Stan despierta en medio de un planeta desértico sin recordar nada más que el rostro de su esposa, quien fue raptada por un pirata y ahora él junto a su compañera deberá emprender un viaje para salvarla.
Encontrándose en el camino enemigos que se creía que eran simples mitos de la Tierra, y algunos pocos aliados.
¿Podra salvar a su esposa? ¿podra sobrevivir a su propia odisea?
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Capitulo #5: Batalla de la Calma
La reina de Order nos llevó a un coliseo dentro de su palacio, con tan solo, entrar dentro te podías dar cuenta de que no era una estructura normal. Mis compañeros se quedaron en las gradas observando todo desde un lugar seguro para ellos.
—En tu primera prueba —una espada y un escudo aparecieron en frente de mí—. Te enfrentarás a las emociones… —Athenea se transformó en el hombre que más sufrimiento me había traído a mi vida; se transformó en mi padre—. De tu corazón…
Ver a mi padre me hizo actuar sin pensar: agarré la espada y corrí hacia Athenea para intentar cortarla. Con un brutal golpe de su lanza en mi estómago me lanzó contra el suelo, su fuerza era abrumadora. Mi cuerpo al recibir su golpe se hizo más pequeño, rejuveneció y por ende me hice más débil.
—Levántate, Stan —ordenó aún con la apariencia de mi padre—.
Me puse de pie con mi cuerpo totalmente entumecido por el golpe. Temblando agarre el mango de mi espada con fuerza, corrí hacia ella para lanzarme y atacar nuevamente sin controlar mi interior.
—¡Mal! ¡Niño! ¡Pelear con odio solo te vuelve más frágil en batalla!
Mientras atacaba cegado por el odio hacia mi padre, los recuerdos del pasado que aún pesaban en mi interior, regresaron a mí para atormentarme.
—¡¡Nataly!! ¡¿Con quién te estabas mandando cartas?! —gritó mi padre ebrio mientras sujetaba a mi madre del brazo con fuerza—.
—¡¡Ricardo, suéltame!! ¡¡Yo no he hablado con nadie!! ¡¡Me estás haciendo daño!! —respondió mi madre asustada—.
—Mamá… —susurré asustado mientras me escondía debajo de la mesa junto a mis hermanas menores—.
—¡¡Déjala!! —gritó mi hermano mayor asustado mientras intentaba separarlos—.
—¡¡No estorbes!! ¡¡Mocoso!! —se quejó mi padre mientras le metía un puñetazo a mi hermano para apartarlo de él—.
—¡¡Jack!!
Cuando creía que por fin nos íbamos liberar de un padre que jamás se interesó por criarnos, por amarnos, por respetarnos, él nos hizo tanto daño incluso después de irse.
—¡Paola! ¡Paola! —grité corriendo entre la multitud mientras intentaba llegar a la entrada de mi escuela—
Al cruzar la multitud me encontré a una de mis hermanas menores sin vida, y a lo lejos lo ví, mi padre estaba en la lejanía con su grupo con una sonrisa en su rostro.
A pesar de haber pasado tantos años desde ese día, nunca pude concebir mi venganza, ni siquiera cuando tuve el poder para hacerlo, lo que tan solo hizo que mi odio aumentara.
—¡¡Mal!! —gritó Athenea mientras me lanzaba al suelo una vez más—.
Ahora con la apariencia de un adolescente de 16 años me puse de pie, sujetando con fuerza mi espada y mi escudo de juguete. Corrí de nuevo hacia ella pero me detuve a último momento al escucharla.
—Recuerda, Stan, respira que te puedes ahogar cuando peleas con la cabeza llena de odio —me aconsejó usando la voz de mi madre—.
Escuchar su voz me hizo recordar lo que pasaba todas aquellas veces que papá nos causaba daño…
—Tranquilos, yo jamás voy a abandonarlos y nunca dejaré que les vuelva a hacer daño, mientras viva él no les hará daño —nos consoló mi madre aún con un claro dolor en su pecho por el trato de mi padre—.
—Mamá…
—No llores, Stan, estoy bien, ¿sí? No es nada
A pesar de todo el rencor que sentíamos hacia él y de todo el sufrimiento que mi padre le causó, mi madre siempre nos guío para que no nos dejáramos cegar por el odio.
—Stan, tú padre vino de visita, rápido sal y ve saludarlo
—¿Ah? Pero…
—¡Stan, rápido! Es tu padre, así que ve a saludarlo
—Sí, mamá
Salí del trance de odio al recordar a mi madre y su afán de guiarme por un camino alejado del odio. En cuanto salí del trance, me di cuenta de mi apariencia rejuvenecida y de mi alrededor.
“¿Qué?” pensé confundido viéndome en el reflejo del escudo de juguete
—¿Qué esperas?, ven —ordenó—
Seguí su consejo, antes de lanzarme a la batalla, respiré para calmar mi corazón. Sin embargo, calmarlo no fue una cosa de un solo intento, ya que seguí siendo lanzado al suelo por mi mentora.
—¡De pie! —ordenó mientras me apuntaba con su lanza—
Cada vez que respiraba, mis armas se hacían más fuertes y ya no eran afectadas por la magia de mi mentora. A su vez la tormenta de odio se iba dispersando a un ritmo lento, pero seguro.
“Mierda, ¿Cómo siquiera voy a vencerla?, es más alta y fuerte que yo, y cada vez que fallo me vuelve más pe… —se me ocurrió una idea al verla con más detenimiento—. Lo tengo, si quiero vencerla voy a tener que usar su truco en su contra” pensé siendo un niño de 9 años poniéndome en guardia
Corrí hacia ella con una sonrisa, a diferencia de antes mi intención no era atacar, sino ser golpeado por su lanza. Cuando obtuve un cuerpo lo suficientemente pequeño, como el de un niño de 5 años, pude esquivar sus ataques con más facilidad.
—¿Qué? —dijo sorprendida al ver que esquivaba su lanza con facilidad—.
Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver que sus ataques y su apariencia ya no tenían efecto en mí. La prueba llegó a su fin cuando logré herirla de su mejilla con la hoja de mi espada.
—Hmph, nada mal —chasqueó los dedos para deshacer su magia; su apariencia volvió a ser la misma, yo volví a ser un joven de 20 años y mis armas se desvanecieron—. Felicidades, Stan, lograste pasar tu primera prueba —me entregó su lanza de oro—. Pero aún te faltan más pruebas
Comenzó a salir humo del suelo hasta envolver todo el coliseo, Athenea aprovechó esto para desvanecerse. Me había quedado solo, con tan solo una lanza en mis manos, sin saber qué era lo que me deparaba.
De repente, sentí como el suelo temblaba por el rugir de una bestia. Me giré hacia el lugar de donde había provenido el rugido, viendo con mis propios ojos a un gigantesco e intimidante León.
—Esto debe ser una broma —me quejé en voz baja—