Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 3
Llego al salón junto a mi amiga. Nos acomodamos y como cada día me preparo para la clase. En un momento, el profesor aparece y otra vez me quedo sin aliento.
Esto debería ser un problema. Me recuerdo que es un amigo de mi papá y que no debo fantasear con su boca, sus manos...
¡Oh! ¡Mierda! ¡Son grandes!
Alejo ese pensamiento y me concentro en su cara, tratando con todas mis fuerzas de mirar su cara y no echarle una mirada apreciativa al resto de su cuerpo.
Cuando ya tiene todo lo que necesita para empezar con su clase, me mira.
Me remuevo en mi lugar sintiendo como su penetrante mirada verde me absorbe. A mi lado mi amiga me da un codazo, la miro, pero enseguida la ignoro.
Miro nuevamente a mi profesor que deja lo que tiene en manos para comenzar a hablar y también utiliza sus manos. Me remuevo incómoda en mi lugar y le hago señas para que deje de hacerlo, me pone nerviosa.
Su mirada se frunce, me pregunta “¿por qué?” yo le digo “me pone incómoda”. Se queda en pausa un momento y luego mientras habla, noto que me dá toda su atención y contra todo pronóstico se acerca a la pizarra, que hasta ayer permanecía sin usar, y comienza a escribir en ella.
Sonrío porque es lo más dulce que alguien ha hecho por mí. De nuevo, mi amiga me da un codazo al que ignoro y termino de escribir lo que mi nuevo profesor y amigo de mi padre dice al resto de la clase.
Terminada la hora, me retraso en juntar mis útiles porque quiero acercarme para agradecer el detalle. Mi amiga me espera para cuando nota que no la sigo me dice que me espera en la siguiente clase. Con eso tengo claro que viene un interrogatorio.
Me acerco al profesor.
—Quería agradecer el detalle —le digo.
—No hice nada, no me has dejado ayudarte —dice cuando me escucha, mirándome para que lea sus labios.
—Mis compañeros no saben de mi condición y si lo supieran sentirían lástima por mí y no quiero eso —digo a mi defensa.
—No creo que nadie pueda llegar a sentir lástima por alguien que canta como tu —dice y se me forma un nudo en mi garganta.
Mi padre siempre me dijo que mi voz sonaba como la de los ángeles ¿Acaso me mintió?
Siento que las lágrimas están por salir de mis ojos, por lo que sin decir nada, volteo para huir de mi profesor.
Siento que tiran de mí, me voltea y miro como de sus labios sale un desesperado “lo siento”. Es la primera vez que puedo ver algo atreves de él, como su cuerpo me dice que está arrepentido de haberme incomodado.
—No quería hacerte sentir mal, solo te admiraba —suspira—. Eres increíble y tu vos es... —lo piensa mirando mi rostro— exquisita.
Como no sé qué decir, volteo y salgo del salón. Corro para llegar a mi próxima clase. Al verme entrar mi amiga, su mirada me indica quiere que lo escupa todo.
Sentada a su lado y tan rápido como puedo le explico la situación y ella, por primera vez, se queda sin palabras ni señas que decir.
—¿Te gusta? —pregunta cuando salimos de la clase, la miro.
—¿Quien? —pregunto.
—El profesor, tonta —responde en señas. Miro a nuestro alrededor, buscando que nadie haya visto su pregunta—. Nadie habla señas —vuelve a decir y es cierto.
Más relajada, la miro y me encojo de hombros. La verdad es que siento muchas cosas. Siento que cuando lo veo quiero hacer todas esas cosas que nunca hice, quiero sentir su boca en esos lugares donde mis latidos se hacen más fuertes, quiero sentir el roce de sus manos en mi piel, quiero sentir su cuerpo vibrar junto al mío.
—Creo que sí, me gusta —admito al fin.
Termino de decirle y ella como la exagerada que es, festeja y se tira sobre mí. Me río por su actitud y miro detrás de ella. Ahí parado, fuera del salón de profesores se encuentra Michael, mirándonos. De pronto siento que mis mejillas arden y me desprendo de mi alocada amiga, tomo su mano y corro por el pasillo.
Sintiendo que los pulmones se me van a salir del pecho, entramos al aula de nuestra siguiente clase y mi amiga me mira como si me hubiera vuelto loca.
Definitivamente creo que estoy más que loca, porque sí, me gusta mi profesor.
Al llegar a mi casa, no encuentro a nadie, está todo vacío. Dejo mi mochila y me dirijo al estudio. Recuerdo vagamente haber visto a mi padre decir que hoy tenía que ir a la ciudad.
Llego al estudio y sobre la consola me encuentro con su nota, sonrío porque sabe dónde dejar sus mensajes.
“Estaremos en la ciudad, volveremos tarde. Te quiero”
Sonrío guardando el trozo de papel busco como encender el equipo para cantar. No entiendo mucho del nuevo panel de control por lo que solo me guío por el instinto. Luego, cuando ya está todo encendido, me dirijo a la sala oriente y luego de quitar mis zapatillas ingreso.
El piso comienza a vibrar y me acerco al micrófono, coloco mis cascos y enseguida capto las vibraciones. Canto, mirando hacia adentro cuando mis ojos se cierran. La melodía vibrante envuelve mi cuerpo y siento como la letra de esta canción me llega en lo profundo.
Michael:
Tengo una llamada perdida de Franco y varios mensajes de él. Está tan agradecido con la instalación que realicé en su estudio que no deja de invitarme a cenar, a tomar unas cervezas o lo que sea para agradecerme.
Hasta ahora lo he rechazado porque tengo que concentrarme en mis clases académicas. Es mi primer año como profesor y no puedo desconcentrarme.
Además de impartir clases psicológicas estoy familiarizado con todo respecto a la sordera. Esto lo implementé en mi carrera por una razón muy sencilla, mi hermano.
Jonatan, mi hermano, nació sordo. Con el avance de la tecnología ahora cuenta con un implante en su cerebro que le permite oír, cosa que me extraña que la hija de Franco no lo tenga.
Sé que es una decisión muy grande que tomar por parte de la persona y la familia, sin tener en cuenta el costo que tiene, pero tengo entendido que no son una familia a la que se la pueda calificar como desamparados. De todos modos, no es mi asunto.
No es mi asunto, pero no puedo dejar de pensar en ella y su hermosa voz. Tampoco puedo dejar de pensar en su pronunciación, si bien mi hermano luego de recuperar la audición tubo que asistir a sesiones de fonoaudiología para corregir su dialecto, ella al parecer no tendrá que hacerlo y me pregunto cómo es que logró poder hablar tan fluido como una persona normal sin siquiera contar con la audición, es muy probable que sea un pequeño genio.
Salgo de mi oficina ya pasada las siete de la tarde y me dirijo a mi departamento que cuento aquí, en el campus. Es algo tarde, pero por suerte la casa de Franco está cerca de la universidad.
Entro al desolado departamento y me voy derecho a la ducha, debería acostarme inmediatamente luego de la ducha. Estoy tan cansado, pero si no acudo a la cena, temo que siga insistiendo y sólo espero que mi joven alumna no se encuentre en la casa y por esas casualidades de la vida se encuentre junto a su amiga.
La ducha es corta, por lo que enseguida ya estoy eligiendo algo cómodo para ponerme e ir a la casa de mi viejo vecino. Salgo del departamento y puedo visualizar que se avecina una tormenta. Debo apurarme ya que el cielo muestra los indicios de los relámpagos.
No quería tener que sacar mi auto, pero al parecer deberé de hacerlo. Me monto en él y pronto ya me encuentro en la carretera rumbo a la casa de Franco.
Llego y me pregunto si es muy descortés llegar con las manos vacías, como sea ya me encuentro aquí.
Toco la puerta y no recibo respuesta, raro. Hecho una mirada por la ventana que está a un lado y hay luces encendidas en la casa, pero no se ve a nadie cerca.
Busco mi teléfono para llamar a Franco y me doy cuenta de que no tengo señal además de que las primeras gotas de la inminente lluvia ya están cayendo.
Toco nuevamente la puerta de la casa y sigo en lo mismo sin recibir respuesta. Pruebo de abrir la puerta y se encuentra sin cerrojo. Entro.
Si bien la casa está prácticamente lejos de la civilización, eso no cuenta que este desprotegida sin tener llave.
—¿Hola? —llamo mirando hacia el interior, pero no obtengo respuesta.
Esta enorme casa da escalofríos cuando la tormenta se presenta iluminando el cielo, las grandes ventanas dejan ver el exterior como si fuera una película espeluznante. Salgo de la cocina sin indicios de que haya personas y me dirijo al ala de la enorme casa donde se encuentran los estudios.
Unos pasos más y ya puedo escuchar música, por el volumen tan alto puedo adivinar quien es, pero cuando su hermosa voz se escucha no quedan dudas.
Llego al cuarto de control e ingreso. Me siento un intruso, pero no puedo detenerme. Su canto es como el de una sirena que me llama a su encuentro y acá me encuentro frente a ella que no tiene idea de que me detengo para verla, escucharla...
Sus ojos permanecen cerrados mientras la letra avanza, crece. Me siento tan relajado y perdido en su voz que cuando termina de cantar, pasa unos segundos en el que no escucho nada, pero cuando dirijo mi atención al frente, ella me está mirando.
Su mirada cautiva la mía y me olvido hasta de respirar por un momento. Me quedó ahí, perdido en su mirada, en su magnetismo.
—Hola —susurro para que lea mis labios y su sonrisa se dibuja en sus labios.
Colocando un mechón de su cabello detrás de su oreja me devuelve el saludo, sostiene en su mano izquierda los cascos, baja la mirada tímidamente y siento que el bello de mi nuca se crespa. Adorable.
Le señalo la puerta para que nos encontremos en el pasillo y ella asiente. Veo como acomoda los cascos antes de salir y la encuentro en el pasillo.
—Tu padre me invito a cenar —le advierto, ella se sorprende y me pregunta por él.
—¿Ya volvió? —pregunta y mira hacia la salida del estudio, donde se conecta el estudio con la casa.
—No hay nadie —le respondo cuando su mirada vuelve a mí.
Hacía mucho que no hablaba con señas y volver hacerlo se siente algo raro.
—Oh —su boca dibuja un perfecto circulo mientras que sus ojos se amplían.
Esos labios carnosos me llenan de imágenes para nada sanas y tengo que mirar hacia otro lado recordándome de que se trata de una alumna y la hija de un amigo.
—He tratado de comunicarme con él, pero su teléfono me indica que está fuera de línea —digo y ella asiente.
Caminamos hasta su casa, siento que estorbo, después de todo su padre no esta y yo debería irme por donde vine.
La veo tomar su celular olvidado sobre una pequeña mesa que se encuentra en el ingreso de la casa. Lo desbloquea y se concentra en sus mensajes. Mientras lee no puedo aparatar la mirada de su cara.
No sé qué me pasa con esta chica, pero está claro que me será difícil dejar de entender lo que sea.
—Están en la ciudad, les agarró la tormenta y se hospedaran allí —dice, se dirige a la puerta para abrirla.
Cuando lo hace una fría ráfaga de viento ingresa y le pega de lleno en la cara junto con gotas de lluvia, el gemido que sale de sus labios va directo a mi entrepierna y si no fuera porque no me escucha, habría sido una completa vergüenza que haya escuchado mi exclamación.
Nunca había sentido que los sonidos de otra persona me golpearan de esta manera, tan directos. Es incómodo porque no sé cómo esconder la inminente excitación que está mostrando mi cuerpo.
Veo como lucha para cerrar la puerta, pero al parecer su fuerza no es suficiente para lograrlo. En dos zancadas me encuentro detrás de ella, empujando la puerta y cerrándola al fin.
Siento como su cuerpo se agita y cuándo voltea puedo ver el miedo en su mirada. Se envuelve a mi pecho y siento como todo su ser se estremece.
—Discúlpeme —murmura desde el fondo de mi pecho, tan apretada a mí, que me temo que perciba mi excitación.
Sin saber que hacer, permanezco parado como tabla, mis manos a mis lados. Tengo la vista en un punto fijo para controlar las ganas de tomarla, levantarla y apoderarme de esos labios carnosos para tratar de lograr que su miedo se disuelva.
Al cabo de unos minutos, se separa de mi pecho mostrando su cara sonrojada. No puedo dejar de verla, quiero tocarla, pero sé que si lo hago perderé la cordura.
—¿Mejor? —pregunto.
—Si, me aterran los fuertes vientos —murmura apartándose de mí. Incómoda de pronto.
—Debería irme —señalo.
Mientras ella niega, el estruendo que viene de afuera junto con los rayos me indica que es una idea descabellada. Para cereza de pastel, la luz se va.
No soy el tipo que teme a una tormenta, pero cuando escucho el chillido agudo que lanza Emma mi piel se eriza. Sin saber cómo, la tengo enganchada a mí, literal, como un koala. Tiembla como una planta en plena sudestada.
—Tengo miedo —murmura, sin dejar de temblar.
Como sé que no podrá oírme mientras la tengo engarzada a mi cuerpo, solo atino a sujetarla y deslizarme al suelo.
No conozco la casa como para andar y sentarme en algún lugar, por lo que me quedo donde estoy y mientras me acuclillo en el piso, ella sigue enganchada a mí.
Para reconfortarla atino a pasar mi mano por su espalda para tratar de calmarla. Un momento más tarde siento que se relaja y se aleja un poco, pero sin soltarme. Meto mi mano entre nosotros para llegar a mi celular y prender la linterna.
Su hermosa cara aparece en frente mío, restos de lágrimas surcan sus ojos brillosos. La quedo mirando como si fuera una joya de la corona, tan bella e inalcanzable, pura, brillante y tan lejos de mí. Es tan hermosa. No lo pienso y mi mano se desliza sobre sus mejillas para contrarrestar su tristeza, barriendo las lágrimas y metiendo ese mechón rebelde detrás de su oreja.
El roce de mis dedos en su piel envía un ligero cosquilleo a todo mi torrente sanguíneo y de pronto soy muy consciente de su cercanía.
La miro y ella ya está mirándome. Así me quedo por un momento, hasta que ella vuelve a acercarse a mí, colocando su cabeza en mi hombro, aspirando. El momento se vuelve tan íntimo y cercano que no sé cómo sentirme al respecto solo sé que no quiero que se termine.
Es irresponsable de mi parte, es mi alumna, la hija de un conocido. No estoy seguro de que esto no pueda significar algo más, sólo se trata de una chica con miedo y yo estoy aquí para consolarla. Lo cómico de todo esto, es que si fuera otra chica o mujer no me tomaría tantas molestias.
Suspiro tratando de que mis pensamientos no vayan más allá de lo que es y apoyo mi mentón en su cabeza. El aroma floral que desprende su cabello hace que me mueva y trate de sentirlo más de cerca.
La excitación inicial persiste, pero en segundo plano. Me siento cómodo con ella entre mis brazos, como si esto fuera de lo más natural entre nosotros, aunque la conozco hace poco.
De pronto siento como mi estomago truena igual que lo hace la tormenta ahí fuera y doy gracias que no lo pueda escuchar. O eso creo, ella se agita en mis brazos y se aparta de mí, señala mi estómago y caigo en la cuenta de que es muy sensible al tacto, por eso las vibraciones. No quiero ir más allá de ese pensamiento porque me lleva a pensar que tan sensible es a mi tacto y ¡mierda! Si no la aparto de mi se dará cuenta que no solo tengo hambre de comida.
—¿Tiene hambre? —pregunta.
—No he comido nada en todo el día —señalo y ella enseguida se incorpora, moviéndose para apartarse de mí.
Me tiende sus manos para que me levante con ella.
—Si te quedas cerca, podre hacer algo para que comamos yo también estoy hambrienta —dice cuando ya estoy a su altura.
Eso sonó diferente para mí, pero me recuerdo que estamos hablando de comida. Asiento y ella me sorprende agarrando mi mano, tira de mí y me conduce por la casa. Mantengo mi celular en alto para iluminar el camino, pero rápidamente ya estamos en la cocina y ella saca velas y prende tantas que no pareciera que estamos en un apagón.
Para no sentirme un inútil me ofrezco a ayudar a preparar la cena y entre los dos, en un cómodo silencio que solo lo rompen nuestros movimientos, preparamos una pizza que va derecho al horno.
Mientras esperamos, la luz vuelve y ella sonríe como si fuera lo mejor de la vida el que haya vuelto la luz. Yo solo deseo que se vuelva a ir para tenerla pegada a mi pecho como hace un momento.
—Huele delicioso —indico y ella asiente.
Momento después saca la pizza del horno y ahí mismo, en la cocina, sobre una barra de desayuno, nos disponemos a comer. Sirvo un poco de vino para ambos, el sentimiento de comodidad persiste y no quiero que me guste, pero lo hace.
bueno a sujetarse los pantalones y la otra la bombacha 🤭