*Han pasado exactamente dos años desde que me dejaron prácticamente en el altar.
Me llamo Montserrat Diaz, CEO de MONSE COMPANY.
Sentada en mi sillón de color rojo, con una copa en mi mano, mirando el vacío que ofrecía mi ventana, me puse a llorar.
"Maldita seas Enrique, maldita seas Victoria" maldecía a las personas que más odiaba en el mundo, mientras leía en una página de chisme, que ellos dos se habían casado en Hawaii.
Mi vida da un giro al conocer a Aaron Palacios, un joven que al igual que yo, lo han traicionado, mientras yo lo quiero cerca como un juguete, él solo quiere estar lejos de mi.
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6.
MONTSERRAT DÍAZ
Estaba en mi oficina, en espera de Aarón cuando recibí una llamada de un número privado. Dudé en contestar, pero al final lo hice.
— Hola. No me cuelgues, por favor. — Era la voz de Enrique.
Quedé en silencio. Sentí un nudo en mi garganta. Colgué de inmediato. Reviví aquel recuerdo. Aún me dolía el engaño de Enrique y de Victoria. Yo amaba a Enrique con todo mi corazón, fue mi primer amor, mi primer hombre y ella, Victoria, era como una hermana para mi.
Miré el celular, mi corazón me dolía. No tenía el valor para hablar con él. ¿Qué podría decirme después de dos años? Tenía mis lágrimas en mi rostro.
Mi secretaria Ivet, entró sin tocar. Detrás de ella estaba Aarón. Él clavó su mirada en mis ojos. Odiaba ese contacto visual.
— ¿Sucede algo Montse? — mi secretaria me preguntó un tanto preocupada.
Limpié mis lágrimas y sonreí.
— Nada. No me sucede nada, solo que me puse así por una noticia. Que pase el pasante, déjame a solas con él para la entrevista.
Aarón entró a mi oficina e Ivet salió.
— Siéntate.— Aarón me extendió un folder con unos papeles.
— Los traje por formalidad. Ahí está la carta de la universidad donde pide formalmente que me des el autorizado de presentar mi pasantía en tu empresa. Estaré 4 meses y al finalizar, si mi labor fue buena, me firmaras otra carta que me extenderá la universidad que finalicé con éxito la pasantía.
— Está bien— Nuevamente la llamada del número privado.
No contesté, Apagué el celular.
— Puedo salir para que pueda contestar. No se preocupe por mi.
— No es nadie importante. Pasando a lo nuestro, estarás acompañando al equipo de Finanza, ellos te explicarán tu rol en el equipo. Aprende todo lo que puedas. Tú eres el primer pasante en mi empresa. Siempre niego las pasantías. Dile a Ivet que te lleve, por favor.
Aarón se puso de pie.
— ¿Te sucede algo?
— No.
— Te dije que en la empresa soy muy profesional. Puedes irte.
— Segura. Es que parece que vas a llorar.
Ivet entró
— Montse, afuera esta Enrique. Ya le dije que se fuera, pero él se niega.
— ¿Enrique? Que hace ese estúpido aquí. Dile que se vaya, que no quiero verlo.
Aarón estaba en medio de la plática.
— Ivet, por nada del mundo dejes que entre. Llama a seguridad— Ivet salió.
— mmm, ¿te parece que empiece mañana?
Empecé a llorar. Sentía que faltaba el aire. Tenía una de esas crisis, donde el pánico y el miedo me ganaban.
AARÓN PALACIOS
Me acerqué a Montserrat y la abracé. Ella me abrazó con fuerza, en ningún momento dejó de llorar.
¿Quién será ese Enrique que con solo escuchar su nombre se pone así? Hasta la CEO loca y coqueta, puede sentir y tener ataques de pánico.
Mi camisa quedó toda mojada y llena de maquillaje.
Montse se acercó a la puerta y le puso seguro.
— Perdón, por mostrar esta cara mía— Ella sonrió.
— Todos tenemos una historia que duele, así que olvida lo que pasó aquí.
— Está bien.
Se escuchaba un alboroto afuera. Montse abrió la puerta.
— Seguridad no ha sido capaz de ejercer bien su función— Montse se veía segura, aunque hace un momento era la mujer más frágil.
— Quiero que hablemos Montse.
— No tengo nada que hablar contigo. Regresa con tu amada esposa.
— Victoria y yo nos divorciamos. Me he dado cuenta de mi error.— el tipo le tomó la mano— Hablemos.
Montse volteó hacia donde estaba, esa mirada era como pidiendo ayuda.
Le tomé la mano del hombre y se la quité de la mano de Montserrat. Entrelacé mis dedos con los dedos de Montserrat.
— Deja de tocar a mi mujer.
Mis pensamientos y mi cerebro están dando órdenes equivocadas, no era eso lo que quería decir.
Ivet, los chicos de seguridad y el mentado Enrique quedaron sorprendidos.
Montse me apretó la mano.
— Sí no quieren ser despedidos, ustedes par de ineptos, saquen a este hombre y no lo dejen entrar de nuevo.
Los chicos de seguridad sacaron a Enrique de la empresa. Solté la mano de Montserrat.
— Perdón por ser atrevido, pero parece que necesitabas ayuda.
— Gracias. Necesito otro favor. Llévame a mi departamento, necesito algo que está ahí y estoy muy nerviosa para conducir.
— No sé conducir, pero puedo acompañarte en taxi. Cuando esté seguro de que tú estás bien, puedo regresar a trabajar.
— Te lo agradezco.
Tomamos un taxi. Montserrat se veía muy nerviosa. Ella entró al departamento y con desesperación se puso un aparato en la boca. De esos que usan las personas con asmas.
— ¿Estás bien?
— No lo estoy. Me ha impresionado verlo de nuevo.
— ¿Quién es él? — Ella me miró con lágrimas en los ojos— Perdón, no tienes que decirme.
Ella sonrió.
— Qué vergüenza. Ahora ya no podré seducirte. ¿Sabes que me haría bien?
— Dime. Si puedo ayudarte, lo haré.
— Podrías ayudarme, pero no aceptarás mi petición.
— Creo que mejor me voy, ya estás sana y salva en tu casa y yo debo cumplir con mi jornada laboral.
— Quédate conmigo. No involucramos sentimientos, solo placer. Cuando ya no queramos continuar solo lo diremos y nos detendremos. Sin compromisos ni atadura, sin celos. Únicamente placer.
— ¿Quién es su sano juicio hace estas propuestas? ¿Qué gano yo con aceptar?
— Un salario.
— ¿Quieres que me prostituya?, estás loca.
— Esto no afectará para nada la pasantía.
— Después de lo que hice hoy, de decir que eras mi mujer, sabes cuáles serán los chismes. Me van a ver feo. No, gracias.
— Por favor.
— No. Además, no entiendo por qué yo.
— Me gustaste desde que te vi en el restaurante.
— Soy pobre y tu eres una mujer con dinero.
— Solo será sexo ocasionalmente. No voy a intervenir en tu vida ni tu en la mía. Tendrás un salario, ambos salimos beneficiados. ¿O no te gusto como mujer?
—Dinero por sexo. Está bien. Pero paramos cuando ya no quiera ser tu juguete y no te metas en mi vida. Solo es sexo por dinero.
— Sí. Solo será eso. Entonces puedes tener sexo ahorita conmigo— Montse tenía una cara de tristeza.
— Así como estas no. Me parece que no quieres y lo estás haciendo guiada por tu sentimiento de ansiedad.
— Necesito hacerlo.
En que juego me estoy metiendo.
— Primero un contrato con todas las cláusulas especiales. No quiero que después me extorsiones.
Ella se puso a reír.
— Eres muy precavido. Mañana tendrás tu contrato.