La vida de Kitten siempre estuvo llena de dolor y humillaciones, condenada a vivir como una esclava en la casa del alfa. Ella era presa de las burlas de los cuatrillizos, hijos del alfa. Su único consuelo era que pronto tendría a su loba y con ello quizás encontraría a su mate.
Pero el destino se ensaña con ella cuando descubre que no solo tiene un mate, tiene cuatro y son aquellos que han hecho de su vida un infierno. Ante esto, Kitten teme aceptarlos por todo el dolor que le han hecho pasar, mientras que ellos buscan redimirse y ganarse su afecto, aunque sus personalidades arrogantes hacen difícil esta tarea.
¿Podrán los cuatro conseguir el perdón de Kitten y borrar todo el sufrimiento por el que la hicieron pasar?
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6. Haciendo Amigos
...POV Kattie...
El ruido del motor de la 4x4 llenaba el aire, pero en mi cabeza solo había silencio. Cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos, un recordatorio constante de mi miedo y mi frustración. Me quedé mirando por la ventana, evitando cualquier contacto visual con el Alfa Samuel. Sabía que cualquier muestra de debilidad sería aprovechada por él.
La primera vez que decidió "acompañarme", supe que algo en nuestra dinámica había cambiado. En algún momento, su interés se volvió más personal, más cruel. Cada encuentro con él era una prueba de resistencia, un desafío constante para mantener mi compostura.
— Lo siento, Alfa, no volverá a suceder
Había dicho. Pero ¿qué más podía hacer? Estaba atrapada en un juego que no había elegido jugar.
El viaje se hizo eterno. Sentía su mirada ocasional sobre mí, una mezcla de curiosidad y desafío. ¿Qué quería de mí? ¿Por qué no podía simplemente dejarme en paz?.
Había momentos en que deseaba gritarle, enfrentarlo, pero sabía que eso solo lo animaría más. Lo único que yo quería era paz.
— ¿Por qué lo hace, Alfa Samuel? ¿Por qué no me deja en paz? — susurré, sin mirarlo. Eran preguntas que llevaba años acumulando en mi corazón.
Él no respondió de inmediato. Podía sentir la tensión en el aire, como si mis palabras hubieran tocado una fibra sensible. Finalmente, su respuesta llegó, cargada de una sinceridad que no esperaba.
— Quizás porque eres fuerte, y me gusta ver cómo luchas, cómo te defiendes — Dijo.
— Me gusta ver tu verdadero yo, no el que la manada te ha obligado a ser.
Sus palabras me dejaron helada. ¿Así que esto era un juego para él? Un experimento para sacar a relucir mi supuesta fuerza interior. La ira burbujeaba en mi interior, pero la reprimí. No quería darle la satisfacción de ver cuánto me afectaban sus palabras.
El silencio volvió a instalarse entre nosotros, pero esta vez no era un vacío. Era un campo de batalla, donde cada uno de nosotros estaba considerando las próximas palabras con cuidado. Cuando finalmente llegamos a la escuela, respiré aliviada al ver la entrada.
Sabía que esto no era el final, solo un respiro antes del próximo enfrentamiento. Pero hoy, al menos por unos momentos, había logrado salir victoriosa.
(...)
Me encontraba en la clase de matemáticas mientras el profesor repartía los últimos exámenes. Estaba segura de que había ido bien, siempre fui buena en la materia, se me daba naturalmente. Sin embargo, no parecía ser el caso de mis compañeras Lara y Emma, que se sentaban delante de mí.
— Lo lamento, chicas, pero si siguen con estas calificaciones no podrán seguir en el equipo de porristas — les dijo el profesor Severino.
— No, por favor, profesor, denos una oportunidad más — suplicaron ambas al unísono, como si fueran una sola persona.
— Lo siento — dijo él, serio, pero al ver las lágrimas en sus ojos, agregó — Hagamos lo siguiente. Puedo darles un trabajo práctico para que realicen ambas. Les advierto que no será fácil y no habrá otra oportunidad. — Con una última mirada tajante, continuó repartiendo los exámenes.
Las vi mirarse con angustia y desesperación. Lara, con su cabello lacio y castaño oscuro que caía en cascada hasta la mitad de su espalda, tenía una presencia vibrante. Sus grandes ojos marrones, llenos de curiosidad y vivacidad, brillaban mientras hablaba con Emma, preocupada por la posibilidad de no poder seguir siendo porrista. Su piel morena y saludable complementaba su estatura alta y esbelta. Las facciones finas y la sonrisa natural de Lara la hacían parecer accesible, y aunque estaba en el equipo de porristas, no mostraba arrogancia. Amaba la moda y siempre estaba a la vanguardia de las últimas tendencias.
A su lado, Emma irradiaba una dulzura innegable. Con su cabello rubio, dorado, a veces recogido en una cola alta y otras veces suelto en ondas naturales, y sus ojos azules llenos de chispa traviesa, su rostro angelical era difícil de ignorar. Su piel clara y el ligero rubor en sus mejillas le daban una apariencia etérea. De estatura media y figura tonificada, Emma tenía una sonrisa amable que invitaba a la amistad. Aunque compartían la pasión por la moda, su verdadera pasión era la fotografía. A menudo llevaba su cámara, capturando momentos especiales con un ojo artístico.
Al ver sus miradas afligidas, decidí hablarles. A pesar de su popularidad, nunca me despreciaron ni humillaron. Aunque no éramos amigas, a veces giraban y me dedicaban sonrisas amables.
— Puedo ayudarlas — dije apoyándome ligeramente sobre el escritorio para que pudieran escucharme.
Ambas se voltearon, confusas, lanzándome miradas interrogativas.
— Con el trabajo de matemáticas, puedo ayudarlas. Después de todo, se me da fácil — aclaré.
Fue automático. Sus rostros decaídos se iluminaron con sonrisas hermosas mientras saltaban de sus asientos y se abalanzaban sobre mí en un gesto de felicidad. Luego de un momento, pasada la euforia, me soltaron, mirándome con escepticismo.
— ¿Por qué lo harías? — preguntó Lara.
— Sí, ¿a cambio de qué? — añadió Emma.
— Por nada en especial. Simplemente se me ocurrió que podía ayudarlas. Si no quieren, no hay problema — dije sentándome.
Las vi mirarse, aún un poco escépticas, comunicándose sin palabras. Decidí dejarlas ser. Al terminar la jornada escolar, era medio día y debía regresar a la casa de la manada para preparar todo para el día siguiente.
Caminaba hacia la parada del autobús cuando escuché que me llamaban.
— ¡Kitten, espera, Kitten! — eran Emma y Lara, llamándome al unísono.
Me detuve para que pudieran alcanzarme. Cuando lo hicieron, me miraron dudosas, como si no se atrevieran a decirme lo que tenían en mente. Emma rompió el silencio.
— Bueno, con respecto a lo que nos ofreciste en clase. A la ayuda con matemáticas — Dijo aún no muy convencida.
— Si aún estás de acuerdo, nos gustaría que nos ayudes — Continuo Lara.
— Claro — Dije, mirándolas a los ojos, con una pequeña sonrisa.
A pesar de su popularidad y de que todo el mundo estaba dispuesto a hacer lo que ellas pedían, aún conservaban un poco de vergüenza al aceptar la ayuda de alguien a quien no conocían. Al ver que había algo más, que no se animaban a decir, continúe:
— ¿Qué pasa? Pueden decirlo — Dije alentandolas a continuar.
— Lo que sucede, es que no… - Empezó Emma.
— No nos sentimos cómodas al recibir tu ayuda sin darte nada a cambio — Finalizó Lara.
Podía entender perfectamente lo que querían decir, no les gustaba deberle nada a nadie. Aunque tenían una familia acaudalada y no necesitaban ser tan humildes, nunca dejaron que el dinero se les subiera a la cabeza, las admiraba por eso.
— No quiero nada a cambio — Les respondí.
Un silencio incómodo se instaló, ninguna sabía qué decir, realmente no quería nada a cambio, solo las ayudaba porque, salió de mí hacerlo. Sin segundas intenciones.
— ¡Ya sé! — Casi gritó una muy emocionada Emma.
— ¿Qué tal si desde ahora somos amigas? — Continuó con sus ojos brillando de emoción, como si hubiera sido la mejor idea que se le había ocurrido en la vida.
— De acuerdo, desde ahora seremos las tres — Finalizó Lara.
Cada una me agarró de un brazo y me hicieron caminar de vuelta hacia la escuela. Fue algo automático, tan natural, que se sintió como si nos conociéramos de toda la vida.
— ¡Alto! — casi grité, si las seguía lo más probable era que perdiera el autobús.
— ¿Qué pasa? — Pregunto una muy confundida Emma, era tan adorable que hasta a mí me daban ganas de abrazarla y consentirla en todo lo que deseará.
— Perderé el autobús. No puedo perderlo, Luna se enojará si regreso tarde, y no cumplo mis deberes — explique a las chicas quienes me miraban confundidas.
Lo había olvidado, todos pensaban que era un sueño vivir en la casa del Alfa, creían que ayudaba en la casa como una muestra de agradecimiento por la generosidad de ellos. Sabían que mis padres tenían una deuda, y estaban enojados porque no les pagaba.
Era la causa de las constantes burlas, decían que era un caso de caridad de la manada, que gracias a ellos podía estudiar, tenía un techo para dormir y comidas que comer; debía estar muy agradecida con la manada.
— No hay problema, no llegarás tarde — explicó Lara.
— Te llevaremos a la casa del Alfa — Continuó Emma.
— Si, así podremos conocernos mejor en el camino, queremos saber todo de tu vida — dijo una Lara muy entusiasmada.
No me negué, y las seguí hasta su vehículo. Al ver el vehículo de Lara no pude evitar quedarme con la boca abierta.
Era un coche de color rojo vibrante. Un contraste audaz con el blanco puro del paisaje. El Lamborghini Urus se deslizaba sobre la carretera con una elegancia que desafiaba las inclemencias del clima. Sus llantas de alto rendimiento, diseñadas para ofrecer un agarre superior, mordían el asfalto helado con una precisión casi sobrenatural. Dentro, los asientos de cuero negro con costuras en contraste, proporcionaban un confort casi paradójico para un entorno tan extremo. La tecnología avanzada del vehículo no solo garantizaba la seguridad en carreteras traicioneras, sino que también mantenía la temperatura perfecta, envolviendo a todos en el interior en un confort envolvente mientras desafiaba la fría soledad característica de nuestra manada.
A medida que avanzábamos en el camino, caían las preguntas de ambas chicas.
¿Tienes novio?, ¿Te gusta algún chico?, ¿Cuál es tu comida favorita?, ¿Color favorito?, ¿Qué es lo que más te gusta hacer?, ¿Qué planes tienes?, ¿Cuál es el origen de tu nombre?
Les expliqué que se inició por una broma de los cuatrillizos y les conté cómo, obviando los detalles escabrosos.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?. Continuaron preguntando.
Apenas terminé de decir que mañana sería mi cumpleaños, el vehículo se detuvo de golpe. Lara iba al volante, mientras Emma y yo estábamos en la parte trasera. La inercia nos tiró hacia adelante, y gracias a nuestros rápidos reflejos, evitamos golpearnos.
— ¡¿Estás bromeando?! — gritó Lara, girando la cabeza de manera dramática.
— ¿Compartes cumpleaños con los cuatrillizos Alfas? — continuó Emma, con sorpresa reflejada en su rostro.
— Espera, espera, ¿cómo es que no lo sabíamos? Sabemos la vida y obra de cada integrante de esta manada —dijo Lara, hablando más para sí misma que para nosotras.
le faltó para mi gusto más , ejemplo
más capitulos que paso emma con los principes alfa
que el papá de los cuatrillos tu viera hijos con su destinada
que tu viera más descendencia los cuatrillos