De Chef A Extra

Capítulo 24

La mañana estaba tranquila, hasta que tuve que servir ese maldito desayuno. Mis manos, nerviosas, parecían hojas de papel, en estos momentos, temblaban ligeramente mientras colocaba el jugo de naranja recién exprimido sobre la mesa. Todo parecía ir bien, hasta que, con un movimiento inesperado, Evelin golpeó el vaso. El jugo, como si tuviera vida propia, saltó hacia un lado y se derramó por la mesa.

—¡Es tu culpa! —exclamó Evelin, apuntando directamente hacia mí con esa mirada de "te he pillado".

Lo miré, desde abajo hasta arriba, con una calma que ni yo misma entendía. Evelin esperaba que agachara la cabeza, que me disculpara, que me sintiera culpable, pero… no. Yo no iba a ser el blanco de su veneno, esta chica si esta loca.

—Ah, claro, por supuesto. Tú nunca haces nada, ¿verdad? —respondí, mientras limpiaba el jugo que ya se había esparcido por la mesa.

Evelin me miró, sorprendida. Probablemente esperaba que me encogiera o le pidiera disculpas de inmediato, quién en su sano juicio le contestaría a la acompañante del maestro de la torre de magos. Pero yo no estaba dispuesta a quedarme callada. Apreté los dientes y comencé una divertida y sarcástica disputa.

—Si tan mal me ves, tal vez podrías ir a buscar otro sitio donde sirvan el desayuno. Quizá la próxima vez no te lo sirva tan… mal como lo hago yo —dije con tono burlón, mientras arreglaba el desastre.

El mago, sentado con su mirada fija en su taza de café, ni se inmutó ante la discusión. Tomó un trozo de pan, lo probó, y siguió comiendo como si nada pasara. En serio, este tipo no tenía sentimientos, ni siquiera una pequeña reacción ante el caos que acabábamos de generar.

Fue entonces cuando sacó algo de su bolsillo. Un par de monedas. Las observó, las dejó sobre la mesa y me miró a los ojos.

—Es mejor de lo que pensaba este desayuno —dijo sin mirar hacia Evelin. Ella lo miró sorprendida, pero ni una palabra salió de su boca.

—Valió la pena venir —añadió él, con esa actitud que solo él sabía entender.

Me quedé mirando, esperando que dijera algo más, pero no lo hizo. No, él solo continuó.

—¿Te quedas aquí o vienes conmigo? Ya pagué el desayuno —dijo mientras yo recogía sus monedas, indiferente al desastre que acababa de suceder.

Levanté una ceja y una sonrisa involuntaria se asomó en mis labios, que satisfactorio me resultaba que la gente admire mi comida.

Al tiempo que el mago hablaba cada vez más molesto —Deja de quejarte, que el vaso lo golpeaste tú. Si vas a culpar a alguien, culpa tu torpeza. Nos vemos, niña —sentenció, levantándose y sin darle una sola mirada a Evelin.

Con una sonrisa socarrona, lo observé irse. Este tipo es un verdadero misterio… Pensé para mí misma, y en voz baja murmuré:

—Espero no verlo más— De todos los protagonistas de esta novela, este es el que más me da miedo.

La verdad, ya tenía suficiente por hoy. Cuando se fue, me tomé un minuto para ordenar todo el caos que había dejado. El restaurante, aunque con bases sólidas, necesitaba que todo estuviera impecable. Mi pasión por la cocina no me permitía dejar nada al azar. Tenía que asegurarme de que todo estuviera listo para el banquete que se acercaba. Tres días de fiesta. Tres días donde todo debe ser perfecto.

La comida que prepararía para el palacio no podía tener margen de error, por lo que me puse a trabajar hasta el último detalle. Después de la limpieza, volví a mi estación de trabajo y comencé a organizar los ingredientes, los menús y todo lo necesario para el evento. Ya había hablado con los proveedores, pero necesitaba verificar todo nuevamente, asegurarme de que nada faltara. No quería sorpresas.

Cuando terminé, me despedí de mis amigos y salí del restaurante. El aire fresco me dio algo de alivio, pero no iba a ser tan fácil. Sir Bastián me acompañaba, y mientras caminábamos por el centro, comenzamos a charlar.

—¿Sabes? Tengo una cita con una doncella de tu casa. —Me dijo, con una sonrisa juguetona.

—No me digas, ¿Quién es la afortunada? —

Oh, no le di pie para que me refriegue a su cita por la cara… Sir Bastian a lo largo de este tiempo me mostró una lealtad digna de un caballero, sin embargo, su debilidad son las mujeres, siempre que tenemos estas conversaciones, me termina recordando lo sola que estoy, que tengo que buscar un romance de verano por lo menos, que debería aprender y disfrutar de mi juventud… al comienzo me sorprendió pues no todos los hombres son tan abiertos como Sir Bastian, pero creo que él se pasa…. No tenía ganas de hablar sobre eso. No estaba en mi mejor momento para escuchar sobre citas o romances. Si sigo así, moriré virgen y mi caballero tendrá razón…

Antes de darle tiempo a que fluya la conversación, rápidamente traté de desviar el tema, pero mi mirada se desvió hacia la entrada de la librería, donde vi a un montón de mujeres amontonadas, gritando, empujándose unas a otras. ¿Qué demonios?

Me acerqué un poco más y me di cuenta de lo que ocurría. ¡La autora de mi saga favorita iba a dar una fiesta! Solo para las veinte damas que consiguieran un libro autografiado. Mi corazón dio un vuelco. ¡Eso sí que es una oportunidad!

—¿Tú crees que el libro que tengo, realmente lo haya firmado la autora, no será una mal copia de su firma? —le pregunté a Sir Bastián, ya imaginando la oportunidad única que se acababa de abrir ante mis ojos.

—¿No debería averiguar primero quién se lo dejo en su habitación? —

Lo miré con una ceja levantada —¿importa acaso? Debe ser alguien de dentro de la mansión que sabe sobre mi gusto, no te preocupes tanto Sir Bastian por ello, es una oportunidad en un millón, nadie conoce a la autora—

—Piénselo Milady y ¿si la secuestran o algo? —

Comencé a reír y divertida le conteste — Piénsalo tú, quién me quisiera secuestrar a mí, o hacerme daño, tenemos dinero, pero no tanto, tenemos influencia pero no tanto, somos como un ni mi familia y yo, ni para bien ni para mal nos quisieran, no influenciamos a gran escala, tampoco nos peleamos con nadie, además… Tú eres mi fiel caballero de brillante armadura ¿no? Tendrás el honor de escoltarme, vamos que dices ¿nos presentamos? —

Me mira suspirando agotado — bien, fíjate que día es y organizamos todo—

—¡Ese es mi precioso caballero! —

—Se, se cómo diga mi señorita, apúrese que yo si tengo una cita—

—Maldito no me lo recuerdes….—