Doce hermosas princesas, nacidas del amor más grande, han sido hechizadas por crueles demonios para danzar todas las noches hasta la muerte. Su madre, una duquesa de gran poder, prometió hacer del hombre que pudiera liberarlas, futuro duque, siempre y cuando pudiera salvar las vidas de todas ellas.
El valiente deberá hacerlo para antes de la última campanada de media noche, del último día de invierno. Scott, mejor amigo del esposo de la duquesa, intentará ayudarlos de modo que la familia no pierda su título nobiliario y para eso deberá empezar con la mayor de las princesas, la cual estaba enamorada de él, pero que, con la maldición, un demonio la reclamará como su propiedad.
¿Podrá salvar a la princesa que una vez estuvo enamorada de él?
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CAPÍTULO 5
A los minutos de que Anastasia fuera llevada al mundo de los demonios, fue el turno de Beatrice de ser raptada. La segunda princesa, quien sabía que era esperada por su pareja destinada, ni siquiera se percató de que había una segunda cama en la nueva habitación que había sido traslada mientras estaba inconsciente.
Siguiendo a una segunda mariposa, volvió a ingresar al portal abierto dentro del closet. A las afueras, Scott estaba caminando para encontrarse con el protegido de los duques, Jeremy Jr. Entre ambos, estaban buscando una forma de saber cómo los demonios tenían contacto con las princesas.
Por eso, pensando que se colaban por las ventanas, pusieron guardias afuera de la mansión, mientras ellos vigilaban de noche a fuera de la habitación.
Cuál fue su sorpresa al encontrarse con la tercera princesa, Cosett. La joven de cabello castaño, sorda debido a un accidente en su niñez, venía de haber visitado los aposentos de sus padres.
"Sir Scott..."saludó en lenguaje de señas, al ver al mejor amigo de su padre "¿otra vez estará en ronda?"
—Sí, Jeremy Jr y yo vigilaremos la habitación de tus hermanas—respondió tanto en lengua de señas como con palabras—cualquier cosa, no dudes en sonar la campana, ¿de acuerdo?
Cosette asintió antes de volver a subir, aquella noche de invierno sería muy dura, en especial para ella. Si de verdad la maldición se cumplía a cabalidad, entonces sería el turno de ella para acudir ante la llamada del demonio destinado a matarla.
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Cuando el reloj marcó la media noche, se le fue llevada a cada uno una taza de café caliente para poder mantenerse en vigilia; sin embargo, se sorprendieron al notar que la abuela Baba estaba caminando en el pasillo dormida.
—¿La despertamos?—preguntó Jeremy Jr.
—No, ha tenido episodios esporádicos, así que es mejor no hacerlo—le respondió—ayúdala a volver a su habitación.
Jeremy Jr aceptó y comenzó a llevar a la abuela Baba hasta su habitación, dejando solo a Scott en el pasillo. El hombre, quien creía que con el café podría aguantar el sueño, debido al cansancio de las vigilias tan cercanas, jamás esperó ser tan débil como para caer dormido.
No obstante, gracias a haberse quedado dormido, logró tener un sueño bastante revelador. En dicho sueño, se encontraba en una habitación de lo que parecía ser un castillo, bellamente adornado con lirios.
Recordando que aquellas eran las flores favoritas de Anastasia, pudo observar que también las ventanas estaban abarrotadas, como si fuera una prisión.
Al otro lado de la habitación, por fin pudo ver a la jovencita que una vez dijo estar enamorada de él. Anastasia se encontraba vestida con su bata habitual, pero su cabello suelto hacía que la transparencia de esta fuera más provocadora.
La joven estaba en frente de un espejo de cuerpo completo, siendo abrazada desde atrás por un hombre al cual no pudo distinguir su rostro; sin embargo, podía escuchar claramente su voz.
—Estoy tan feliz, Ana—dijo el desconocido.
Aquello produjo una punzada de desagrado en Scott, al escuchar cómo aquel hombre osaba usar el nombre de cariño que este le decía solo a ella.
—Yo también, Alfonso...—susurró Anastasia.
—Prométeme que no vas a volver a ver con otros ojos a sir Scott—expresó besando su cuello—tú eres poca cosa para él, por eso él ni siquiera iba a aceptarte aun cuando cumplieras la mayoría de edad. Solo yo puedo quererte, pese a que no eres nada para un hombre para él.
—Lo sé...—susurró dándose la vuelta—gracias por aceptarme a pesar de que yo soy poca cosa.
Alfonso cargó nuevamente a Anastasia, la cual no podía caminar del todo debido a que se había lastimado sus pies al bailar de nuevo con él.
Llevándola hasta la cama, aun con sus pies sangrando, despejó de la ropa a la princesa. Pasando su mano con suavidad por cada curva en su cuerpo, hasta Scott pudo apreciar la belleza de Anastasia.
Sintiendo como si corazón se detenía unos segundos, observó los pechos de la princesa mayor, tan grandes que estaba seguro de que su mano no podría agarrarlos por completos.
Sus caderas bien pronunciadas, su cintura pequeña, sus piernas largas y moldeadas, y su retaguardia bien formada. Era quizá la representación viva de la belleza, más hermosa que su propia madre.
No obstante, el coraje lo invadió al observar como aquel hombre de nombre Alfonso quitaba la ropa de él, listo para hacerla suya una vez más.
Intentó correr para detener aquello, no quería eso, detestaba la sola idea de que Anastasia estuviera con otro.
Apenas Alfonso dio la primera estocada dentro de Anastasia, escuchando como esta se caía en la perdición de aquel gozo, despertó abruptamente. Jeremy Jr, luego de volver de la habitación de la abuela Baba, corrió para auxiliar al mejor amigo del duque, quien estaba desmayado en el piso.
—¿Sir Scott?—preguntó preocupado—¿Está bien?
—No....no eres poca cosa para mí—susurró al borde del llanto—al contrario...
—¿Sir Scott?—volvió a preguntar.
Pálido, sin entender lo que había dicho, observó como sir Scott se levantó y abrió la puerta de la recámara de las dos princesas mayores, con un nerviosismo casi mortal. El hombre, al ver a la princesa dormir, se calmó solo un segundo; sin embargo, cuando examinó sus pies, encontró las pequeñas heridas del día anterior, producto de maltrato por haber bailado un largo periodo de tiempo.
—¿Qué hora es?—preguntó.
—La 1 de la mañana, mi señor—respondió el joven mayordomo.
—Tráeme el frasco de agua bendita que tengo en mi escritorio—le ordenó.
Algo no estaba bien, algo en su interior le decía que aquella Anastasia no era la verdadera. Por eso, cuando Jeremy Jr volvió, roció el agua bendita sobre la princesa, provocando que esta desapareciera por completo.
Aquello dejó aterrado al joven protegido de los duques, quien no podía creer que se evaporara como un espejismo en el desierto. No obstante, luego de cinco segundos, el espejismo volvía a aparecer. Para comprobar sus sospechas, Scott hizo lo mismo con Beatrice, para ver que en efecto también pasaba con ella.
—Dile a uno de tus compañeros que se ponga algo de mi ropa y vigile contigo en el pasillo—volvió a ordenar—actúen como si fuera yo quien estuviera allí y no le quiten seguro a la puerta hasta el amanecer.
Presintiendo de que algo estaba pasando con Scott, Jeremy Jr. accedió y salió de la habitación para cumplir con la orden que le habían dado. Mientras tanto, el mejor amigo observó la habitación de la princesa, encontrando que todo estaba aparentemente normal.