**Sinopsis**
En un mundo donde la biología define roles y los instintos son incontrolables, dos hombres de mundos opuestos se ven atrapados en una ardiente atracción. Leon, un alfa dominante y poderoso empresario, ha rechazado el amor… hasta que Oliver, un omega dulce y sensible, entra en su vida como asistente. Lo que comienza como un deseo prohibido pronto se convierte en una intensa relación marcada por celos y secretos. Cuando verdades devastadoras amenazan con separarlos, deberán enfrentarse a su pasado y decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para desafiar las estructuras que los mantienen apartados. ¿Están dispuestos a arriesgarlo todo por un futuro juntos?
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Capítulo 17: Ruptura Abrupta
El amanecer llegó a la cabaña con un suave resplandor que se colaba por las ventanas, llenando el espacio vacío de luz dorada. Leon se despertó con una sensación renovada, finalmente dispuesto a enfrentar los miedos junto a Oliver. Habían pasado la noche mirando las estrellas, fusionándose en un mundo donde solo existían ellos dos, lejos de la realidad. Sin embargo, la tranquilidad pronto se desvanecería.
Mientras preparaba el desayuno, la fragancia del café recién hecho se mezclaba con el olor a pan tostado. Leon sonreía, imaginando que la comida sería el primer paso hacia un día lleno de promesas renovadas. Se volvió a ver a Oliver, aún dormido en la cama, su rostro iluminado por la luz del sol. El corazón de Leon latía con alegría; quizás, a partir de hoy, todo podría ser diferente.
—Buenos días —dijo Leon, acercándose suavemente al lado de la cama. Con un movimiento delicado, acarició la mejilla de Oliver, quien comenzó a despertar.
—¿Qué huele tan bien? —preguntó Oliver con una voz suave y rasposa, una sonrisa todavía en sus labios dormidos.
—Desayuno. Pensé que podríamos comenzar el día con algo especial.
Oliver se estiró y se levantó, los ojos todavía entrecerrados. —Me encanta la idea. Esta es la mejor manera de comenzar un día en el paraíso.
La calidez en el aire parecía alentar a Leon a compartir una verdad que había estado guardando. En su corazón, sabía que eso debía hacerse pronto, pero el temor persistía, como un eco distante de malestar. Decidió dejarlo para más tarde, esa mañana era para disfrutar.
Después del desayuno, decidieron salir para recorrer los senderos en búsqueda de un lago cercano del que Leon había oído hablar, lleno de tranquilas aguas que reflejaban el cielo azul. La caminata era una mezcla de risas y conversaciones despreocupadas. Oliver compartía historias de su infancia, mientras Leon caminaba a su lado con una sonrisa en el rostro, sintiéndose afortunado de estar junto a él.
Sin embargo, la calma del día se vería pronto interrumpida. Durante un descanso junto al lago, mientras se sentaban en una roca cubierta de musgo, Oliver se volvió a Leon con una expresión seria que hizo que el estómago de Leon se hundiera.
—¿Hay algo que necesites contarme? —preguntó Oliver, su voz baja como si temiera la respuesta.
Leon frunció el ceño, tomando un sorbo de su botella de agua. —¿A qué te refieres?
—Siento que hay algo que no me has dicho. No sé cómo explicarlo, pero desde que llegamos aquí, siento que hay un peso en el aire.
Leon se tensionó, el recuerdo de algo que había mantenido oculto durante tanto tiempo comenzó a retumbar en su mente. Ya había decidido que guardaría el secreto de su pasado; el dolor detrás de él era tan profundo que nunca pensó que compartirlo ayudaría a reparar lo que se había roto.
—Te prometí ser honesto contigo —dijo Leon, intentando calmar su voz—. Pero hay cosas de mi pasado que son… complicadas.
Oliver lo miró fijamente, el destello de confusión en sus ojos. —¿Complicadas cómo?
Leon sintió el sudor frío en su frente. No sabía cómo articular lo que había mantenido bajo llave, cómo decirle que, en su juventud, se había visto envuelto en una relación tóxica que lo dejó marcado. Pero, en lugar de ser vulnerable, las palabras escaparon de su boca en una mentira que ni él mismo reconocía.
—No hay nada de lo que debas preocuparte. Solo algunos deslices propios de la juventud —mintió, dando la espalda y mirando hacia el lago. Las aguas eran tranquilas, pero su corazón luchaba contra la tormenta interna.
Oliver sintió que una ola de angustia lo invadía. La mentira resonó en sus oídos, y sintió que algo dentro de él se rompía. Lo que antes había sido un refugio, ahora se tornaba en una trampa.
—¿Deslices? —la incredulidad se hizo evidente en su voz—. ¿Es todo lo que tienes para decirme?
Leon sintió su corazón acelerarse a medida que se enfrentaban. —No tengo que profundizar en esto, Oliver. Es parte de un pasado que no quiero arrastrar.
Oliver se incorporó, su postura tensa, el dolor reflejado en sus ojos. —¿Por qué siempre tienes que esconderte detrás de esas paredes? ¿Por qué no puedes ser honesto conmigo? Siento que estás alejándome cada vez más.
—No estoy alejándote —replicó Leon, la frustración brotando de él—. Estoy tratando de protegerte de un dolor inútil. No quiero que nuestro presente se arruine por mis errores del pasado.
—¿Protegerme de qué? —exclamó Oliver, su voz casi desgarrada—. ¿De la verdad? ¿Piénsalo un segundo: vivimos en un mundo donde la mentira y la falta de confianza pueden destruir la felicidad que tenemos.
Las palabras de Oliver resonaron como un trueno en el aire tranquilo. Leon sintió como si un ladrillo cayera sobre su pecho. Esa realidad, esa verdad que había tratado de esconder, no podía ser ignorada.
Pero de repente, Oliver miró a Leon con una tristeza palpable. —Tal vez no estoy listo para esto.
—¿Qué quieres decir?
—Me has estado ocultando algo, Leon. La desconfianza es un veneno, y no puedo seguir viviendo en esta ambigüedad. No puedo soportarlo.
El silencio se extendió entre ellos como un abismo. La angustia de Oliver era evidente, y Leon sentía que cada latido de su corazón le decía que su relación estaba tomando un giro trágico. El aire que una vez estuvo lleno de risas ahora parecía pesado.
—Oliver —comenzó Leon, tratando de acercarse, pero Oliver retrocedió.
—No, no quiero más promesas. No puedo fingir que esto no me duele. Si no puedes ser honesto conmigo, no puedo quedarme aquí.
Una lágrima resbaló por la mejilla de Oliver, desbordando la tristeza que había estado agazapada en su interior. Leon sintió un calambre en su pecho; esa sensación de perderlo estaba golpeando a su corazón con una violencia insospechada.
—No quiero que te vayas, Oliver. Te necesito.
—Pero ya no puedo confiar en ti. La confianza es la base de cualquier relación, y si decides ocultarme cosas de tu pasado, me resulta difícil creer que pueda continuar así.
Oliver dio un paso atrás y, por un instante, el mundo pareció desvanecerse. La cabaña, el lago y el cielo azul se convirtieron en un eco lejano.
—Tal vez sea lo mejor —murmuró Oliver con tristeza—. Tal vez necesito tiempo para pensar.
Leon sintió que su corazón se rompía, cada pedazo cayendo en un abismo del que temía no volver a salir. —Oliver, por favor...
—No puedo continuar si no puedo confiar en ti —respondió Oliver, su voz quebrada—. Necesito alejarme, y no sé por cuánto tiempo.
Sin otra palabra, Oliver se dio la vuelta, alejándose de la roca y de Leon, dejando un rastro de tristeza. La angustia y la desolación llenaron el espacio donde previamente había alegría. Leon se quedó allí, sintiendo la abrumadora sensación de pérdida, del dolor de no haber sido capaz de compartir su verdad.
—Oliver... —susurró como un eco, mientras la imagen de su amor se desvanecía ante sus ojos.
La soledad de la naturaleza parecía expandirse a su alrededor, envolviendo a Leon en un manto de tristeza y arrepentimiento. Allí, frente al lago, se sintió más perdido que nunca, atrapado en una tormenta emocional de la que no sabía cómo escapar.