Viktor Drago, un abogado de la mafia italiana de 38 años, ha dedicado su vida a mantener el control y el poder en su organización, así como a proteger a su apellido. Su visión del amor está limitada a la lealtad que debería tener y el vacío familiar, una vida llena de dolor y sin amor. Todo cambia cuando la conoce.
Liora, una colombiana de 20 años que busca un nuevo comienzo lejos de un pasado lleno de dolor, encuentra refugio y apoyo en Viktor. A pesar del miedo a involucrarse a un mundo nuevo, Liora se siente irresistiblemente atraída por Viktor, quien representa todo lo que siempre ha soñado.
¿Podrá su amor superar las pruebas y tribulaciones del mundo peligroso en el que viven? ¿O sucumbirán a las presiones y se rendirán?
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Parte 5
Liora
Habíamos ganado. ¡De verdad habíamos ganado! Sentí una oleada de felicidad por el veredicto a nuestro favor. Era un buen dinero para mí, para mi futuro. Pero entonces me di cuenta de que no sabía qué hacer ahora. ¿Comprar un apartamento? ¿Irme a Argentina? No, quizás lo mejor era quedarme y enfrentar todo lo que había vivido.
—¿En qué estás pensando? —me preguntó alguien. No sabía qué responder.
—En qué haré con mi vida ahora.
—Vivirla —dijo Viktor, mirándome a través del retrovisor.
—¿No he estado haciendo eso todo este tiempo?
—No, lo que has estado haciendo es vivir la vida que tu mamá quería para ti. ¿Qué quiere Liora Díaz?
—No lo sé, nunca me lo había planteado.
—Bueno, lo descubrirás con el tiempo —dijo Dimitri, girándose hacia mí con una sonrisa. Asentí, intentando devolver la sonrisa, aunque no estaba segura de cómo sentirme.
Mientras viajábamos, no tenía idea de adónde íbamos. Dimitri también parecía algo confundido.
—Cuando estaba en la universidad y ganaba un caso, solía celebrar comiendo pizza de pollo y champiñones —comentó Viktor. Su tono era melancólico, y me pregunté si él era adoptado.
—Vitya siempre tan romántico —bromeó Dimitri.
—Sabes que detesto ese apodo.
—No me importa, aunque seas el mayor, siempre serás Vitya —dijo Dimitri, riendo mientras Viktor ponía los ojos en blanco. Había una camaradería entre ellos que me hacía preguntarme si eso era normal entre hermanos. ¿Algún día tendría algo así? Pero no, mi familia no era así. Mi hermana era igual a mi madre, solo me veían como una herramienta.
Llegamos a una pizzería que, según recordaba, tenía reseñas horribles. ¿Por qué nos habían llevado ahí?
—¿Por qué estamos aquí? —le pregunté a Viktor.
—Para comer pizza —respondió él, levantando una ceja.
—No creo que sea tan buena. Leí las reseñas y no son muy favorables. ¿Por qué no vamos a otro lugar? —sugerí.
—¿Tienes una mejor idea? —preguntó Viktor. Cuando intenté sacar mi celular, me di cuenta de que no lo tenía. No pude evitar reírme. ¿Por qué necesitaría uno? No tenía a quién llamar.
—¿Sabes qué? —dijo Viktor, tomándome de la mano mientras entrábamos al restaurante con Dimitri siguiéndonos—. Si la pizza no me gusta, te compro un celular, pero si me gusta, tú me llevarás a una pizzería mejor cuando tengas tu dinero. ¿Trato?
Me sorprendió su actitud, pero me sonreí. Me estaba retando.
—De acuerdo, pero no puedes mentir, ¿entendido?
—No me gustan las mentiras, pero a veces son necesarias.
—En este caso, no lo son —le dije mientras nos sentábamos.
La actitud de los meseros era muy amable.
—¿Fuiste a la universidad? —preguntó Viktor.
—No, empecé a trabajar tan pronto como terminé la escuela secundaria.
—¿Te gusta trabajar? —preguntó Dimitri. Negué rápidamente con la cabeza.
—¿A quién le gusta trabajar? —dijo Dimitri.
—A mí —respondió Viktor con el ceño fruncido, y todos nos quedamos en silencio—. ¿Qué? ¿No puedo disfrutar de mi trabajo?
—Sí, pero a veces el trabajo es pesado. Yo no podría soportar tener casos donde la gente muere o es herida todos los días.
—Me da buen dinero, ¿por qué no?
—El dinero es maravilloso —dije, apoyando a Viktor.
—A ustedes dos solo les importa el dinero. ¿Por qué no abren un negocio y venden su cuerpo? —bromeó Dimitri.
—Lo pensé —respondí como si nada, mientras el mesero me miraba sorprendido—. No me gusta que me juzguen con la mirada —dije, tomando un sorbo de limonada.
—Eres muy joven para decir eso.
—Tengo 20 años, casi 21.
—Niña —dijo Viktor con firmeza, y yo puse los ojos en blanco—. Y hasta grosera me salió.
El hombre mayor, luego se larga a reír y negar con la cabeza, nos traen la pizza a los minutos, el primer bocado que da Viktor hace mala cara.
—¿Es por los ingredientes? No sé, pero sinceramente no es de mi gusto.
—Eres demasiado dedo parado —Enarca una ceja viéndome, escucho la carcajada de Dim.
—Dios, tu expresión fue única —Las personas se giran a vernos, porque el menor de los hombres no paraba de reír, fueron largos segundos cuando por fin se calmó —Es una expresión que utilizan cuando eres muy de la elite.
—Supongo que comparado con nuestro país, si puedo ser más élite.
—En nuestro país también somos de la elite —Dimitri niega con la cabeza —No importa donde estemos, la mayoría de las veces seremos de la elite.
—Hablando de eso, ¿ustedes, de dónde son? A veces le siento mucho el acento extranjero, aunque pueden hablar casi perfectamente español.
—Rusos/italianos —Abro la boca sorprendida.
—Nuestro padre es ruso y nuestra madre italiana.
—Oh, con razón son guapos, supongo que sus padres deben ser muy lindos.
—Bastante, sacamos las facciones de mi padre, pero los ojos de mi padre.
—¿Cómo son los de su papá? —Pregunto curiosa.
—Verdes, pero ese verde que te hace perder en la mirada —Me responde Dimitri con una sonrisa —Es abogado como Vitya, papá le enseño todo ese mundo a mi hermano mayor.
—¿Ustedes cuántos años se llevan? —Pregunto confundida.
—Yo tengo 28 años y Vitya 38 años —Abro los ojos sorprendida, si me dijeran que tienen la misma edad o que eran gemelos le hubiera creído —Lo sé, somos muy parecidos.
—Dios, aunque tu hermano le da un plus con la barba.
—Nunca me ha gustado, me hace ver muy malo.
—Cuando estaba en la universidad se la dejo crecer y las personas que me conocían, creyeron que era yo, se metió en muchos problemas.
—Siempre fuiste más problemático que yo, aún no entiendo como tanta gente te seguía —Dimitri niega con la cabeza mientras ve a su hermano.
—La verdad, yo tampoco, pero funcionó de alguna manera —Viktor apoya su rostro en su mano, mientras se ríe —Mi época de universitario fue lo mejor del mundo, te aseguro que elijas lo que elijas, te apoyaremos.
—¿Debo estudiar en la universidad? —Pregunto mientras juego con el pitillo de la limonada.
—Si quieres hacerlo, sí. Tampoco es que te vamos a obligar a hacer algo que no quieras, aunque tengas miedos, nosotros no te vamos a dejar de lado —Dim me consuela.
—Ya serás dada de alta, supongo que mi hermano te dará posada un tiempo, pero debes descubrir que quieres con tu vida, sea lo que sea.
—¿No puedo elegir irme con ustedes? —Pregunto, temerosa de la respuesta.
Es entretenida