Sara García siempre fue la "oveja negra" de su familia, una joven callada y tímida que creció entre las humillaciones de sus padres y las burlas de sus compañeros. Mientras el resto de la prestigiosa familia García brillaba en los eventos sociales de España, Sara era relegada a las sombras, ridiculizada incluso por su propia madre, quien le repetía que jamás sería más que una chica "fea y torpe".
Pero todo cambió cuando conoció a Renata, una joven rebelde y brillante en la universidad, quien le enseñó a confiar en sí misma. Juntas, desarrollaron NeuroLink, una tecnología revolucionaria capaz de conectar mentes humanas para compartir pensamientos y emociones en tiempo real. Decididas a demostrar su valía, patentaron el proyecto en secreto y amasaron una fortuna que mantuvieron oculta para protegerse de quienes siempre las subestimaron.
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La Noche de la Gala
El salón del Hotel Majestic brillaba como un sueño. Candelabros de cristal colgaban desde el techo, proyectando un suave resplandor dorado sobre las mesas elegantemente dispuestas. Un suave cuarteto de cuerdas tocaba en el fondo, creando una atmósfera sofisticada. Sara, con su vestido azul oscuro que abrazaba su figura con elegancia, caminaba con una confianza recién descubierta.
Renata, a su lado, llevaba un vestido rojo que combinaba perfectamente con su personalidad vibrante.
—¿Ves? susurró Renata mientras caminaban hacia la recepción. Te lo dije, Sara. Eres la estrella de esta noche.
Sara no respondió, pero un pequeño rubor cubrió sus mejillas. Aunque estaba nerviosa, decidió mantener la cabeza en alto. Este era su momento.
Al entrar al salón principal, todos los ojos se posaron en Sara. Las conversaciones se detuvieron por un breve instante. No era solo su belleza, sino también la poderosa seguridad que emanaba.
Algunos de los empresarios más prominentes del lugar comenzaron a murmurar entre ellos, preguntándose quién era esa mujer que caminaba con tanto porte.
Jorge, quien estaba cerca del bar, alzó la vista y quedó momentáneamente atónito. Sus ojos recorrieron a Sara de arriba abajo, sin reconocerla al principio. Pero algo en ella le resultaba familiar.
—¿Quién es esa? preguntó al hombre junto a él.
—No lo sé, pero parece alguien importante respondió su amigo.
Jorge, intrigado, decidió acercarse.
Sara estaba conversando con un pequeño grupo de empresarios cuando sintió una presencia a su lado. Al voltear, se encontró con Jorge. Sus ojos brillaban con curiosidad y un toque de admiración.
—Buenas noches, señorita dijo con su sonrisa característica. No creo haber tenido el placer de conocerte antes.
Sara arqueó una ceja, intentando disimular la incomodidad.
—Buenas noches. Yo tampoco te había visto por aquí respondió con frialdad, recordando perfectamente quién era él.
Jorge no pareció notar su tono distante. Estaba demasiado ocupado admirando cómo esa mujer que parecía una diosa hablaba con tanta calma y seguridad.
Renata, que observaba la escena desde una distancia prudente, murmuró para sí misma:
—Oh, esto se va a poner interesante.
Antes de que Jorge pudiera continuar con su intento de conversación, una figura familiar apareció entre la multitud. Rodrigo López.
—Sara, qué gusto verte aquí dijo Rodrigo con una sonrisa cálida, acercándose a ella.
Sara le devolvió la sonrisa, agradecida por la interrupción.
—Gracias por invitarme, Rodrigo. Este lugar es impresionante.
Rodrigo hizo un gesto de desinterés.
—El lugar no importa tanto como las personas que lo llenan. Y esta noche, creo que el salón es aún más impresionante con tu presencia.
Jorge, sorprendido por la cercanía entre esa chica hermosa que resultó ser Sara y su padre Rodrigo, Jorge frunció el ceño.
—Papá, no sabía que la conocías.
Sara sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Miró a Jorge y luego a Rodrigo, sin entender.
—¿Papá? preguntó, casi en un susurro.
Rodrigo sonrió de manera tranquila, colocando una mano en el hombro de Jorge.
—Ah, lo siento. No lo había mencionado. Jorge es mi hijo.
Sara sintió una punzada de confusión y nerviosismo, pero decidió mantener la compostura. Sonrió educadamente, aunque en su mente las preguntas comenzaban a acumularse.
Más tarde, Rodrigo se acercó a Sara mientras ella estaba sola en una mesa.
—¿Todo bien? preguntó, notando que su expresión había cambiado.
Sara asintió rápidamente.
—Sí, solo estoy un poco sorprendida. No sabía que Jorge era tu hijo.
Rodrigo se rió suavemente.
—No suelo hablar mucho de mi vida personal en estos eventos. Pero no te preocupes, Sara. Esto no cambia nada.
Sara no pudo evitar sentirse incómoda. Aunque no había hecho nada malo, la idea de estar hablando con el padre de Jorge el hombre al que había admirado desde lejos en la universidad era extraña.
Rodrigo, como si pudiera leer sus pensamientos, añadió:
—No te preocupes por Jorge. Él tiene su propio camino, y tú tienes el tuyo. Lo que realmente importa esta noche es que tú estás aquí y que tienes un futuro brillante frente a ti.
Sus palabras la tranquilizaron un poco, pero las preguntas seguían girando en su mente.
Cuando regresaron a casa esa noche, Renata no perdió el tiempo en interrogarla.
—Entonces, ¿cómo te sientes ahora que sabes que el guapísimo Rodrigo López es el padre del imbécil de Jorge?
Sara se dejó caer en el sofá, exhausta.
—No sé qué pensar, Renata. Es... raro.
Renata se sentó a su lado y la miró fijamente.
—Mira, Sara. Esto no cambia nada. Rodrigo es Rodrigo, y Jorge es Jorge. No los mezcles. Si ese hombre está interesado en ti, es por quien eres ahora, no por alguna conexión con su hijo.
Sara asintió lentamente, pero aún sentía un torbellino de emociones.
Renata, fiel a su estilo, rompió la tensión con un comentario.
—Aunque debo decir, ¡qué ironía! El papá siendo un caballero y el hijo siendo un patán. Es como si el universo estuviera jugando contigo.
Sara rió, agradecida de tener a Renata para recordarle que, al final del día, todo era parte del caos de la vida.