Zach y Dylan llevan una relación bonita y perfecta. En años de Relación, nunca se les ha visto discutiendo y mucho menos separados.
Pero cuando Zach queda embarazado, muchas cosas comienzan a pasar y cambiar todo.
El amor que se tienen, podrá ser fuerte, tanto que lograrán superar todos los obstáculos que la vida les tiene preparados.
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04
No tuve tiempo a responder, Cheng comenzó a jalarme, llevándome al sitio que había señalado segundos atrás. N refuté en absoluto, era obvio que Cheng iba a darme la idea que tanto buscaba, el brillo frenético en sus ojos, y la emoción reflejada en ellos me lo decía.
Sólo esperaba no arrepentirme.
Maldito Cheng, al final resultó ser un genio. Su idea era perfecta, exactamente lo que buscaba, incluso mejor de lo que pude haber ideado por cuenta propia: un detalle delicado que hablaba por sí solo, tan perfecto, tan delicado y adorable para lo que debía transmitir.
Luego de comprar el regalo, me despedí de Cheng, quien me deseó suerte y me hizo prometer que le contaría con detalle todo lo sucedido al día siguiente en la universidad. Antes de ir a casa pasé directo al supermercado a comprar lo necesario para la cena de esa noche, quería sorprender a Dylan Chang, preparándole su platillo favorito, aunque un postre tampoco nos vendría mal.
Todo debía estar minuciosamente arreglado para lo que le diría después.
Tras pagar lo correspondiente en la caja, cogí un taxi para que me llevara a casa. Estuve tiempo de más recorriendo los pasillos de aquella tienda, razón por la que el tiempo se me pasó rapidísimo. Dylan Chang llegaba a las 7:00pm, lo que me dejaba con escasas 4 horas para preparar todo.
— Dime bebé —comenté para mí solo— ¿Crees que a papá le guste la sorpresa?
Sabía de antemano que no obtendría respuesta alguna, también que era un tanto ridículo hablarle a mi bebé, siendo que éste aún no me escuchaba. Pero hacerlo se sentía extremadamente bien, lo hacía más real, más tangible y mi emoción aumentaba considerablemente, como espuma efervescente.
— ¡Oh, mira, chocolate! —comí un poco de natilla que compré en el súper, el antojo me atacó— ¿Quieres probar? Es delicioso.
Mientras comía el producto, saqué los trastos de sus estantes y corté la verdura que necesitaba, lavé y puse a cocinar la carne que compré. Estaba terminando de mezclar algo de crema y azúcar para el postre, cuando unas increíbles ganas de vomitar me invadieron.
Corrí tan rápido como me fue posible hasta el baño, agradeciendo mentalmente que había uno en la planta baja. De lo contrario, no habría llegado al que se hallaba en la habitación, un piso arriba. Era totalmente desagradable el tener que vomitar nuevamente, pero ahora que tenía conocimiento de mi embarazo, resultaba obvio que no sería la última vez que me vería en esa situación.
Gemí incomodo ante la idea.
— ¿Estás bien, bebé? —jadeé una vez que el malestar cesó y jalé la cadena del retrete— Parece que no te gustó el chocolate y es una lástima porque a mí sí, me encanta.
Tras ese pequeño incidente, lavé mi boca y manos para sucesivamente pasar toda la tarde cocinando con esmero y dedicación. Deseaba que todo saliese perfecto. Preparé la mesa de una forma semi elegante, coloqué el postre de frutas que tanto le gustaba a Dylan en el refrigerador, y la carne en un refractario sobre la mesa, cubriéndola para que no se enfriara.
Satisfecho miré mi obra de arte, suspirando contento por el resultado.
Era una lástima que, a pesar de notarse delicioso, el simple olor me asqueara. Miré la hora. 6:50pm. Faltaba nada para que Dylan llegara, lo cual, además de emocionarme, también me inquietaba.
No estaba cien por ciento seguro de cómo tomaría la noticia.
No tenía motivos para enojarse o rechazar a la criatura en mi vientre, en primer lugar, porque fue él quien tocó el tema de una familia, segundo, era su sueño hecho realidad. Muchas veces lo noté, el anhelo, el cariño con el que miraba a nuestro pequeño ahijado: la manera en que lo abrazaba y mimaba era idéntica a la de un padre. Además, cuando intenté embarazarme él se veía increíblemente entusiasmado, como nunca antes.
Tal vez por eso dolió mucho cuando todas esas pruebas de embarazo en el pasado dieron negativo. Pero el dolor era inherente frente a la decepción en los ojos de Dylan cada vez que nuestros intentos fracasaban, esa no dolía: mataba.
Hacíamos el amor todos los días, más de una vez, pero nunca pasó nada. Ningún embarazo llegó, entonces me sentí inútil, poca cosa por no poder cumplir el deseo de mi pareja. Me deprimí meses enteros, me costó mucho hacerme a la idea y, sin embargo, pasó. Dios, realmente sucedió, iba tener un hijo.
¿Quién iba a decir que lo conseguiría luego de 18 meses y sin tener la intención?
Era algo maravilloso, hermoso, pero me inquietaba el momento, embarazarme justo ahora acarrearía muchos cambios, responsabilidades y presiones. Dylan tenía un buen empleo, ganaba bien, tanto que logró pagar el enganche de nuestro departamento y sacaba adelante las facturas del auto, entre otros gastos. A mi incluso, no me permitía trabajar, por lo menos en el aspecto económico, no había problemas.
Muchas gracias autor@, tu historia está genial 🫂