Ethan, una joven estrella en ascenso de la NBA, viaja por primera vez con la selección estadounidense de baloncesto, el Dream Team, a los Juegos Panamericanos en Brasil. Allí, queda sorprendido al experimentar el amor a primera vista por una joven brasileña que vio en las gradas, haciendo todo lo posible e imposible por encontrarla y tener al menos la oportunidad de presentarse y saber su nombre. Lo que no imagina es que Lívia, una residente del morro de Vidigal, tiene una historia de vida difícil y un pasado comprometedor.
Una historia de amor que trasciende la distancia, el idioma, la clase social y los prejuicios.
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Capítulo 3
—¿Todo listo?
—Sí, papá.
—Todavía tengo dudas sobre si llevar ropa de frío o de calor, es un país tropical.
—Dijeron que allá es invierno ahora, pero no nieva.
—Qué cosa...
—Me voy, tengo que viajar con el equipo, ¡nos vemos en Río!
Ethan besa a sus padres y sale de viaje junto a la delegación estadounidense.
—Miren, ¡el galán estrella! ¿Listo para conquistar corazones latinos?
—Mi único objetivo es conquistar mi primera medalla con la selección.
—Te garantizo que eso será más fácil que lograr salir del confinamiento de los atletas. —Se ríen.
Jayden, uno de los jugadores de la selección estadounidense y pívot de Los Angeles Lakers, se encariñó con Ethan e intenta usar su influencia para que sea fichado por el gran equipo de su tierra natal.
—Todo dependerá de tu actuación en los Juegos Panamericanos, tienes que destacarte, ¡Ethan! Sé el mejor en todos los partidos.
—¡Lo seré! ¡Puedes estar seguro!
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Mientras las delegaciones llegan a la ciudad, así como los turistas, Lívia aprovecha para vender más dulces por la ciudad.
—Ayer me llamó don Paulo pidiendo más pasteles de brigadeiro y cajas con brigadeiros y beijinhos, ¡dijo que a los extranjeros les encantan!
—Pues aumenta la producción, ¡Messias también me pidió más! —dice Tânia.
—Voy a tener que ir al mercado a comprar más ingredientes, ¡ya vuelvo!
Coge el bolso y se va.
Absorta en sus pensamientos, pasa por los callejones distraída y se olvida de que siempre es observada por la banda de Dé.
Siente que alguien la jala suavemente de la mano, se gira y se encuentra con quien no deseaba volver a ver nunca más.
—¿A dónde vas con tanta prisa?
Ella aparta las manos, siente que su corazón se acelera y no responde nada.
—¡Sabes que no tienes que tenerme miedo!
Lívia continúa en silencio y paralizada.
—Mierda. ¡Di algo, Lívia!
—Y-yo tengo que irme. —Sale casi corriendo.
—¡Vuelve aquí! —grita él y ella se detiene, da media vuelta y se acerca a él.
—¿Qué quieres, Dé?
—¿Estás de broma? Sabes lo que quiero… ¡quiero que vuelvas!
La agarra por la cintura y le huele el cuello.
—¡Suéltame! ¡No te quiero!
Él se irrita. Dé, el jefe de la favela, tiene una verdadera obsesión por Lívia y le hizo la vida imposible desde que ella rompió con él.
—Tienes suerte de que mi madre adore a la tuya y sea amiga de tu madre. Si no…
—¿Si no, qué? ¿Me vas a pegar? ¡El pelo crece! ¿Me vas a matar? ¡Genial! ¡Así este tormento mío acabará de una vez!
Él la mira en silencio.
—Tienes a la mujer que quieres, en la favela y en el asfalto, ¡déjame en paz!
—Te quiero a ti. ¡Solo a ti! Fue genial lo que vivimos, hasta…
—Hasta que lo descubrí todo... —se pasa la mano por el pelo—. Realmente tengo que irme, tengo que pasar por el mercado.
—Sube a mi moto, yo te llevo.
—No hace falta. —Grita y luego baja el tono de voz—. ¡Gracias!
—Sube ahora… ¡no me hagas perder la paciencia!
No ve otra alternativa que subirse a la parte trasera de su moto.
—¿Puedes quitarte ese fusil de la espalda, al menos?
Él pasa el arma hacia delante y baja de la favela con ella, escoltado por sus hombres.
—Listo, ¿te dolió aceptar que te llevara?
Ella se baja sin decir nada y sigue su camino en silencio con los ojos llorosos. Sentía vergüenza de que la vieran con un traficante, todos sabían lo que había pasado entre ellos, tardó en que la gente dejara de hablar de ella y de mirarla mal, perdió amigas y amigos, solo Duda permaneció a su lado, porque sabía toda la verdad.
De camino al mercado, ve los autobuses que transportan a los atletas que disputarán los juegos y recuerda que por fin tendrá un día de descanso después de meses, cuando podrá asistir al partido.
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Desde el autobús, Ethan observaba la ciudad y su ir y venir, la gente por las aceras entrando en los supermercados, bañándose en el mar, el sol brillando en un ambiente festivo. Llegan a las instalaciones y se acomodan.
—¡Guau! Me dijeron que aquí es invierno, ¡pero hace mucho calor!
—Bienvenido a Río. Estuve aquí una vez de vacaciones con una novia mía en Carnaval, ¡es mágico! Podemos aprovechar la semana libre después de los partidos y quedarnos por aquí, disfrutando.
—¿Intentas llevarme por el mal camino, Jayden?
—¡No, quiero mostrarte lo bueno que tiene la vida, mi pequeño saltamontes!
Los dos se ríen mientras deshacen la maleta y bajan a comer con todo el equipo, para después seguir al gimnasio donde se celebrará el primer partido dentro de dos días contra los anfitriones.
—¿Viene tu familia?
—Sí, llegan esta noche. Mis padres, mi hermana y mi sobrino.
—¡Genial! Mi mujer pensó en venir también, pero ya sabes cómo es la recta final del embarazo, no se encuentra bien.
—¿Y cómo me propones salir por la noche en Río, después de una semana cuando terminen los partidos?
—¡No significa que tengamos que hacer alguna locura! Yo voy a disfrutar, tú eres un chico soltero, es hora de que te líes con alguien.
—De acuerdo, pero no será con alguien de aquí, ¿verdad? Imagínate, salir con una chica que vive en Río de Janeiro y yo viviendo en Chicago.
—A lo mejor encuentras a alguna estadounidense entre la afición, solo tienes que echar un vistazo hacia atrás, siempre hay algunas bellezas tirándonos los tejos.
—Estoy muy centrado en mi carrera, una novia podría distraerme, y tengo objetivos, el primero era entrar en la NBA, el segundo jugar con la selección y ahora quiero consolidarme como uno de los mejores jugadores de baloncesto de Estados Unidos.
—¡Y lo conseguirás, hermano! Tienes talento, escucha lo que te digo, ¡eres uno de los pocos blancos que tiene un talento igual al de un negro como yo!
Ethan se ríe a carcajadas.
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De vuelta a casa, después de comprar los ingredientes que faltaban, Lívia se pone a producir, llena de rabia, y todo se le cae de las manos.
—¿Qué pasa, hermanita? —El hermano llega burlándose de su desorden y empieza a recoger las cosas del suelo.
—Ese… ¡ese asqueroso de Dé!
—¿Qué te ha hecho esta vez?
Beto pierde su aire de risa y se pone serio.
—Me obligó a aceptar que me llevara hasta la parte baja de la favela… todo el mundo viéndome en su moto, él llevando un fusil, y yo allí… —llora—. ¡Qué vergüenza!
Beto respira y la abraza.
—Voy a dar la cara, ¡voy a sacarte a ti y a mamá de aquí! —Le levanta la cara—. ¡No llores, Lívia! ¡Tú no tienes la culpa! ¡De nada!
—No lo sabía, ¡Beto! ¡No lo sabía!
—Lo sé… tranquila. Mira, voy a ayudarte a hacer los dulces, ¿vale?
La besa en la frente y luego ayuda a su hermana, contando chistes malos en un intento de animarla.
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La familia de Ethan está en la ciudad y se encuentra con él rápidamente en el hotel.
—¿Qué hace Brenda aquí? —pregunta sorprendido.
—¿No te ha gustado la sorpresa?
—Es… no… es… ¡solo que no me lo esperaba!
—¡He venido a seguir de cerca tu primera actuación con el Dream Team!
—Ah… ¡qué bien!
—Bueno, ¿vamos a cenar? ¡Ethan tiene que acostarse temprano! —dice Joane intentando aliviar la situación.
Brenda se sienta a su lado y actúa con naturalidad ante la situación.
Poco después, la familia se despide del atleta.
—Creo que no debería haber venido, Joane. Ethan no parecía ni un poquito contento con mi presencia.
—Solo se ha quedado sorprendido. ¿No quieres recuperarlo?
—¡Claro! Nunca he dejado de quererlo, me arrepiento tanto de haber terminado…
—Pues ¡listo! Esta es la oportunidad y voy a ayudarte a conseguirlo. ¡Eres la nuera que le pedí a Dios!
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🙄🤔😧