Monserrat Hernández es una respetada abogada defensora⚖️. Una tarde como cualquiera otra recibe una carta amenazante📃, las palabras la aterraron; opción 1: observar como muere las personas a su alrededor☠️, opción 2: suicidate.☠️
¿Que tipo de persona quiere dañar a Monserrat con esta clara amenaza mortal?✉️.
Descubre el misterio en este emocionante thriller de suspense😨😈
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PRÓLOGO
Nueva York, Juzgado de lo Penal
La luz del sol de media mañana se filtraba a través de las ventanas del juzgado, iluminando el rostro serio del juez, que parecía esculpido en piedra. La sala del tribunal estaba llena de gente, pero el silencio era palpable, como si el peso de la justicia pesara sobre cada uno de los presentes.
Monserrat Hernández, una abogada defensora experimentada de 35 años, con una figura delgada y una presencia imponente, se erguía frente al juez, su mirada firme y decidida. Su cabello oscuro y liso caía sobre sus hombros, enmarcando su rostro aperlado, que parecía una obra de arte en movimiento. Su traje negro elegante y su actitud segura revelaban su experiencia y confianza en la sala del tribunal, forjadas a lo largo de más de una década de batallas legales.
A su lado, su cliente, Alejandro Reyes, un hombre robusto y atlético de 35 años, con una mirada intensa y una barba bien definida, escuchaba atentamente las palabras del fiscal. Acusado de homicidio en un altercado en un vecindario del sur de la ciudad, Alejandro parecía tranquilo, pero Monserrat sabía que su serenidad era solo una fachada.
Monserrat respiró profundamente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Su mente estaba enfocada en la defensa de Alejandro, pero su corazón latía con una mezcla de ansiedad y determinación, recordando los errores del pasado que la habían llevado a este momento.
...—Señoría, el acusado tiene derecho a un juicio justo —argumentaba Monserrat, su voz clara y convincente, mientras se ajustaba su traje y se erguía aún más, proyectando confianza y autoridad—. La evidencia presentada por la fiscalía es circunstancial y no prueba la culpabilidad de mi cliente....
El juez, un hombre maduro con gafas y una expresión seria, escuchaba atentamente, tomando notas en su bloc con movimientos precisos y deliberados. Su mirada se detuvo en Monserrat por un momento, antes de volver a su bloc.
......—¿Tiene alguna pregunta para el testigo, señora Hernández? —preguntó el juez, su voz firme y neutral.......
Monserrat asintió, su mirada fija en el testigo, que se removió nerviosamente en su asiento. Su dedo índice se deslizó sobre la página de sus notas, buscando el punto exacto que quería abordar.
...—Sí, señoría —respondió Monserrat, mientras se acercaba al testigo con pasos seguros y deliberados—. ¿Puede describir con precisión lo que vio esa noche?...
El testigo, un hombre nervioso con una camiseta desgastada, se removió en su asiento, su mirada saltando entre Monserrat y el juez. Su voz tembló ligeramente al hablar.
...—Bueno, yo... yo vi a dos tipos peleando. No sé quién empezó, pero uno de ellos cayó al suelo....
Monserrat sonrió interiormente, su mente trabajando rápidamente para analizar la respuesta del testigo. Su mirada se detuvo en Alejandro por un momento, antes de volver al testigo.
......—¿Y puede identificar al acusado como uno de los hombres que estaban peleando? —preguntó Monserrat, su voz firme y precisa.......
El testigo vaciló, su mirada cayendo al suelo antes de volver a Monserrat.
...—No... no estoy seguro —respondió finalmente....
Monserrat se permitió una sonrisa leve, su corazón latiendo con una mezcla de alivio y determinación. Esto era un buen comienzo.
La sala del tribunal parecía contener la respiración, esperando el próximo movimiento en este juego de justicia y verdad.
El abogado de la familia de la víctima, Richard Thompson, un hombre alto y delgado con una mirada intensa, se puso de pie, su voz llena de pasión y convicción.
...—Señoría, la defensa está tratando de confundir a la corte con tecnicismos y teorías sin fundamento —argumentó Thompson, su dedo índice apuntando hacia Monserrat—. La evidencia es clara: Alejandro Reyes estaba en el lugar del crimen, y múltiples testigos lo identificaron como el agresor....
Monserrat se levantó de su asiento, su rostro tranquilo pero su mirada firme.
...—Con todo respeto, señor Thompson, su afirmación es una simplificación excesiva de los hechos —respondió Monserrat—. La identificación de los testigos es circunstancial, y no hay pruebas concretas que ligan a mi cliente con el crimen....
Thompson sonrió sarcásticamente.
...—¿Circunstancial? —repitió—. ¿Y qué hay de la declaración del testigo que vio a Alejandro Reyes peleando con la víctima minutos antes del asesinato?...
Monserrat se acercó al estrado, su voz clara y convincente.
...—Ese testigo también admitió que no vio el rostro del agresor con claridad —señaló Monserrat—. Y además, hay contradicciones en su declaración que ponen en duda su credibilidad....
Thompson se enfureció.
...—¿Está sugiriendo que el testigo está mintiendo? —preguntó, su voz subiendo de tono....
Monserrat se mantuvo calmada.
......—No, señor Thompson —respondió—. Estoy señalando que la declaración del testigo no es concluyente, y que hay dudas razonables sobre su credibilidad.......
El juez intervino, su voz firme.
......—Señores, por favor. Mantengan la calma y sigan con sus argumentos.......
La discusión continuó, con Thompson y Monserrat intercambiando argumentos y contraargumentos, cada uno tratando de convencer al juez y al jurado de su punto de vista. La tensión en la sala aumentaba, y el público comenzó a murmurar.
La discusión entre Thompson y Monserrat continuó durante horas, con cada uno presentando argumentos y evidencias que apoyaban su caso. Sin embargo, a medida que avanzaba la jornada, se hizo evidente que los argumentos de Monserrat eran más sólidos y convincentes.
Thompson comenzó a mostrar signos de frustración, su voz subiendo de tono y sus gestos se volvieron más agresivos. Por otro lado, Monserrat se mantuvo calmada y segura, su voz clara y convincente.
Finalmente, el juez intervino, su voz firme.
—Señores, creo que han presentado suficientes argumentos. Es hora de que el jurado delibere.
El jurado, compuesto por doce personas, se retiró a una sala separada para discutir y decidir el destino de Alejandro. La sala del tribunal se quedó en silencio, con los presentes esperando ansiosamente el veredicto.
Después de lo que pareció una eternidad, el jurado regresó a la sala. El presidente del jurado se puso de pie y miró al juez.
—Señoría, después de deliberar, hemos llegado a un veredicto.
El juez asintió.
—Por favor, procedan.
El presidente del jurado miró a Alejandro y continuó.
—Encontramos al acusado, Alejandro Reyes, no culpable del crimen de homicidio.
La sala estalló en murmullos y exclamaciones. Alejandro se derrumbó en su asiento, sollozando de alivio. Monserrat sonrió, su rostro radiante de triunfo.
El juez golpeó su martillo.
—Se declara al acusado, Alejandro Reyes, no culpable. Se le absuelve de todos los cargos.
Monserrat se acercó a Alejandro y lo abrazó.
—Lo logramos —susurró—. Eres libre.
Alejandro la miró, sus ojos llenos de gratitud.
—Gracias, Monserrat. No puedo agradecerte lo suficiente.
Monserrat sonrió.
—No hay necesidad de agradecerme. Solo hice mi trabajo.
La sala del tribunal se vació lentamente, con los presentes comentando sobre el veredicto. Monserrat y Alejandro salieron del juzgado, rodeados de periodistas y cámaras.
La escena se volvió tensa y emocional. Monserrat, aún sonriendo por la victoria en el caso, se enfrentó a la ira y el dolor de la esposa del hombre fallecido. La mujer, con lágrimas en los ojos y la voz temblando de rabia, se acercó a Monserrat y la miró con una mezcla de odio y desesperación.
...—Estás dejando a un asesino libre —dijo la mujer, su voz llena de veneno—. Es tu culpa. Es tu culpa y nunca te voy a perdonar....
Monserrat se mantuvo calmada, pero su rostro palideció ligeramente. Sabía que esta reacción era inevitable, pero no la hizo menos dolorosa.
...—Lo siento —dijo Monserrat, su voz suave—. Entiendo su dolor, pero mi trabajo es defender a mi cliente dentro de la ley....
La mujer se rió amargamente.
...—Dentro de la ley —repitió—. Dos niños se quedaron sin padre por culpa de ese desgraciado y tú lo dejas libre. Espero que cada una de las acciones que tomaste el día de hoy no queden grabadas en lo más profundo de tus recuerdos y te embarguen en el futuro....
Monserrat sintió un escalofrío al escuchar las palabras de la mujer. Sabía que esta no era la primera vez que enfrentaba la ira de una familia afectada por uno de sus casos, pero nunca se acostumbraba a ello.
...—No sé cómo eres capaz —continuó la mujer—. Desgraciada. Conozco tu trayecto, abogada Hernández. Conozco todos los casos que ha llevado a cabo, todos los tiempos que ha tenido y toda la gente que ha quedado libre por culpa de usted. El destino la va a hacer pagar cada una de sus acciones....
La mujer se retiró, arrastrando a sus hijos behind her. Monserrat se quedó en silencio, sintiendo el peso de las palabras de la mujer. Sabía que su trabajo no siempre era popular, pero siempre trataba de hacer lo correcto dentro de la ley.
Alejandro se acercó a Monserrat, su rostro preocupado.
...—Lo siento, Monserrat —dijo—. No debería haber tenido que escuchar eso....
Monserrat sonrió débilmente.
...—No es tu culpa, Alejandro —dijo—. Es parte de mi trabajo....
Pero las palabras de la mujer seguían resonando en su mente, haciéndola preguntarse si había hecho lo correcto. ¿Había dejado libre a un asesino? ¿O había defendido a un hombre inocente? Solo el tiempo lo diría.