Dos jóvenes de la misma clase social, pero con diferentes personalidades. Se verán envueltos en una difícil situación. Ambos serán secuestrados, para beneficios de otros. ¿Qué pasará con ellos? ¿Lograrán salir ilesos luego de pasar un proceso traumático? Los invito a leer
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Capitulo 6
Madolyn, después de modelar aquel único, y exclusivo diseño, se dirigió a los camerinos. Las modelos se quitaban las ropas, accesorios y calzados. Entre ellas se encontraba Alondra, quién evidentemente estuvo llorando. Madolyn la observó varios segundos, y decidió ir hacia ella.
— Amiga, ¿y esa carita?— preguntó la joven, presumiendo el vestido de novia, que aún tenía puesto.
— Jódete. — respondió mientras se hacía una cola en el cabello.
— Ay, ingrata. Yo que venía a sugerirte que le digas a tu prometido, que te compre este vestido. Tú saldrías ganando, no solo porque es un modelo único, sino porque yo lo lucí.— dijo sonriente.
Alondra sonrió sarcásticamente. Unas lágrimas amenazaron con salir, pero respiró profundo y se contuvo. — Madolyn, te juro que te vas a arrepentir de haber nacido. Voy a convertir tu vida en un infierno. Pagará por cada una de tus humillaciones.
La joven se sorprendió, no imaginó que le hablara con tanto desprecio.— Relájate. No sabía que ese desfile era tan importante para ti. Eres muy sensible.
— Maldita estúpida. El odio que siento por ti, sobrepasa los límites. — iba a seguir desahogándose, pero Madolyn la interrumpió con una gran sonrisa.
— No seas tonta. Hasta para odiar con buenos resultados, se necesita dinero, y tú eres una pobre diabla.
— ¿Pobre diabla? Mi novio tiene más dinero que toda tu familia. Y tú sigues dolida por lo que pasó con Erick. Sufrida.— dijo Alondra y se fue.
——
Era medianoche, Edgar estaba profundamente dormido. Ya que llegó de la petrolera con un fuerte dolor de cabeza, se tomó un analgésico y decidió descansar. La puerta de su habitación sonó con estruendo, haciéndolo despertar. Somnoliento, abrió los ojos y se levantó abrir la puerta.
— Te odio. Te odio.— le gritó Alondra, al entrar y lo golpeó en el pecho con ambos brazos.
Él la sujetó con fuerza.— ¿Qué te sucede? ¿Por qué gritas?
— No me eligieron para abrir el evento. Me lo prometiste.— continuó gritando.
— ¿Por un puto evento estás tan histérica?
— Me humillaron por tu culpa. No pensaste en mí, y ni siquiera fuiste al desfile.— expresó afligida
Edgar se sentó en la cama, frotó sus sienes y exhaló con pesar. — Mi abuelo falleció hace unos días, tengo problemas en mi familia y en la petrolera, ¿Crees que tengo ánimo de ir a un estúpido evento?
— Ese estúpido evento, como tú lo llamas, era mi oportunidad para vengarme de la engreída de Madolyn.
— ¿Quién demonio es Madolyn?
— Sabes qué, olvídalo. — salió de la habitación. Edgar lo dejó ir, no estaba de humor para seguir escuchando tonterías.
A la mañana siguiente, era domingo. Edgar se despertó temprano. Quería ver a su prometida y pedirle una disculpa por lo sucedido. Salía de la mansión, cuando fue interceptado por sus guardaespaldas, Rodrigo y Joel.
— Buen día, señor. Disculpe, no nos percatamos que ya estaba despierto.— dijo Rodrigo
— Buen día. No se preocupen, pueden descansar. Voy al apartamento de Alondra.
— ¿Estás seguro, señor?— preguntó Joel.
Él asintió con la cabeza y siguió su camino. Al llegar al estacionamiento del apartamento, percibió unos movimientos extraños en el auto de Alondra. Era imposible confundir el carro, ya que él mismo se lo regaló de cumpleaños. Era un Lamborghini de color rojo, con los cristales claros. Edgar miró fijamente el vehículo, antes de bajar de su auto. Sigilosamente, bajó y se acercó. Para ver, de que se trataba.
Se detuvo frente al carro, y cruzó los brazos. Cuán grande fue su sorpresa. Era su prometida, teniendo sexo con Samuel, su primo. Quienes aparentemente regresaban de una fiesta, y estaban ebrios.
Únicamente, una persona que haya vivido esa experiencia, podría entender cómo se sentía en ese momento. Sin embargo, no reaccionó, quedó petrificado, cada nervio de su cuerpo, se había congelado. Sus ojos se tornaron rojos y sintió una sensación de asco.
Ellos notaron una sombra y voltearon a mirar. Como si del mismo demonio se tratara, abrieron los ojos, aterrorizados. Del impulso, separaron sus cuerpos.
— No se detengan. Estoy viendo la película, aunque me hubiera gustado ver algo más entretenido.— dijo Edgar, con un tono frío.
Samuel se lamentó frustrado, conocía bien a Edgar, sabía que su ira era desbastadora. Alondra se acomodó el vestido y bajó del auto.
— Amor, podemos hablar, nada es lo que parece.— dijo angustiada.
Edgar negó con la cabeza, y mostró una sonrisa fingida. La miró fijamente, asqueado. — ¿Qué? ¿Me vas a decir que te obligó? Porque a la que vi cabalgando como una prostituta, fue a ti.
Alondra se arrodilló y se abrazó a las rodillas de Edgar. Llorando, suplicó que la escuchara, y las lágrimas mojaron el pantalón del hombre. Él, bruscamente, la empujó, logrando que cayera al suelo.
Edgar, sin derramar una lágrima, con un dolor en el pecho y desilusionado, volvió a la mansión. Se encerró en su habitación y ahí permaneció.
Madolyn acompañó a su prima Isabel a la iglesia. No le gustaba escuchar al sacerdote católico, hablar de las palabras Dios, pero bueno, hacia un sacrificio por su prima. Todos los religiosos oraban con los ojos cerrados y la joven los miraba extrañada.
— Le pediré a Dios por tu alma pecadora.— le susurró Isabel.
— Mejor pídele que te mande un hombre. Estás pasadita, debería empezar a coger. — expresó Madolyn en alta voz. Los cercanos a ellas escucharon el comentario y abrieron los ojos. Miraron a Madolyn y se persignaron. Isabel se sonrojó y le pidió a su prima irse a la mansión.
En todo el trayecto, ninguna expresó palabra. Al llegar a su hogar, Isabel la miró y dijo. — Debería aprender a guardarte tus pensamientos.
— Dejaré de llevarte a la iglesia, si quieres te regalo un auto y aprendes a manejar. O pídele al chófer que te lleve.— dijo Madolyn
— Es lo más conveniente, porque para la próxima quizás nos sacan de la iglesia.
Entraron a dicho lugar, y en la sala de estar, se encontraban los padres de Madolyn, conversando con alguien. Isabel saludó y subió a su habitación.
Madolyn le dedicó una mirada fría a la visita, e intentó subir las escaleras.
— Hija, es de mala educación, no saludar.— dijo su madre.
— Discúlpala, Erick. Esta niña no cambia su carácter.— dijo el padre.
Erick sonrió, mientras miraba a Madolyn. Le gustaba verla molesta. — No se preocupe, conozco bien a esta señorita.