza en mi pecho, hasta llegar a dolerme.

Me quedo estática, sin saber qué hacer. Me doy vergüenza. Vergüenza por reconocerme débil ante algo como esto. Desde que escuché por accidente aquella conversación entre Chris y Changbin, he estado encerrada en mi habitación, reviviendo recuerdos amargos del pasado.

Fue una noche fría, y aún más fría cuando Chris se fue de esta casa sin buscarme, sin despedirse de mí, para ir a encontrarse con su cita. En mi interior quería creer que él no haría algo así, que desobedecería a su CEO, pero leer aquellos titulares me arrancó cualquier esperanza.

¿Qué cara debo poner cuando lo vea de nuevo? ¿Qué semblante mostraré cuando anuncie con los chicos su relación? Para empezar, ¿seguirán sus cosas en casa?

Después de dos días de estar encerrada en mi habitación, finalmente decido salir. Camino lentamente mientras bajo las escaleras. No hay rastro de los chicos, solo se escucha un susurro proveniente del fondo del pasillo, probablemente del enfermero Moobin y mi mamá.

Al llegar al pie de las escaleras, me encuentro frente a la puerta de la habitación de Chris. Mis manos sudan. Si sus cosas siguen allí, significa que lo volveré a ver. Si se las llevó, quizás no lo vea en persona en mucho tiempo, y eso significaría que se fue sin despedirse.

Con manos temblorosas, tomo el pomo de la puerta, que está frío al tacto y me provoca un escalofrío. La puerta rechina levemente al abrirla lentamente, revelando el interior: las ventanas y cortinas están cerradas, sumiendo la habitación en penumbras.

Me adentro, y el olor de su perfume aún permanece en el aire, ese aroma fresco y maderoso. Enciendo la luz, y todo está muy ordenado; no veo rastro de sus cosas. Con un nudo en la garganta, me apresuro a abrir el armario, y al ver todas sus pertenencias ahí, puedo respirar nuevamente.

Un atisbo de alegría se asoma en mi corazón afligido. Al menos podré verlo y quizás hablar las cosas con él. Tal vez todo sea un malentendido. Con el ánimo un poco más levantado, finalmente decido arreglarme. Corro a mi habitación para ducharme y luego comer adecuadamente.

Sentada sola en el gran comedor, pienso que debería ir a ver a mi mamá. Me he desentendido completamente de ella por preocuparme por Chris, y no es correcto. Mientras hago una lista mental de las cosas que haré apenas termine de cenar, la puerta principal se abre abruptamente. Es Jeongin, que entra con todos los chicos, menos Chris.

Sus pasos apresurados resuenan hasta la cocina, y sus murmullos son fuertes, aunque no logro distinguir sus palabras con claridad hasta que llegan a la sala. Ellos parecen no verme, y yo me quedo quieta, como un mueble más en la casa.

—Esto es un desastre —gruñe Changbin, dejando su mochila en el suelo con más fuerza de la necesaria.

Hyunjin se sienta en el sofá, pasando una mano por su cabello desordenado. Su expresión está cargada de preocupación, lo que me inquieta aún más.

—¿Qué está pasando? —pregunta Jeongin con cautela, como si temiera la respuesta.

Changbin se toma un momento para contestar, pero su mirada habla por él. No es buena noticia.

—No he podido contactar a Chris, y me estoy preocupando —dice finalmente, con la voz tensa—. Por eso los llamé. Al parecer, soy el único que sabe esto.

—Nos estás preocupando —dice Felix.

Changbin lanza un suspiro.

—Hace dos días, Chris me comentó que el CEO lo estaba presionando para tener una relación con Jung Suk...

—¡Lo sabía! —grita Seungmin—. Yo le dije, le pregunté si algo estaba mal con la compañía.

—Cálmate, Seungmin —le dice Han—. Continúa —le pide a Changbin.

—Como les decía, el CEO le hacía énfasis en su edad y en que esto ayudaría tanto a su imagen pública como a la banda.

—Nosotros hacemos música, no somos relaciones públicas —dice Lee Know, visiblemente molesto.

—El caso es —continúa Changbin, suspirando— que no sé nada de él desde entonces. Me dijo que lo haría, pero que hablaría con el CEO personalmente. Se fue, y como ustedes mismos vieron, Chris está bajo una presión inmensa. Los titulares lo están destrozando, y los accionistas están exigiendo explicaciones.

Mi corazón se hunde un poco más con cada palabra. Me hago pequeña en mi rincón, intentando parecer invisible, pero no puedo dejar de escuchar.

—¿Qué va a pasar? —Hyunjin suena casi desesperado.

—No lo sé —responde Changbin, dejando escapar un suspiro pesado—. Pero esto no va a terminar bien si no controlamos la narrativa.

Me inclino ligeramente hacia adelante, aunque mi respiración sigue siendo silenciosa. Sé que no debería estar escuchando, pero no puedo evitarlo. Sus palabras son como piezas de un rompecabezas que no quiero completar.

En los días siguientes, trato de ocupar mi mente con cualquier cosa que no sea Chris o los titulares que parecen perseguirme. Pero es imposible. Las imágenes, los rumores, las palabras de los chicos... todo vuelve a mí en oleadas implacables.

Mi madre también empeora. Cada día parece más distante, más ausente. Hay momentos en los que me mira y su expresión está vacía, como si no me reconociera. Esos momentos son los más difíciles de soportar. Paso más tiempo cuidándola, vigilando sus medicamentos, asegurándome de que coma algo, aunque sean unas pocas cucharadas.

Esta tarde, mientras estoy ayudando a mi madre a recostarse, Moobin entra en la habitación con una sonrisa amable

Siempre parece tener el control, como si nada pudiera sacarlo de su zona de confort.

—¿Cómo está hoy? —pregunta, acercándose para revisar las constantes de mi madre.

—Un poco mejor, creo —respondo, aunque no estoy segura de si es verdad o si solo quiero creerlo.

Moobin me explica algunos detalles sobre el tratamiento. Es atento y meticuloso, y no puedo evitar admirarlo por ello. Hay algo tranquilizador en su presencia, como si su simple existencia hiciera que las cosas fueran un poco menos caóticas.

—Haces un gran trabajo cuidándola —dice de repente, mirándome directamente a los ojos.

Me sorprende el comentario, tanto que no sé cómo responder. Solo consigo asentir, sintiendo cómo mi rostro se calienta. No estoy acostumbrada a que alguien diga cosas así sobre mí.

Él sonríe, una sonrisa cálida que ilumina la habitación de una manera que no esperaba.

—Si necesitas algo, solo házmelo saber, ¿de acuerdo?

—Gracias —murmuro, sintiéndome pequeña bajo su mirada. Pero no me siento incómoda, solo un poco desconcertada.

—Tu madre se ha tomado los medicamentos, y pronto se quedará dormida —me dice Moobin—. ¿Quieres jugar ajedrez?

Empiezo a reír.

—No, gracias —niego con la cabeza—. Soy pésima. Además, ese juego es para cerebritos, solo me hace doler la cabeza.

Moobin suelta una carcajada tan sincera que me sorprende; no lo había escuchado reír así.

—Pero si yo te enseñé hace pocos días —dice con un tono de reproche.

—O eres muy mal maestro, o yo no sirvo para eso —me burlo.

—Digamos que no tienes el talento —bromea.

Abro la boca en sorpresa para después escudriñarlo con la mirada.

—Ahora sí me hiciste enojar. Te voy a demostrar que sí te puedo vencer —digo.

—¿Debo dejarme ganar?

—¿Por qué lo harías? —lo miro, confundida.

—A las niñas bonitas se les deja ganar —sonríe de lado.

—Oh, cállate —le pego ligeramente en el hombro—. No me tengas lástima.

Nos sentamos uno frente al otro y nos disponemos a jugar.

Jugamos durante media hora y, después de eso, empezamos a contar historias de terror. Pero no es tan divertido, porque Moobin es muy miedoso.

Cuando es entrada la noche, cada uno se va a su habitación. Me acuesto y me pongo a pensar en que han pasado cinco días desde que Chris se fue de la casa y no hemos sabido nada de él. Por las noches, su recuerdo me atormenta.

Estoy aquí preocupada, y quizás él esté despreocupado, pasándola de lo lindo con su cita.

El tiempo con mi madre se convierte en mi refugio y mi carga. Me obliga a estar presente, pero mi mente sigue divagando hacia Chris. Me digo que no debería estar celosa. ¿Cómo podría estarlo si ni siquiera soy parte de su vida? Pero las dudas están ahí, y aunque trato de esconderlas, sé que los chicos lo notan.

Por las noches, cuando estoy sola, me pregunto qué haría si tuviera el valor de preguntarle a Chris qué somos. Pero nunca llego a una respuesta, porque siempre me detengo antes de imaginarla.

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Los gritos de los chicos me despiertan abruptamente. Salgo corriendo de mi habitación hacia el lugar del escándalo.

Los chicos buscan desesperados el control remoto de la televisión, al parecer sin éxito.

Arrugo los ojos por la luz del día, aún tratando de asimilar lo que está pasando.

Lee Know me sacude ligeramente desde los hombros.

—Areum, ¿has visto el control remoto? —pregunta, desesperado.

—¿Van a encender la televisión? —pregunto, y todos asienten al unísono. Pongo los ojos en blanco—. Aria, enciende la tele.

La televisión se prende. Lo primero que aparece en la gran pantalla es una conferencia de prensa. Hay miles de cámaras, micrófonos y entrevistadores, pero lo que capta mi atención es el sujeto sentado en el centro de aquella mesa larga de mantel blanco: Chris. Se ve presentable, pero su semblante es nervioso y preocupado.

Todos parecemos contener la respiración hasta que Chris, detrás de la pantalla, pronuncia palabra.

—Buenos días. Estoy aquí para responder todas sus preguntas respecto a los titulares que han salido sobre Jung Suk y yo.

Todos los que estamos en la sala nos miramos extrañados.

¿Qué es lo que dirá?